Epílogo

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También, quién le diría a él que con los preparativos de su boda, limaría las asperezas con su padre. Aunque no estaba conforme trabajar para él, habían llegado a un acuerdo satisfactorio. Cada uno respetaría su manera de ver y proceder en el trabajo.  Eso consiguió que lady Quinn madre "perdonase" a su padre. El pobre había estado  con "pan y agua" al no recibir las carantoñas de su mujer. Le levantó el castigo y todos volvieron a estar felices y contentos. Lo que provocó muchas celebraciones. Además, le habían alabado por elegir a lady Stranford que fuera su esposa.

Para algunos,  no era un buen trago de beber con la noticia de su compromiso. Sin embargo, dichas personitas no estaban en las mentes de los protagonistas que disfrutaban del baile nupcial. 

 Gigi echó un vistazo a los presentes, volviendo a mirar a su flamante marido, que estaba guapísimo con su traje azul marino, el chaleco de color crema y el pañuelo haciendo juego a sus ojos. Posó sus manos en su pecho, subiéndolas hacia sus hombros mientras el calorcillo se expandía por sus extremidades. 

— ¿En qué piensas?

La voz de su marido susurrándole en su oído, le proporcionó un escalofrío delicioso que le recorrió por la espalda. Pronto acabaría la fiesta, e irían al lecho para amarse como marido y mujer.

— Pienso en lo que vendrá después.

— ¿Ah, si? — no se tropezaron mientras él la guiaba con sus pasos —. Creo que podríamos escaparnos un rato. 

— ¿Cómo? Si tenemos muchas miradas puestas en nosotros.

— Tú espera y verás — le guiñó el ojo.

Se sonrojó y se rio, apretando su rostro contra el pañuelo. 

— Además, esposa mía, tenemos una vida por delante para escabullirnos de la gente e incluso de nuestros hijos.

— ¿Solo una vida?

— Mucho más allá — frotó la punta de su nariz con la suya —. Más allá de la muerte, te amaré.

— Y yo, te seguiré.

Cerró los ojos, notando sus labios masculinos sobre los de ella, posándose para besarla.

No podía ser más feliz. Estaba casada, su familia y amigos estaban en ese día para celebrarlo con ellos. ¿Qué se  podía pedir más? Nada, ya lo tenía.  No sabía a quién le tocaría ser el siguiente de contar su propia historia si su amigo, Finnigan, o Sam. Solo deseaba que fuera, al menos, la mitad de dichoso o dichosa de lo que era ella.

 Nunca era tarde para vivir el amor con todas sus cuatros letras. 

FIN

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora