Capítulo 54: Encuentros en el baño

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Eran las siete de la mañana cuando Ana Julieta se despertó. Tenía a Anne abrazada a ella como un koala, así que tuvo que despegarse de la joven como pudo, intentando no despertarla. Cuando por fin lo consiguió, la arropó bien con las sábanas y sacó de su mochila la ropa que se iba a poner.

―¿Qué haces a las siete de la mañana? ―Preguntó Eva restregándose las manos en los ojos.

―Puedes acostarte en tu cama con Anne ―susurró―. Me tengo que ir, tengo que entregar un trabajillo antes de las doce, y me queda mucho aún por hacer.

―Jo, ¿y no desayunas más tarde churros?

―No puedo, otro día ―se disculpó Anajú mientras comenzaba a cambiarse.

Cuando se terminó, quiso despedirse de su amiga, pero la encontró dormida de nuevo, sin ni siquiera haberse tumbado en la cama. Anajú negó con la cabeza y salió de la habitación con la mochila al hombro. Antes de marcharse, iba a entrar al baño a asearse mínimamente antes de salir a la calle, pero cuando llegó a la puerta de este, estaba ocupado.

Javy salió del baño topándose con ella.

―¿Ya te vas? ―Le preguntó el joven.

―Sí, curro. Tengo que entregar una cosa antes de las doce. Y me queda un montón ―dijo haciendo un puchero.

―Yo también me iba ya, si quieres te acompaño ―sugirió.

―Ah, pues guay. Entro un momento al baño y nos vamos, ¿sí?


Dos horas después comenzaba a haber jaleo en la casa, salvo por parte de Vicky, que ya se había marchado a trabajar un rato antes de que el grupo comenzara a levantarse.

―¡Mierda, las nueve! ―Exclamó Eva cuando miró su reloj―. Tenía que ir esta mañana a la universidad a hacer un trabajo ―se llevó las manos a la cabeza.

―¿Por qué haces tanto jaleo?

―Porque son las nueve...

―Es verdad, es muy temprano, vuélvete a dormir ―protestó Anne―. ¿Y dónde está Anajú? ¿En el baño?

―No, se piró hace un par de horas ―Eva ya se había sentado y se ponía unos calcetines―. Voy a pegarme una ducha para despejarme. Tú vete espabilando.

Eva entró al baño sin llamar para comprobar si estaba ocupado.

―¡Ay, perdón! ―Dijo tapándose los ojos pero sin cerrar la puerta―. Perdona, Rafa, no sabía que estabas en el váter.

―Sí, vale, pero cierra, que estoy meando ―protestó el muchacho.

―Perdón, perdón ―dijo cerrando por fin.

Por el pasillo se encontró con Maialen que iba también al servicio.

―Ocupado por Rafa ―comunicó Eva.

―Jo. Ah, pues mientras esperamos vamos a ver qué hacen estos ―dijo señalando la puerta de la habitación de Vicky.

―¿Para?

―¡Despertarles, por supuesto! ―Exclamó Maialen felizmente.

Eva negó con la cabeza sonriendo y caminó hacia la puerta de su tía seguida de Maialen.

―No llames, tú abre ―le pidió Mai.

―Me parece un poco feo ―susurró Eva―. Mejor llamar.

―Pero entonces, ¿qué tiene de guay que le despertemos? Eva, no piensas... Si llamamos a la puerta y les decimos que venimos a despertarles, eso perdería toda la gracia.

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora