Capítulo 20.
-Es hora de despertar, cariño... -escuché a alguien decir, mientras mi hombro estaba siendo movido muy suavemente. Abrí los ojos con delicadeza, y finalmente, observé a mamá sonreírme.
-Buenos días, mamá.
-Hola, querida. ¿Hoy no saldrás con Luhan? -me cuestionó.
-¿Te enamoraste de él, mamá? -le cuestioné entre risas, mientras colocaba una almohada sobre mi cabeza, y me estiraba un poco.
Ella soltó una enorme risotada.
-¿No saldrán?
-Durmió en casa de sus padres.
-¿No dijiste que tenían problemas?
-Sí, hace rato atrás los tuvieron. Pero, anoche él iba a regresar... están poniéndose a prueba.
-Ojalá las cosas le hayan resultado.
-Sí.
-Y entonces, ¿él no duerme allí regularmente?
-No, mamá. Solía dormir en el café -dije, poniéndome de pie, y caminando hacia el baño para lavarme el rostro. Ella soltó una tremenda risotada.
-¿Trabaja en el café? ¡Querida, con razón tu adicción al café! ¡Más bien eras adicta a Luhan! -se carcajeó.
-¡Mamá! -reí fuertemente, y ella se retorció un poco. Finalmente, se puso de pie, y desde la puerta me exclamó:
-¡Viciosa de Luhan!
-¡Mamá!
Aún riendo, salió de allí, y cerró la puerta detrás de ella. Aún avergonzada, me miré al espejo, y sin dejar de reír, le enjuagué a la perfección. Me duché, y vestí para ir a ningún lado. Al terminar, corrí hacia mi cama, y tomé el teléfono móvil entre ambas manos.
No había ninguna llamada.
Bueno, quizá Luhan aún permanece allí.
Pero, las horas pasaron, y aún no había señal de él. Quise llamarlo, pero temí molestarlo. Temí que sus padres le fuesen a regañar por ello. Simplemente tomé mis cosas, y me decidí por encaminarme al café. Tal vez él estuviese allí.
-¿Saldrás?
-Sí, mamá -reí.
-¿A dónde?
-Por un poco de mi adicción -le dije en un guiño, y ella rió una vez más.
Me encaminé hacia el café. De nuevo los pensamientos me atacaron, y tan sólo deseaba besar a Luhan de una vez por todas. Deseaba con todo el corazón que los problemas en casa hubiesen terminado, y que él estuviese muy feliz con ellos, como en los viejos tiempos.
Deseaba que Luhan tuviese ese cariño y amor de familia. Ese apoyo que ellos también pudiesen brindarle.
Sin darme cuenta de cómo, ya yacía frente al café. Sonreí en el momento en que el aroma a aquellos deliciosos granos de café se impregnaron hacia mí, y sonreí hacia el tío de Luhan.
-Buenas tardes -le sonreí.
-Buenos días, bonita -él sonrió-. Hoy vienes un poco más tarde de lo normal.
Yo le asentí.
-Así es, estoy en busca de Luhan -le sonreí.
Él me indicó hacia la parte de atrás del café, y de nuevo, sonrió. Volvió a barrer con la escoba la superficie, como lo hacía antes de ser interrumpido por mi parte.
Abrí la puerta del café, y pude percatar cómo el lugar estaba más oscuro de lo normal. Quise prender la luz, pero primero decidí asegurarme de que él no dormía. No dormía... estaba allí, recostado sobre la cama, y mirando hacia el techo, como yo normalmente lo hacía.
Coloqué mi bolso en una de las sillas, y me encaminé hacia él.
Supo que estaba allí, porque se giró hacia mí, y me sonrió desde el lugar.
-¿Cómo sabes siempre dónde encontrarme? -rió.
Me alcé de hombros, y me recosté a su lado. No esperaba que él me dijese nada, así que solamente me abracé a su pecho, y él me abrazó con fuerza.
-¿Cómo salieron las cosas en casa?
-Bien -dijo rápidamente, y besando la parte posterior de mi cabeza.
-¿Sí?
-Sí.
-Cuéntamelo todo.
-Las cosas salieron bien, como no lo esperaba -dijo feliz, mientras me abrazaba más fuerte, y permanecía mirando hacia el techo.
-¿Qué haces aquí con la luz apagada y como un verdadero ermitaño?
Soltó una pequeña risa.
-Lamento no haberte llamado... -susurró-. Es solo que, recién regresé de casa.
-Está bien, Luhan. Estoy feliz de que las cosas te hayan resultado -le dije, ocultando mi rostro sobre su cuello, mientras él me abrazaba con todas sus fuerzas.
Él no dijo nada más. Supongo que estaba agotado.
-¿Hoy no tienes turno?
Gimió suavemente.
-Si lo tenía, mi tío lo hará por mí. Hoy estoy contigo -dijo.
-Puedo irme, y regresarás a trabajar.
-¡No! -exclamó.
Yo reí, mientras subía sobre él, y le observaba de frente.
Me observó, y le observé. Nos miramos por unos minutos, y después de ello, acarició mi mejilla con un solo dedo. Su dedo índice.
-Tienes unos ojos tan bonitos.
-¿Tú crees?
-Sí. Todo en ti es bonito.
-Eres un mentiroso.
-Tienes razón; todo en ti es hermoso.
Yo reí apenada, y le besé los labios con suavidad.
-Quédate conmigo, ¿sí?
-Estoy aquí.
-Sí, pero... quédate conmigo. Para siempre.
Curveé los labios con suavidad, y sus ojos brillaron hacia mí. Acaricié su mejilla con suavidad, mientras él jugaba con mi cabello. Sus ojos obscuros brillaban para mí. Era como si todo lo que él hiciese, lo hiciese por y para mí.