Capítulo 22.
Y en ese momento, me sentí tan capaz de hacerlo todo. Me sentí tan capaz de ir a casa de Luhan, y de hacer lo inimaginable. Me sentí tan... irradiaba dolor. Habíamos llorado tanto los dos, que permanecimos dormidos allí, abrazados el uno al otro.
Desperté a la mañana siguiente aún con las piernas aferradas a su torso, y él aún me abrazaba tan fuerte como la noche pasada. Abrí los ojos suavemente, y me di cuenta de que aún permanecíamos sobre el suelo. Había algo a nuestro lado: una pizza.
Sonreí un poco.
Moví el hombro de Luhan un poco, y sus ojitos se abrieron, y brillaron junto a los míos.
-Buenos días, cariño.
-Buenos días, princesa... -murmuró como primer cosa de la mañana-. ¿Me odias aún?
Yo le observé, y negué con una pequeña sonrisa.
-No, yo no te odio. Al contrario.
-Pero sigo siendo un idiota.
-Tampoco.
Rió.
-¿Me defenderás toda la vida?
-Te dije que cuidaría de ti, y que te curaría.
Sonrió, y observó mis labios por un par de segundos. Amaba, y odiaba que hiciese eso. Me encantaba. Mordí mi labio sin querer, y él hizo gesto de sorpresa.
-¡Eres tan mala persona! -rió.
-¿Por qué lo soy?
-Muerdes tu labio frente a mí.
-Sí, ¿y?
-¿Y? Los envidio -sonrió.
La puerta se abrió de pronto, y ambos nos pusimos de pie muy rápidamente. Era el tío de Luhan. Avergonzados, Luhan sonrió falsamente, y yo tosí.
-Hola, chicos -dijo, ocultando una carcajada.
-Tío, pudiste haber tocado la puerta -rió.
-Está bien, estaban igual desde la noche de ayer. Oh, y su pizza está allí. Tomé un pedazo -rió, antes de salir de allí, y cerrar la puerta detrás de él.
Luhan se aproximó hacia la caja de pizza, le abrió, y pudimos divisar cómo era restante de un trozo.
-Me las pagará... -murmuró.
Yo reí.
-Luhan, ven a casa -solté de pronto, y sin pensar mis palabras.
-¿A tu madre le agradé? -preguntó curioso, y con una enorme sonrisa, recordando su visita de la tarde de ayer. Yo le asentí muy eufóricamente.
-¿Agradarle? Se enamoró de ti... -bromeé, mientras él caminaba hacia mí, y yo caminaba en mi reversa. Topé sobre la cama, y terminé recostándome sobre ella. Él se recostó sobre mí, y estuvo a tan sólo dos centímetros de mi cuerpo.
-¿De verdad? ¿Y alguien más también lo hizo?
-Hace mucho que sí... -le dije.
-Conozco a alguien que también se enamoró... -murmuró.
-¿De verdad? -le sonreí.
-Sí.
-Dímelo.
Él me observó por un par de segundos, y después, me musitó:
-Estoy enamorado de ti.
Yo le sonreí.
-Y yo estoy enamorada de ti.
Me aferré a su espalda, y él me besó. Me besó diciendo que todo estaría mejor para los dos. Me besó como diciendo que él era mi felicidad, y yo lo sabía. Él era mi completa, y única felicidad.
Un gesto de dolor se plasmó sobre su rostro.
-¿Qué sucede, cariño?
-Nada, no sucede nada.
Después de pensarlo por un par de minutos, le observé a los ojos, y le dije:
-Quítate la camiseta.
Él me observó entre risas, y finalmente, supo por qué se lo pedí. Se quitó la camiseta por encima de los hombros, y la arrojó lejos. Finalmente, se giró, y me permitió observar.
Había tanto daño. Tantos golpes, y moretones. Tanto dolor en ella. Los músculos de su espalda, que me causaron un enorme golpe al estómago, y una vuelta completa de éstas, me robaron un suspiro.
-Estás muy lastimado -le dije-. Hay que ir al médico.
-¿El médico? estoy bien -sonrió-. Dijiste que tú me curarías.
-Vayamos a casa, entonces.
-¿A casa? Tu madre va a preocuparse -me dijo.
-Deja de hablar, y vayamos a casa.
Él asintió. Se puso de pie, y caminó en busca de su camiseta. Se la colocó una vez más, y finalmente, ambos salimos de allí. El tío de Luhan le tomó colocándose la camiseta por encima de los hombros, y nos sonrió suavemente.
-¿A dónde van, chicos?
-A casa -le respondí.
-¡Chicos, se toman las cosas muy deprisa! -exclamó hacia nosotros, mientras ambos nos carcajeábamos.