Oliver quería dar ese paso, para ello, tenía que asegurarse de que pudiera ofrecerle una buena estabilidad, un hogar y un salario antes de darlo. Con el sueldo de profesor, no iba a ninguna parte. Además, no era fijo. Incluso, si ella le aceptaba (rezaba que sí), su dote no sería de mucho para vivir toda la vida. No, él quería proporcionarle seguridad, protección y, por supuesto, mucho amor. Así que se tragó un poco el orgullo, le envío una carta a su padre. Esperaba que con esa carta no se le subieran los humos a la cabeza; odiaría que se pusiera muy bravucón con ello. Le había costado escribirle y darle la razón, después de todo.
Se miró las manos manchadas de tinta con una mueca. Tendría que trabajar esa noche con guantes. No le importaba, pero le incomodaba. Bueno, había dado el primer paso, lanzado la moneda. Le tocaba esperar a la respuesta de su padre. Dependiendo de él, tendría un futuro asegurado o algo incierto.
***
Gigi se estaba mordiendo la uña.
Hacía días que no lo veía, y lo echaba de menos. Terriblemente de menos. Sabía que mañana tendría clase con él, pero aun así, no le aliviaba en absoluto. Encima, no era un buen remedio tener que soportar a las amigas de su madre cada tarde en la casa, sino las amigas de ella, eran otros.
— Eh, te vas a desollar los dedos.
Si la viera Quinn, la regañaría. Y con razón. Una sonrisa muy tonta se dibujó en sus labios, pero la borró cuando su amiga entrecerró los ojos, pillándola en su distracción.
— Se te ha cambiado complemente la cara, ¿en qué piensas?
— No quiero ser una pesada hablando de él.
— Precisamente, te lo guardas para ti sola — abrió la boca, no había esperado esa pulla.
— Quizá, porque quiero que sea mío — bromeó —. No sé. Aún estoy como en una nube. ¿Es verdad lo que me está sucediendo? ¿No será un sueño? Pellízcame en el brazo.
— ¡No! — se rio y Gigi le siguió —. No te voy a pellizcar. Cada uno es libre de contarlo o no. Lo quieres ver, ¿no?
Asintió con efusividad.
— Sí.
Con esa palabra lo dijo todo, pero no era todo. Sentía en el pecho unas ganas de gritar, de bailar y corretear por un extenso campo de flores. Se estaba poniendo muy ñoña. ¿Y ella, ñoña? No, nunca lo sería, pero lo estaba siendo.
— Tengo una idea, ¿podríamos inventar que te vienes a pasar la noche en mi casa cuando podrías pasarte a verlo? ¿Quién sabe, has puedes pasar una noche con él?
— ¡Sam! Por Dios que nadie te haya escuchado — se habían alejado de la salita donde seguía su madre y las amigas de esta charlando.
No la habían escuchado.
— ¿Qué te parece?
— Tendría que regañarte, pero es rematadamente tentador.
— Lo sé. Por eso me quieres.
— Por mucho más, tontuela — la abrazó —. Gracias, me has salvado.
— Lo que tiende el amor que uno exagera — recibió un leve codazo —. Yo no lo he dicho.
Las dos amigas se intercambiaron unas risas.
***
Pero no previeron un obstáculo y no fue su madre.
Las dos se quedaron paradas enfrente de una puerta que nadie le abrió.
— No está en casa.
Era evidente. No se oía ningún sonido más allá de ese trozo de madera y la peluca le empezaba a picar.
— ¿Dónde podría estar? Ya sé... estará en ese establecimiento — en el que una noche lo vio.
— Suena muy misterioso. Pues vamos a averiguarlo.
Gigi negó con la cabeza.
— No, no voy a molestarlo.
— Le das una sorpresa.
— No quiero darle una sorpresa — era su sensación o se estaba complicando todo.
— Entonces, nos quedamos hasta que alguien avise a la policía de dos extrañas que parecen tener malas intenciones, por ejemplo, en entrar en una morada que no es suya.
— Has ganado, vamos a buscarle — antes de que se arrepintiera, tiró su mano para irse de allí.
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Mírame a mí © #2 Saga Matrimonios
Historical Fiction¿Podía surgir el amor entre un pianista, obligado a buscarse el sustento para alejarse de la tiranía de su padre, y una joven acomodada y criada entre algodones? Otra historia llena de clichés. No soy responsable de las críticas que se pueden genera...