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Era un gran día para ambos, Nicolás radiaba de felicidad, siempre se sentía feliz cuando sabía que la vería, no podía negar lo enamorado que estaba de Clarisa y se sentía muy feliz por ella, por haber logrado aquello que quería, ni un solo segundo dudo de ella, miro el reloj de la cocina y se percató que se le había hecho tarde para el trabajo

¡Ay por Dios! — dijo y apresurado tomó las llaves sobre la mesa, una manzana de la nevera y justo antes de salir acomodó su corbata en el espejo de la sala, volvió a sonreír a su reflejo y salió del apartamento asegurándolo, no importa si llegaba tarde, nada iba a arruinar su felicidad de hoy, mientras esperaba el ascensor sacó el celular del bolsillo de su pantalón y marcó un texto para Clarisa

*Cuán afortunado seria el mundo si el sol pudiese brillar como lo haces tú, Cuán afortunado soy yo por merecer tal brillo... Te Quiero, nos vemos más tarde*

Después de confesarle su amor por la poesía a Clarisa ya nada le impedía escribir miles de versos para ella, lo disfrutaba mucho en realidad.

*También te quiero Nicolás, también soy muy afortunada de poder estar a tu lado*

Su sonrisa se ensanchó al leer la respuesta y de nuevo guardó el celular, llego entonces el ascensor y subió en él, marcando el botón del estacionamiento donde estaba su auto guardado, una vez llegó allí lo montó y se dispuso manejar a su trabajo, colocó la radio y subió el volumen a la emisora, iba cantando y disfrutando de su día, no hacía calor ni frío, el clima era algo así como su estado de ánimo, perfecto. Mientras esperaba ansioso a que llegara la tarde, su viaje no fue muy largo, algunos semáforos en rojo fueron los únicos que retrasaron un poco más su llegada, pues para su sorpresa no había tráfico, mientras conducía vio la gente andar en bicicleta, eso le hizo pensar en que debería hacer ejercicio, hace mucho no lo hacía, digamos que el día estaba siendo hermoso. Luego de unos veinte minutos manejando llegó al gran edificio en el que trabajaba

Ey Nicolás, te ves radiante— dijo Betty una de sus compañeras y gran amiga con una sonrisa cuando lo vio llegar con la manzana en la mano y la sonrisa en el rostro

Soy muy afortunado Betty— le respondió él guiñándole un ojo, la chica rio ante su comentario, muchos en la empresa lo querían, era un gran chico siempre ayudando al que lo necesite, aunque él estuviese teniendo un mal día siempre estaba sonriendo, cruzó las puertas de su oficina y se sentó en el escritorio, antes de comenzar a trabajar terminó su manzana, no es el mejor de los desayunos pero con eso podía aguantar hasta medio día.

Por su parte Clarisa no había borrado la sonrisa que había ocasionado el mensaje de Nicolás, aun no se acostumbraba a su forma de alagarla pero le encantaba, eso le hizo pensar en su hermano y el recuerdo del día en que se enteró de lo suyo con Nicolás, definitivamente había sido uno de los peores días de su vida, rápidamente borró ese recuerdo y se enfocó en la alegría que sentía en su corazón cada vez que Nicolás la abrazaba, cuando besaba su frente con amor o cuando sus ojos se posaban en ella como si no hubiese nadie más en el mundo y es que así mismo sentía ella que era Nicolás, la única persona que existía, cuando estaban juntos el resto del mundo se detenía. Miró la hora en su celular que marcaban las siete con treinta, era bastante temprano, se había despertado por el sonido de su celular, pero eso no importaba ahora, dejó el celular sobre la mesita de noche a su lado y se levantó de la cama dirigiéndose al baño para asearse.

***

Golpecitos en la puerta lo distrajeron de su trabajo, levantó el rostro con dirección a ella y desde su lugar dijo en voz alta —Pase— el rostro de su compañero Pedro se asomó

Ey Nicolás, tenemos una reunión en... — dijo mirando el reloj de su muñeca —Quince minutos Nicolás asintió hacia él

AUNQUE PASE EL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora