Capítulo 72: El club de fans

528 33 16
                                    

Eran las ocho de la tarde cuando Nick se miró por última vez en el espejo de su dormitorio. Aquel sábado, en vez de quedar en grupo, lo había hecho únicamente con Hugo. El otro joven había insistido en hacer algo que no quiso desvelarle. Listo y preparado se marchó hacia su casa, ya que era el lugar donde habían quedado.

Unos días antes le había escrito un mensaje Hugo a la cuenta del club de fans pidiéndole un favor, sin embargo, le había respondido diciéndole que se lo pensaría. El mensaje era extraño, no por su contenido en sí, sino por el tipo de favor que le requería. Se trataba de una sorpresa para su propio cumpleaños, donde le pedía subir, el uno de mayo, un vídeo de él cantando para que la gente le conociera. Si decía que sí, se sentía como si se estuviera aprovechando de que Hugo no sabía quién era en realidad, si se negaba quedaría raro ante él, no entendería el porqué. Tenía un dilema entre manos y no sabía cómo resolverlo.

Cuando llegó a la puerta llamó al portero y se quedó esperando a recibir una respuesta. En cuestión de un minuto lo vio aparecer por la puerta llevando consigo varios bártulos y mirando su móvil, el cual guardó nada más salir.

―Habíamos quedado a las ocho, llegas tarde ―fingió quejarse.

―A esa hora estaba ya de camino ―mintió con voz inocente.

―Ya claro, y voy yo y me lo creo ―rió antes de darle un beso en la mejilla para saludarlo.

Nick no supo en aquel momento si había sido su imaginación, pero había notado aquel saludo más largo que otras veces. Se lo devolvió rápidamente para centrarse en la pregunta que a continuación le hizo.

―¿Para qué llevas todas esas cosas? ¿Dónde vamos con eso a cuesta? ―Quiso saber.

―Pues no vamos a llevarlo a cuestas ―dijo comenzando a caminar pero sin explicarle nada más.

―No vas a llevarlo tú solo ―dijo caminando a la par.

―Tampoco dije que yo lo llevaría ―le guiñó un ojo. Ven, mira ―sacó unas llaves de su bolsillo y apuntó hacia un coche, el cual se abrió automáticamente.

―¿Qué haces? ―Preguntó confuso―. ¡Si tú no tienes carnet!

―Yo no, pero tú sí. Es el coche de mi madre y nos lo deja ―comentó felizmente mientras comenzaba a meter los bártulos en el maletero―. Así que toma, tú conduces ―dijo tirándole las llaves, las cuales el otro cogió al vuelo.

―No sé dónde se supone que vamos, ¿y si no me hubiera traído el carnet?

―Como siempre lo sueles llevar en la cartera... ―dijo mientras abría la puerta del copiloto―. Te taparía los ojos para que no sepas donde vamos, pero no creo que sea seguro eso ―dijo riendo―. Siéntate, el GPS y yo te guiaremos.

Nick se encogió de hombros y negó con la cabeza.

―No sé para qué te hago caso ―farfulló sentándose en el asiento del conductor.

Hugo y Nick llegaron rápidamente al lugar que el primero había indicado. Ambos se bajaron del coche y contemplaron las vistas de la ciudad.

―¡Esto es precioso! ―Exclamó Nick―. Ha sido buena idea venir al mirador ―afirmó.

―Es muy guay ver anochecer desde aquí ―afirmó Hugo―. Y luego cuando oscurezca se ven genial las estrellas, es una zona poco habitada y se nota que no hay mucha contaminación, así que se ven genial ―dijo sonriente.

Ambos se quedaron un rato junto a la barandilla mirando la ciudad y como poco a poco la tarde desaparecía para darle paso a la noche.

Cuando Hugo miró el reloj de su móvil observó que eran las diez.

La teoría del IvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora