Capítulo 43: El banquete

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Mesas cargadas de suculentos platos, los novios entrando al salón de bodas, la gente aplaudiendo. Según Maialen, era una <<auténtica pasada>>.

Numerosas mesas compendian aquel lugar. La mayoría eran redondas, salvo alguna que otra alargada. A Maialen y Bruno no les habían sentado con sus viejos amigos, básicamente porque tras romper con sus respectivas parejas, habían ido perdiendo el contacto con el resto que componían su grupo de amistades. Pero la joven se sentía feliz, ya que había parte de la gente que acababa de conocer minutos atrás y una persona a la que conocían bastante bien.

Al lado de Mai se encontraban Rafa y Eva. El primero sentía curiosidad al descubrir que la chica era vegetariana. Eva escuchaba atentamente la conversación. Al lado de Bruno estaban Cesc y Anne, y al lado de ella Hugo y Nick, quedándose así este último sentado junto a su prima. Eran un peculiar grupo pese a no conocerse bien aún.

―Entonces, que yo me aclare, vosotros dos sois pareja ―Maialen señaló a Nick y Hugo―. Y también vosotros, ¿no? ―Señaló a Rafa y Eva.

Hugo estalló en risas a las que le acompañó Rafa, haciendo que Mai les mirase expectante.

―No. Eva y Hugo son novios ―aclaró Anne.

―Bueno, en realidad nos estamos dando un tiempo ―puntualizó Eva.

―Ah... Yo... No sé qué decir ―fueron las palabras de Maialen.

―¡Qué maravilloso! ―Canturreó Bruno.

―Perdonadle, es que es muy fan de Marisol... ―se disculpó Maialen mientras que con el tacón le daba un puntapié disimuladamente.

A la joven no le importaba que Bruno tuviera aquella actitud en casa, en familia, porque siempre que alguien metía la pata o decía algo incómodo, él saltaba tarareando aquellas palabras de la mítica canción. Pero Mai no consideraba que aquel fuera el momento ni tampoco estaban las personas adecuadas, salvo Cesc.

―Bueno, yo al principio he pensado que tú y tú ―Bruno señaló a Nick y Eva―, eráis pareja.

Eva casi estuvo a punto de atragantarse bebiendo vino, pero no fue a más que a una simple tos y unos sorbos de agua.

―¡Somos primos! ―Exclamó Eva.

―Sí, si luego por lo que hablabais me he dado cuenta.

―¿Y vosotros sí estáis juntos, no? ―Quiso saber Hugo mirando a Bruno.

―¿Ella y yo? ¡Para nada! Somos hermanastros, aunque no de sangre. O sea, mi padre y su madre se casaron cuando ya habíamos nacido ―explicó el joven.

―Vaya, interesante ―respondió.

―¿Y cómo viene ese interés tuyo por Marisol? ―Inquirió Rafael con curiosidad.

―Ehmm, ¿larga historia? ―Fue la única respuesta que recibió por parte de él.

―Bueno, yo no solo soy el padre de Anne ―habló Cesc.

―Ya, también su hermano ―respondió Hugo tranquilamente. Nick le dio un codazo―. ¿Qué?

La mirada de Rafa se dirigió a Cesc y Anne, ya que al parecer era el único que desconocía aquella peculiar información.

―Luego te lo cuento ―le susurró Eva. Él asintió.

―Bueno, como iba diciendo ―Cesc retomó su conversación―. También soy el novio del tío de Bruno ―explicó con una sonrisa.

Anne estaba a punto de llevarse la comida a la boca, dejando el tener a medio camino.

―¡La ostia! Uy, perdón... O sea...

―Lo que quiere decir Anne es que si tienes un hermano de cinco años también, ¿a que sí Anne? ―Intervino Nick.

La joven afirmó sin decir nada más.

―¿Un hermano de cinco años? ¿Desde cuándo? ―Rio Bruno.

―¿Eres hijo único? ―Quiso saber Anne y el chico afirmó con la cabeza―. Y así por curiosidad, ¿qué edad tienes?

―Pues veinticinco ―respondió encogiéndose de hombros―. Y ella también ―señaló a Maialen.

Nick estalló en risas sin que nadie comprendiera lo que le sucedía, y es que, cuando Anne le contó tiempo atrás lo que había descubierto sobre el novio de su padre, ambos habían llegado a especular con la idea de pasear a aquel hijo pequeño que supuestamente tenía cinco años.

―¿Puedes darle una patada en las espinillas a Nick de mi parte? Es que no llego... ―le susurró Anne a Hugo al oído.

El joven que había recibido aquel extraño mensaje miró a Nick y a Anne varias veces sin comprender que estaba pasando ante sus narices. ¿Es que acaso era el único cuerdo en aquella mesa? Al menos eso pensó por unos instantes.

Ana Julieta caminaba de mesa en mesa, cumpliendo todas las órdenes que recibía junto a las ya impuestas de antemano. Aquella boda era un completo infierno. Cuando vio la mesa que le tocaba, se le iluminó la cara. Al menos podía ver por unos instantes a gente que conocía.

―¿Falta por aquí algo de beber? ―Preguntó posando una mano en la silla de Hugo y otra en la de Nick―. Estoy agotada, chicos... ―suspiró―. ¡Qué envidia me dais ahora mismo!

―Jujiti, pues yo sé dar unos masajes muy buenos en los pies, si no, pregúntale a Bruno. ¿Quieres que te lo dé? ―Le preguntó a la joven.

―Te lo agradezco mil, pero es que ahora mismo estoy trabajando... Es más, no debería de estar aquí de cháchara...

―Pero por eso, no te lo voy a decir cuando no estés cansada ―Mai aplicó su lógica―. Vamos, te lo doy disimuladamente...

Anajú estalló en una carcajada, pero calló rápidamente al ver s su jefe mirándola.

―Decidme qué queréis, o me echan y quiero cobrar mi sueldo.

―Yo un vinito, Anajú ―pidió Anne con una sonrisa hacia su amiga.

―Bien, ¿alguien quiere algo más? ―Pero fue la única petición recibida, así que la joven se dirigió a otras mesas preguntando lo mismo.

―Se le ve agotada, ¿no crees? ―Preguntó Hugo a Nick.

―Eso parece... La verdad es que por su cara no parece un trabajo fác... ¿te has comido mi gamba? ¡Que ya la había pelado! ―Protestó Nick.

Como respuesta, Hugo le enseñó la lengua, y mostrando así que la gamba ya iba de camino hacia su estómago, pues ya no se encontraba en su boca.

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora