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El reloj marcaba la una de la madrugada cuando llegaron a casa, esa no era una buena hora para hablar, en la madrugada las personas tienden a sincerarse más de lo debido, tienden a decir cosas de las que al día siguiente se cuestionan por haberlas dicho, cuando estaba en el internado Louise siempre la obligaba a desvelarse, haciendo especies de "pijamada" así las llamaba, en las que por alguna extraña razón siempre terminaba contándoles cosas acerca de su vida, de su familia, de todo, ella también compartía cosas, Clarisa siempre pensó que en las madrugadas una especie de polvo de la sinceridad era esparcido para que, aquellos que estuviesen despiertos hablaran sobre las cosas que a la luz del día no podría hablar, le había pasado lo mismo con Nicolás, cuando la encontró, la madrugada había sido testigo de sus confesiones, por aquella razón no sabía si estaba preparada para oír a Enrique sincerarse si es que llegaba a hacerlo, tenía miedo de que la hiriera, no físicamente, si no verbalmente, a veces las personas no se dan cuenta pero las palabras duelen incluso más que los golpes

Enrique entró a la casa sin decir absolutamente nada, aquello la ponía ansiosa, estar a la espera de que estallara o simplemente le dijera un "lárgate", necesitaba que le dijera algo, no podía esperar más, así que se atrevió ella a dar el primer paso

Enrique— el chico detuvo su paso al oírla, ella hiso lo mismo

Necesito café— de nuevo reanudo su paso directo a la cocina, quería seguirlo, estaba tan confundida, quería hablar con él, pero ahora resulta que quiere café, cerró sus ojos y respiró profundamente, reuniendo toda la paciencia que pudiese tener, sabía que la necesitaría en el momento que Enrique decidiera hablar, se sentó en el sofá de la sala, le daría tiempo a su hermano para aclarar sus ideas, quizá necesitaba un poco de tiempo a solas antes de enfrentarse a lo inevitable que era tener una conversación con ella, estuvo meditando las palabras que le diría, no sabía que esperar de él, durante las últimas semanas estuvo tratándola como a una cualquiera, como si no perteneciera a ese lugar, aunque por leves, muy leves lapsos de tiempo había pensado que de cierta forma se preocupaba por ella, pero es que él era tan impredecible con sus acciones, esperaba que toda la conversación los llevara por lo menos a aceptarse, a que la aceptara, porque ella realmente o amaba y estaba dispuesta a luchar por él, aún mantenía los ojos cerrados cuando lo oyó salir de la cocina con una taza humeante de lo que supuso era el "café que necesitaba"

Estaré en mi oficina— ella se puso de pie, siguiéndolo aunque no se lo haya pedido, la presencia de Enrique era tan imponente, él era mucho más alto que Nicolás, siempre lo había sido, caminaba con seguridad a diferencia de ella que retorcía sus manos con nerviosismo, abrió la puerta de la oficina dejándola entrar de primero y cerrándola luego de haber entrado, se sentó en su silla y aun con esa expresión fría en los ojos señaló la del otro lado, invitándola a tomar asiento, pero no acepto, si lo hacía, se sentiría aún más pequeña de lo que era, se quedó de pie en el medio de la oficina

¿Me dirás algo? — quiso saber la rubia desde su lugar, su voz había sonado mucho más baja de lo que quiso y pensó que quizá Enrique no la oyera, mucho más porque mantenía el rostro en dirección al suelo

No, eres tú la que debes explicarme todo— tomó valentía para mirarlo ¿explicarle todo? ¿Qué quería que le explicara?

No sé qué- comenzó pero Enrique la interrumpió

¡Quiero que me expliques porque tenías que mentirme! ¡Porqué era más fácil ocultarme todo esto y jugar al teatro! — Su voz sonó con tanta fuerza que ella se encogió en su lugar —Quiero que te sientes y hables conmigo— señaló la silla frente a él, esa era su forma de pedir algo, aunque no quisiera sentarse lo hiso, tomó el espaldar de la silla y la corrió un poco, alejándola del escritorio y se sentó

AUNQUE PASE EL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora