Capítulo 11

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¡Nuevo capítulo! Nos leemos pronto. Espero que estéis bien!!

😘😘😘😘😘


Lady Rider corrió cuando sintió las primeras gotas al caer en su sombrero. No tuvieron que caminar mucha distancia porque el parque estaba cerca de su casa. Lord Quinn iba detrás de ella. Ambos llegaron jadeantes a la entrada principal, donde la cornisa del edificio les protegía del diluvio. Sophie no tocó todavía para que le abriera.

— Parece que no le ha gustado vernos — se quitó el sombrero.

— No, ella tiene esa cara de mustia siempre al verme. No es una novedad.

No debía tener dudas, no debía tener miedo después de haberse pasado la madrugada juntos. Aun así, los ramalazos de celos se incrustaban en su piel hasta adentrarse en su corazón. 

— ¿No será por qué nos ha visto juntos? 

Oliver la miró con incredulidad, al igual que a noche cuando le mencionó el tema de los celos, aclarándole que por parte de él, no debía preocuparse por ello. Aun así. No se le iba la cabeza la mirada fija de la joven sobre ellos. No una mirada cualquiera, sino fulminante, asesina.

— No. 

Esa respuesta tan escueta, tan firme parecía indicar que no había más opciones. Ojalá, le pudiera creer tanto como lo hacía en negarlo. Parecía tan convencido. Tan real. Tan verdadero.

— Estoy seguro de que no. Ella tiene un sentido retorcido de molestarme. Aunque crees que son otras razones que le llevan a ello, te aseguro otra vez que no. Le gusta fastidiar a la gente que le rodea si no va a su favor. Es una mimada y superficial, solo vela por su interés, no de los demás.

— Lo sé, lo sé. Perdóname. Te hago repetir el mismo discurso, estarás cansado — se acercó y pasó sus manos por la chaqueta, por sus hombros hasta llevarlas a sus mejillas —. No tendría que haber sacado el tema.

— No — atrapó sus manos y las ajuntó para darles un beso en sus nudillos, un beso que invitaba a más, pero por desafortuna de ellos, el tiempo de ese día se les había acabado —. Recuerda  que la que está en mi corazón eres tú.

— Lo tienes — aunque estaba en riesgo de que la familia de ella los pudiera ver, ya que querían por ahora mantenerlo en secreto para disfrutar de las mieles del amor, el caballero en un fugaz movimiento, le robó un beso de sus labios húmedos —. No quiero, pero es hora de irme y dejarla en casa.

— Adiós, Oliver.

— Nos vemos pronto — le prometió, yéndose a regañadientes, dando marcha atrás sin dejarla de mirar mientras se alejaba de allí, de ella.

— En un solo latido.

***

La apresuración y hacer las cosas sin planearlas no eran buenas señales, y más si se hacía delante de un padre que la tenía en baja estima, como descubrió después de haberse cambiado de ropa, adecentado e directa a su despacho. 

La mala noche que había pasado, el encuentro con los amantes, la jocosidad de Finnigan sobre algo que sabía y  ella no quería declarar, y la lluvia encendieron una mecha dentro de ella que no pudo apagar. Estaba muy enfadada, el enfado la mantenía en estar en un estado de nervios, de no encontrar ese lugar que debería ser apacible, de ese sitio que era su "hogar". No se sentía para nada tranquila. No avisó al mayordomo para que le anunciara delante de su padre cuando este se encontraba ocupado. Era una de sus normas. Una de sus condenadas normas que exigían distancias. Era como si ella se tratara de un empleado más de la casa, no de su hija. Pero se estaba adelantado a los hechos.

— Hija, estoy ocupado — ni siquiera se molestó en levantar la mirada de los documentos. Suspiró cansado al ver que no se iba, y alzó la mirada como "obligado" —. ¿Necesitas algo? ¿Más dinero para comprar? 

— No quiero dinero. Quiero que despida a lord Quinn.

Lord Stranford no pestañeó. Dejó los documentos y se rascó el entrecejo.

— ¿Con qué razón tendría que prescindir de él si no me ha dado motivos para hacerlo?

— ¿No le vale mi palabra que ya no quiero dar más clases? Sabe perfectamente que toco bien el piano. Mamá me enseñó desde que era pequeña. ¿Para qué seguir con esta mentira? Nunca me ha gustado.

Refiriéndose a él.

— Es un buen muchacho e hijo de un amigo. Además, no está de más que dé clases. Ninguno ha tenido agallas de enfrentarte a ti.

— ¿De eso se trata, de doblegarme?

Padre e hija se miraron sin amilanarse. Las caretas se cayeron. Otro suspiro, y se levantó. Como si se tratara de una pataleta, fue hasta ella y le dedicó una mirada de condescendencia. 

— No, claro que no. ¿Cómo podría mandar a hacer algo tan cruel?

— Pues despídalo.

— No, es mi última palabra — se alejó, volviendo a su escritorio, pero le paró los pies.

— Ya lo entiendo — tuvo que haber hecho a caso a su vocecita que le dictaba prudencia, precaución, no lo hizo —. Esto es favorable para usted porque mientras él me dice cómo debe ser mi postura, como debe estar mis manos, cómo debo tocar cada dichosa tecla, usted puede estar con su amante mientras madre y yo sufrimos por su deslealtad. No le son suficientes las noches...

No continuó más porque su padre, impulsado por sus palabras, le dio una bofetada, que le hizo doler hasta el alma. Atónita, lo miró, con la mano en la mejilla golpeada. No vio arrepentimiento en sus ojos, sino una gran ofensa. La hirió, la hirió sin que lo supiera. 

Se percató que lord Stranford solo le importaba su amante. Nadie más que su amante.

— Ve a su habitación. Está castigada. Reflexiona sobre las sandeces que ha dicho. Espero una disculpa mañana mismo. Lord Quinn será su profesor hasta que lo decida. No se hable más. Si está disgustada, quizás, se quite con las compras.

Abrió la puerta del despacho para mandar la orden a los sirvientes que nadie se dignara a servirla en esa noche. Formaba parte de su castigo. No le dirigió la palabra cuando se sentó tras el escritorio. 

Mírame a mí  © #2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora