Capítulo 32: Nunca te enamores

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Javy y Nick se encontraban en la cocina mientras Hugo se estaba dando una ducha. El silencio reinaba en la cocina, pero no por mucho tiempo.

―Vas a hacerte daño ―dijo Javy de pronto.

―¿Por qué? ¡Si solo es un cartón de leche! ―Dijo mostrándole el tapón tras haberlo abierto. Después comenzó a rellenar tres vasos.

―No me refiero a eso. Quiero decir que si sigues así, te lo harás, y no hablo precisamente del físico ―aclaró.

―No te entiendo, Javy, hablas cosas muy raras por la mañana.

―Sabes que te hablo de Hugo. No estoy tonto, es obvio que te gusta. Pero te recuerdo que sale con tu prima aunque se hayan dado un tiempo, y aunque no fuera así, está todo reciente... ¿Lo entiendes?

Nick no respondió, en cambio, se dispuso a quitar la cafetera al notar que ya estaba hecho el café.

―No me ignores, esta conversación es importante... De verdad Nick, creo que lo mejor es que te alejes...

La conversación no duró más, no solo porque Nick seguía sin responder mientras fingía estar concentrado en lo que hacía, sino porque Hugo acababa de llegar a la cocina. Aún tenía el pelo mojado, y la toalla con la que se lo había secado la levaba echada al hombro. Lo primero que hizo fue acercarse a Javy, quien estaba con una mano apoyada en una mesa que había en la cocina. Hugo le dio un fuerte abrazo y varios besos en la cabeza a su amigo quién le correspondió a aquella muestra de afecto.

―¿Has dormido bien? ―Le preguntó con una sonrisa.

―Sí, bastante bien, ¿y tú en el suelo?

―Pues la verdad es que bastante bien ―asintió con la cabeza y se acercó al poyete de la cocina, donde estaba Nick observando uno de los vasos de leche que aún no había calentado.

Hugo le abrazó por detrás cariñosamente, agarrándole de la cintura y dándole varios besos en la mejilla derecha.

―Y tú, ¿cómo has dormido? ―Como respuesta obtuvo un encogimiento de hombros―. Oye, estás serio, ¿te pasa algo? ―Preguntó sin soltarle.

Nick se apartó de él y cogió el vaso que había estado observando para bebérselo de un trago después.

―Lo siento, es que me he acordado de que tengo que irme para hacer algo muy importante. ¡Nos vemos, chicos! ―Exclamó justo antes de marcharse.

Hugo miró extrañado a su amigo, quien le respondió con un encogimiento de hombros. Javy miró de forma disimulada su reloj antes de hablar.

―Vaya, pues es tarde... Me parece que yo también tengo que irme.

―Venga, ya, ¿y este complot contra mi persona? ―Hugo se señaló a sí mismo.

Javy atinó a reírse y darle un breve abrazo, antes de coger su anorak y marcharse también. Bajó las escaleras rápidamente y salió a la calle. Un breve vistazo le hizo localizar a Nick, así que salió tras él.

―¡Nick, espera! ―Exclamó acercándosele―. ¿Qué se supone que has hecho allí arriba? ―Dijo señalando el edificio donde vivía Hugo.

―Pues lo que tú me has dicho hace un momento, si tienes razón, lo mejor es...

―Joder, pero no literalmente. No me refería a algo así... Me he explicado fatal y Hugo ha venido en ese momento.

―No te has explicado mal, es la realidad. Lo mejor es alejarme de él aunque me joda eso...

―Mira que eres terco, Nick. No quería decirlo así, sino que no estar todo el día tan pegado a él, ¿me explico ahora? Mira, ya tres personas están saliendo mal paradas con toda esta historia, como es el caso de mi hermano. No quiero a una cuarta persona pagando las consecuencias de las absurdeces del amor.

―Ala, ¡qué poético! ―Aquella voz sorprendió a ambos, quienes cortaron de raíz la conversación.

―¿Ana Julieta? ―Se sorprendió Nick al verla.

―La misma que viste y calza. ¿De qué hablabais tan acaloradamente?

―Nada, cosas nuestras. Lo siento, me tengo que ir... ―Nick se despidió de ambos con la mano, y se marchó a paso acelerado.

―¿Es cosa mía, o está raro?

―Las dos cosas... O sea, no, lo segundo. Anajú, hazme caso, nunca te enamores.

―¿Tienes mal de amores? ―Curioseó.

―¿Yo? ―Se señaló y negó rotundamente―. No. Ni loco. Esas cosas no me van. Oye, me quedaría hablando contigo toda la mañana, pero tengo que ir a casa, ¿nos vemos por la cafetería cuando vaya por allí, vale?

―Bien, cuídate.

Anajú comenzaba a retomar el rumbo de su camino cuando la voz proveniente de un balcón la hizo pararse en seco y buscar para ver de quién se trataba.

―¡Anajú! ¡Aquí arriba! ―Exclamó el joven.

Se trataba de Hugo, quien había estado asomado todo el tiempo al balcón mientras fumaba un cigarrillo mirando lo que ocurría pero sin entender nada, ya que desde la posición en la que se encontrab, no había podido escuchar ni un ápice de la conversación entre sus amigos.

―¿Te hace un café? ¡Sube! ¡Tengo de sobra por culpa de ese par! ―Invitó a la joven.

Ana Julieta miró su reloj y se encogió de hombros. No tenía que ir aquella mañana a la cafetería, por otro lado, los encargos que tenía que hacer para su otro trabajo eran pocos y tenía más que tiempo suficiente para hacerlos.

―¿En cuál vives? ―Preguntó acercándose al edificio.


Eva había tenido un día extraño. Las clases se le habían hecho monótonas y su mente había estado en otra parte. Era verdad que últimamente le pasaba a menudo, pero no tanto. La tarde tampoco había sido muy amena, pese haber estado concentrada haciendo trabajos para la universidad, sentía que su mente no daba más de sí.

Eran poco más de las doce de la noche cuando la joven le informó a su tía de que se iba a la cama, sorprendiendo un poco a esta, ya que no era la única persona en la casa que se había retirado aquella noche temprano. Nick lo había hecho después de cenar, alegando que tenía que hacer algunas cosas desde su portátil. Aunque Vicky no sabía nada más al respecto. Solo intuía que algo sucedía, sobre todo con su sobrina, pero imaginaba porqué la joven estaba así, motivo por el que decidió no decir nada y esperar a que ella quisiera hablar, algo que ya habían hecho algún que otro día.

Eva se acomodó en su cama con las luces ya apagadas. Cogió su móvil y entró en la galería de fotos, observándolas una por una. En gran parte de las que miraba se encontraba Hugo, haciendo que en su estómago se formase un nudo. Cuando llegó a una foto realizada pocas semanas atrás, su mirada se detuvo atentamente, ampliándola con detenimiento mientras abría los ojos como platos y asentía con media sonrisa.

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora