10

50 7 2
                                    

¡Dios mío esta comida esta tan rica!— decía Louise mientras engullía todo lo que tenía en su plato, Clarisa por su parte solo revolvía la comida con su cubierto, estaba tan nerviosa, no se había detenido a pensar en el momento en que viera de nuevo a Enrique, pero ahora que el momento estaba tan cerca, su estómago esta revuelto, muchos años habían pasado pero aún sentía que a Enrique no le alegraría tanto tenerla de vuelta, menos después de leer la respuesta de Nicolás donde decía que no lo había tomado tan bien

Clarisa, debes comer— le dijo su amiga, dándole apoyo con un apretón en el brazo

Estoy muy nerviosa— respondió ella sincera

No sé lo que es tener un hermano como Enrique, Clarisa — comenzó Louise — pero ve el lado positivo de las cosas— ésta la miró, esperando que terminara, la otra tenía un brillo en sus ojos, de esperanza — ¡Estarás con Nicolás de nuevo!— sin embargo, más que emocionarse con sus palabras sólo agachó el rostro

Enrique no nos dejará estar juntos aunque quisiéramos— estaba segura que si se enteraba de los sentimientos que ambos tenían el uno por el otro explotaría de rabia y la enviaría, esta vez a Rumania

¡Que se pudra Enrique! — Dijo en voz alta haciendo que las personas de otras mesas giraran a verlas, Clarisa avergonzada se hundió más en su silla —Lo siento, me alteré

No sé qué esperar de él— volvió a hablar luego de unos segundos

Clarisa... si no te vas a comer eso...— habló Louise mirando el plato de su amiga quien no había probado nada. Esta lo empujó hacia ella, definitivamente no tenía hambre y por supuesto que Louise no dejaría que se perdiera

Luego de comer, bueno, de que Louise comiera, cada una tomó un taxi diferente, despidiéndose antes, la buena noticia era que Louise se había mudado ya, así que no se separarían demasiado, le indicó al taxista la dirección que se sabía de memoria y este tardó unos veinte minutos en llegar, su casa lucía tal y como la recordaba, fría, blanca, y espaciosa. En la entrada, la verja era más grande, había un hombre que no reconocía, con expresión dura y de pocos amigos, el uniforme le indicaba que era el vigilante, se acercó a él

Mi nombre es Clarisa Evans— habló, tratando de alzar un poco la voz, pues por lo general su tono era bastante bajo

Nunca me hablaron de alguien con ese nombre— su corazón se paralizó por un momento y casi rompe a llorar, por unos segundos se mantuvo en silencio, pensando un poco en que hacer

¿Sofía aun trabaja aquí? — preguntó con la voz quebrada, intentándolo de nuevo, pues si aún estaba allí, pediría que la llamasen

La señora Sofía murió hace dos años— como unas dagas justas y directas a su corazón, aquellas palabras salieron sin un ápice de sentimientos ahora sí que no iba a aguantar, cada palabra que salía de los labios de ese hombre la rompía más

El hombre le hablaba de una forma tan fría que no dudaba que fuera Enrique quien le haya enseñado a actuar así. ¿Qué iba a hacer ahora? El señor del taxi había dejados sus maletas a un lado de la verja y se había marchado. Sabía que su mamá no estaba en casa, tenía entendido que Enrique al cumplir la mayoría de edad la había enviado a una casa hogar para tratar su depresión

Escuche señorita, no puedo dejarla entrar sin una autorización. Le voy a pedir que se retire— escuchó como el hombre la despachaba de su propia casa, se mantuvo en su lugar, con los ojos cristalizados, al borde del llanto y las manos pegadas al pecho.

AUNQUE PASE EL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora