Capítulo 37.
La mañana llegó más pronto de lo que creíamos. Al levantarme, alcé la vista para darme cuenta de una sola cosa. Durante la noche, Luha y yo nos habíamos tomado de las manos, y aún permanecíamos de éste modo. Sonreí para mí misma, y lo hice aún más al observarle a él allí. Observándome.
-Buenos días -me susurró.
-Buenos días -le dije, y su rostro se tornó en una enorme sonrisa.
Estiré mi mano hacia su cabello, y sonreí viva. Dios me había dado la oportunidad de despertar a su lado una vez más. Estaba conmigo. Estábamos juntos una vez más, y nada más parecía importarme.
-Tu mano sigue entrelazada a la mía.
-Sí, te dije que lo estaría siempre -me dijo.
Yo reí.
-Quiero salir ya de aquí.
-Yo también -me dijo, y parecía ansioso.
En poco tiempo, los chicos no tardarían en hacer su visita, y el tiempo correría aún más rápido. Me preocupé por él entonces. Quería saber si había comido antes de que yo despertara, o si algo le dolía.
-¿Cómo estás? ¿Dormiste bien?
Soltó una pequeña risita.
-Tomaste mi mano toda la noche. ¿Cómo no iba a estarlo? Tú no has comido. La enfermera vino hacia mí un poco más temprano y me ofreció comida. Comí, y le pedí que te trajera algo. No deberá tardar mucho.
-Estoy bien. No necesito comer ahora.
-Claro que necesitas, y no saldremos de aquí hasta que comas.
-Sí, señor.
¿Me estaba amenazando? ¿Qué tan importante sabía que era para mí?
Minutos después, una enfermera apareció por el lugar con una bandeja sobre las manos, y su uniforme perfectamente planchado. Admiraba mucho su trabajo. Con una enorme sonrisa, de esas de verdad, esas que no debes fingir, porque amas lo que haces, y haces lo que amas, caminó hacia la mesita de noche de un lado de la cama de hospital, y le depositó con cuidado.
Luhan le agradeció con una enorme sonrisa, y la enfermera se giró hacia mí.
-El chico se preocupó por usted -dijo-. Más que de él mismo, así que debería comer. Luce cansada.
Ella parecía feliz. Supongo que Luhan le había hablado un poco de mí, y eso me hizo sentir nerviosa. Luhan me ponía los nervios de punta. Yo asentí, y le di las gracias con el brillo de mis ojos. Minutos después, observé cómo el médico abría la puerta muy suavemente, y caminaba hacia Luhan.
-Buenos días -dijo el médico, y sin más, se aproximó hacia Luhan.
-Buenos días -le mencioné junto con Luhan, mientras parecía un tanto nervioso.
Nervioso lucía adorable. Quizá le temía a la enorme jeringa que revelaba la vestimenta del médico a través de su bolsillo. Rápidamente desvió la vista, y la posó sobre sus ojos.
-¿Podré salir?
-En cuanto el medicamento termine de serte dado -dijo, haciendo una pequeña pauta, y mirando aquel enorme aparato que sostenía una de las agujas en la mano izquierda de Luhan-, tú saldrás de aquí.
Luhan celebró con una enorme sonrisa, y me observó rápidamente. Me observó en una de esas miradas de: lo hicimos, pero lo hicimos juntos. Una de esas miradas que te decían que todo estaría bien, porque el destino así lo quería. El destino, y el corazón.
El médico sabía de ésta emoción. Supongo que dar buenas noticias a los pacientes era algo que amaba hacer, y valía la pena luego de dar malas noticias a otros pacientes.
En ese momento, suspiré aliviada. Me senté en uno de los sofás, y di un pequeño sorbo a aquel jugo de naranja de un lado.
-Hace días que no bebes café -Luhan dijo, observándome de pronto-. ¿Cómo no te has vuelto loca?
-Oh, descuida -dije en una sonora carcajada-. En éstos días, tú supiste cómo volverme loca.