Capítulo 1.
Mi mirada se posó fríamente sobre el menú del restaurante. Verdaderamente no tenía pensamientos en éstos momentos. Solamente di un rápido vistazo a éste, y le hice de lado. Posé de nuevo mi vista sobre la mesa de roble que se encontraba frente a mí.
Había sido una tarde larga. ¿Una tarde larga? Una vida larga. Me retracto siempre luego de decir eso. Sí, todos llev...amos una vida dura. Eso lo sé. Pero aún siento ese vacío dentro de mí.
Ese punto y aparte que tanto mal me hace. Ese hueco que me inunda, que me ahoga, y que me asesina por dentro. Pero de algo estaba segura. En algún lugar del universo, había alguien allí afuera, que también siente ese hueco. Y ese hueco soy yo. Y esa persona es mi vacío.
-Hola. -Una voz masculina inundó mis oídos de su exquisito porte. Había sido una de las voces más hermosas que había escuchado jamás.
Sin querer alzar la vista, respondí.
-Hola. -Estaba verdaderamente desanimada.
No tenía ganas de absolutamente nada que no fuese una nueva vida. ¿Dónde estaba esa nueva vida que yo anhelaba?
-¿Quieres algo? ¿Tal vez comer algo? ¿Beber algo? -Preguntó la misma voz. Te juro que quiero mirarte, pero ni de eso tengo ganas en éste rotundo día.
-Un café está bien.
Escuché un par de pasos alejarse, y refugiarse detrás de mí, en la cocina del café. Genial. Ahora tendría más tiempo para pensar, y menos para hablar. Hablando de mis padres... son maravillosos. Ellos no tienen la culpa de cómo me siento. Mis tíos menos. Mis primos tampoco. La culpa la tendría yo misma. Vamos, soy yo y nadie más que yo la culpable de lo que siento, y de cómo me siento.
Y cómo no me siento.
Bajé mi vista, y así permanecí. Tenía miedo de mirar hacia el frente.
-Aquí está tu café.
-Gracias.
Sentí como mi pedido estaba siendo posado frente a mí con suavidad. Entonces alcé la vista. Observé como una mano masculina depositaba sobre mi mesa una taza de café bastante caliente. Rápidamente alcé la vista. Había unos ojos miel.
Un fuerte golpe al estómago me hizo bajar la vista. Sonreí. Fruncí el ceño en el momento en que observé de nuevo las manos del chico. Sus muñecas.
Tenía muchas cicatrices. Negué suavemente, antes de alzar mi vista rápidamente.
-Gracias. -Dije, mientras observaba la tarjeta del chico más hermoso que había visto en mi vida. -Gracias, Luhan.
-Buscaría una tarjeta con tu nombre escrito, pero como tú no tienes una... ¿a quién debo pedirle que no me dé las gracias?
Sonreí suavemente.
-______.
-No hay de qué, _____. -Murmuró con una pequeña sonrisa sobre sus delicados labios, y se alejó suavemente.
¿Qué estaba esperando? Quería exclamar su nombre. Quería saber el por qué de esas cicatrices. Me sentí tan mal. Negué, y negué; me creía en un sueño. Me había sentido muy atraída por él. Era tan hermoso... ¿cómo alguien así podría lastimarse? ¿Cómo?
Sentí un enorme nudo en la garganta.
______, debes calmar. Le conoces hace tres segundos y ya lloras por él. Por alguien que no conoces. Calma, calma, calma.
Luhan. Repetí su nombre en mi mente. Mis mejillas dolían. ¿Por qué lo hacen? Oh, ya lo sé. Cada vez que recuerdo su nombre, yo sonrío.
Cielo santo... ¿qué me sucede?
Rápidamente di un sorbo a la taza de café que Luhan había traído para mí. Quería solamente volver a mirarle a los ojos. Aparté la taza de café de mí, tan lejos como para que él pudiese notar que estaba por retirarme. Dejé un par de billetes sobre la mesa, y aguardé allí.
Comencé a juguetear con mis manos, mientras pensaba. Está bien que yo sea insegura... pero que alguien como él se lastime... ¿cómo es eso posible? Sé que no le conozco, pero siento necesidad por hacerlo. Será porque le encuentro lindo. Será porque mi corazón no ha dejado de sentirse acelerado. Tal vez por eso será.
-¿Has terminado? -Me interrogaron.
Yo asentí.
-Sí.
-Lo retiraré entonces.
Alcé mi vista, ocasionando que él sonriera hacia mí. Me sentí halagada, aunque él no hubiese dicho palabra alguna.
-¿Estás bien? -Me preguntó.
-Quisiera poder decir que sí. ¿Qué hay de ti?
-Es tan fácil para mí responder que no.
Alcé mis cejas, mientras él dejaba de lado la taza de café, y jalaba de la silla.
-¿Me puedo sentar? -Yo asentí.
«Por favor» le rogué en mi mente. Sonreí para mí misma en el momento en que finalmente se sentó. Estábamos frente a frente. Escondió sus manos en los bolsillos de su ropa, y bajó la mirada.
-Hay días bastantes duros.
-Te comprendo.
-Pero, no te quiero aturdir. No quiero que sea tu primera impresión de mí.
-Tengo una buena impresión de ti, ya. -Le sonreí.
-¿Ah, sí?
-Sí.
Él sonrió.
-Me ayudaron las falsas sonrisas.
-¿También eres fan de ellas?
Alzó sus hombros.
-A veces es lo único que queda.
-Nunca te vi por aquí. -Sonreí.
-Soy nuevo aquí. -Sonrió. -No aquí en la ciudad, aquí en el café. Busco pasar tiempo fuera de mi casa.
-¿No te gusta estar en casa?
-Lo detesto.
Mordí mi labio inferior, mientras él rascaba su castaña melena con su mano derecha. Sus muñecas quedaron reveladas frente a mí en el momento en que juntó sus manos frente a mí. Mi vista se posó sobre las cicatrices de sus muñecas.
Creo que él lo notó, puesto que bajó sus manos de la mesa rápidamente, y se levantó de la silla.
-Debo irme ya. -Dijo rápidamente, mientras tomaba la tasa sobre sus manos, y se alejaba rápidamente del lugar.
-Fue un gusto hablar contigo. -Murmuré, mientras él se alejaba poco a poco. Se frenó sobre sus pies suavemente, y se giró hacia mí.
-Fue lindo no tener que fingir una sonrisa contigo. -Sonrió.