Capítulo 47: La invitación de Nía

722 38 24
                                    

―Esto yo... ¿Que qué hago aquí? Bueno, estoy en la boda...

―Aja, eso ya lo veo, y yo también. Pero tu ropa no es precisamente apropiada para este evento ―fue la respuesta de Anajú.

―Vaya, no te veía así de clasista... ¿Y tú qué haces?

―Trabajo aquí y no te he visto en toda la noche, así que no me digas que estás en la boda ―respondió ella.

―No te habrías fijado bien ―la persona que tenía enfrente se encogió de hombros.

Algo más llamó la atención de Ana Julieta, la figura de un hombre con una gorra roja hacia atrás se divisiva tras un muro.

―¿Pero qué hace ese señor allí? Espera un momento, no te muevas de aquí, que vamos a hablar seriamente ―Anajú tenía intención de acercarse a aquel hombre para pedirle una explicación, sin embargo, la persona con la que se encontraba hablando la detuvo sujetándola del brazo.

―Espera, Anajú. Ese hombre es mi padre.

Justamente el hombre de la gorra miró hacia el lado y les saludó con una afable sonrisa y un movimiento de mano. Tras ver que era requerido, fue hacia donde estaban.

―¿Qué pasa, Javy? ―Preguntó Capde tras acudir al encuentro―. ¿Ya has averiguado algo? ¿Quién es esta joven?

―Soy Anajú. Y ahora si me decís qué hacéis aquí y de esta guisa...

―A mí me puedes llamar Capde, mucho gusto ―se presentó él.

Pero antes de poder responder o ella intentar averiguar algo más, otra persona apareció junto a ellos.

―¿Ya habéis terminado o aún no habéis empezado?

En este caso se trataba de Jesús, el mayor de los hermanos. El joven había optado por arreglarse, a diferencia de Javier y su padre. Él llevaba un traje azul agua, con toques eléctricos, que le quedaba como un guante. Si Anajú no se hubiera encontrado con los otros dos, hubiera creído que se trataba de un invitado.

―Solo queríamos saber dónde había ido mi hermano Rafa. Y nos hemos topado con este lugar ―explicó Javy.

―Vaya, pues tu otro hermano sí que iba preparado ―sentenció la joven.

―Bueno, vale, sabíamos que venía aquí, pero es que nunca nos cuenta nada, tía, y teníamos que averiguarlo de alguna forma...

―Pero eso está mal... ¿Por qué tienes esa afición de espiar a tu hermano? Aunque veo que es cosa de familia. Venga, iros rápido antes de que informe a seguridad o alguien os vea.

Capde avisó de que él saldría fuera, dejando a sus hijos un momento para despedirse. Y la idea de Jesús era hacer lo mismo que su padre, sin embargo, algo, o más bien alguien, hizo que sus planes cambiaran de rumbo.

―¿Nía? ―Preguntó al toparse con la joven.

―¡Jesús! ¿Pero qué se te ha perdido aquí? Que yo aquí no tengo nada ―rió, pero el joven no lo hizo―. Era una broma, como siempre te pasas por mi casa para pedirme o preguntarme algo... Bueno, ¿qué haces por aquí? De boda, ¿no?

―Algo así, es una larga historia ―respondió el joven con media sonrisa―. ¿Y tú, también...?

―No, si no seguro que nos hubiéramos visto antes. El caso es que..., oye, ¿tu hermano no va muy de diario para venir a una boda?

―Como decía, es una larga historia, no estamos invitados... ―dijo mordiéndose el labio tras las últimas palabras.

―Oh, ¡qué malotes! La gente buscando excusas para no ir a bodas, y vosotros colándoos en ellas. El mundo al revés. Bueno, yo he venido aquí a una cosa, pero es un secreto, ¿me lo guardarás?

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora