Capítulo 64: Los secretos de Mai

560 40 32
                                    

Samantha comenzó a teclear algo en su móvil mientras el resto del grupo seguía charlando. Sonrió pícaramente y miró a su alrededor.

―A ver, prestadme atención. Vamos a jugar a un juego subidito de tono, y no lo digo por como canta Flavio ―dijo señalando al joven, haciendo un doble juego con las palabras―. Un juego pícaro y, por supuesto, acompañado de chupitos ―dicho esto, la joven sacó de una bolsa un conjunto de vasos de chupito.

―Le dije de no comprarlos e insistió ―explicó Anajú―. Pero Sam, no vamos a jugar a la botellita como si fuéramos peques... ―negó con la cabeza.

―¡Claro que no vamos a jugar a la botella! ¿Por quién me has tomado? La última vez fue aburrido. Por eso, me he descargado una aplicación para jugar. Es fácil. Pongo los nombres de quienes estamos aquí, y luego van saliendo pruebas al azar. Y son tipo subidas de tono o preguntas comprometidas.

―Vaya, lo que viene siendo la botella ―dijo Bruno.

―Que no, chaval... Venga, jugamos y ya veréis lo chulo que va a ser. Y si no nos gusta, no pasa nada...

Finalmente decidieron aceptar haciendo que Samantha sonriera ampliamente. Poco tardó en poner todos los nombres.

―A ver, a ver, ¿estáis preparados? Los chupitos son para quienes no hagan la prueba., pero vaya, que si queréis bebéroslo hacedlo independientemente de si las hacéis o no ―les aclaró.

Rafa hizo caso a las últimas palabras de la joven y abrió una nueva botella llenándose un vaso de chupito para bebérselo de un trago.

―Bueno, empiezo ―dijo dándole a su teléfono con el índice―. Bien, Anne, la primera prueba parece que va para ti. Voy a darle a ver que te toca hacer. Anne, debe darle un beso en la boca, lengua incluida, a... ―volvió a cliquear―.¡Rafa! Pues nada chicos, que os comáis la boca durante un minuto.

Rafa sonrió de medio lado y Anne asintió sin poner ningún reparo. Se acomodó encima de las piernas del joven y comenzaron a besarse ante la atenta mirada del resto, incluido Gèrard.

―Eo, el minuto ya ha pasado ―les llamó la atención Samantha, haciendo que se despegasen ante sus palabras.

―Perdón, no te oí ―se disculpó Anne.

―No, si ya me he dado cuenta... Es la segunda vez que os llamo ―dijo con media sonrisa―. Como se nota que tenéis experiencia... Bueno, siguiente... Maialen, te ha tocado. Esto dice que debes de contarle un secreto a Bruno ―informó―. Como sois hermanos no vale hacer trampas, tiene que ser algo que él no conozca. Y tenemos que oírlo los demás, por supuesto ―sentenció.

―Entonces no sería un secreto ―dijo un poco nerviosa, pues lo primero que a su mente vino, era algo que no podía decir. Y lo segundo en lo que pensó tampoco―. Espérate que piense... ¡Ay, sí! Bru, ¿te acuerdas cuando teníamos doce años y mi madre creyó que tú le habías quitado dinero? Pues fui yo. Siento que por mi culpa no pudieras ir al cine aquel día con la chica aquella que ibas a invitar, pero necesitaba ese dinero... ―se justificó.

―Ay, por favor, este juego se juega hard o no se juega... Mai, ese secreto es una niñería ―protestó Samantha―. Di otra cosa.

―¡Pero bueno! ―Exclamó Bruno llevándose las manos a la cabeza―. Por tu culpa lo pase mal... ¿Cómo pudiste? ―Dijo exagerando.

―No la cubras, queremos un secreto con más chicha ―pidió Samantha.

―Vale, está bien. Una vez me colé en casa del alcalde cuando era pequeña. Nuestro actual alcalde que entonces no lo era.

―Eso suena más interesante ―Samantha se frotó las manos―. ¿Y qué pasó?

―Nada, cogí el balón que se me había perdido y me fui de nuevo a mi casa ―se encogió de hombros.

―¡Joder Mai! ¿Qué será lo siguiente? ¿Qué te comías los mocos de bebé? ¡Queremos algo interesante! ―Protestó Sam.

―Me acosté con mi ex, cuando aún estábamos juntos, en la cama de mi madre. Ese día no había nadie en casa ―dijo tímidamente―. Ala, ya lo he dicho.

Bruno la miró asombrado, pues obviamente, desconocía aquella historia.

―¡Ostia! Has pasado de nivel uno al diez en un segundo. Ahora sí que nos lo has puesto difícil al resto, eh, ¿picarona? ―Sonrió Samantha―. El siguiente es Nick, que debe comerse un espaguetti con... Hugo. Como no tenemos de eso, un regaliz. Así que ya sabéis, poneos en pie, manos atrás, regaliz entre ambos y a comer se ha dicho. ¡Y despacio, eh! ―Se mordió la lengua de lado.

Nick y Hugo hicieron lo que la joven les pidió. Cada uno con un extremo del regaliz, comenzaron a avanzar en pequeños mordiscos mientras el resto les miraba. Cuando estuvieron a punto de terminarlo, faltando un pequeño trozo, ambos mordieron al mismo tiempo, haciendo que el regaliz que quedaba cayera al suelo.

―Pues qué se le va a hacer ―dijo Samantha dando una palmada.

A Flavio le tocó confesarle a su hermana, delante del resto del grupo, un secreto sentimental o sexual.

―Buff ―resopló el joven tocándose el pelo ante la atenta mirada del resto―. Hay alguien que me gusta pero no me atrevo a decírselo ―confesó.

―Es muy light, pero bueno, por esta vez te lo pasaré ―dijo Samantha pese a los intentos de protesta por parte de Maialen.

A Eva también le tocó contar un secreto sentimental o sexual, en su casa, a Hugo.

―Pues no sé... Hasta donde sé los sabes... Bueno, hay uno. Pero es una tontería. Hace años le escribí una carta a un chico que me gustaba pero nunca se la llegué a dar ni él lo supo ―y tras decir aquello, se llenó un vaso de chupito y se lo tomó de un trago―. A día de hoy conozco a ese chico y me llevo bien con él, es colega.

La joven miró de reojo a su amiga Anne, que era quien sabía que se trataba de Flavio.

---------------------------------------------------------------------

¡Pues así comienzan los juegos! Pero esto no ha hecho más que empezar.

¿Cómo irá la cossa? ¿Traerá jugar a esto algún tipo de consecuencia? ¿O se aburrirán pronto?

¡Pronto se sabrá en los siguientes capítulos ¡Os espero!

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora