Capítulo 3.
No le iba a mentir. No quería mentirle. Le negué. Le negué muy rápidamente, mientras él, por reacción, me abrazaba fuertemente. Fue el abrazo más lindo y sincero que nadie jamás había tenido la capacidad de darme.
Sintió mi pánico en el momento en que Etan entró a la cafetería, la cual estaba a punto de cerrar, ya que las sillas ya se encontraban sobre las mesas. Le observé tomar una entre sus manos, y arrojarla hacia el suelo con tanta fuerza que el sonido llegó a cruzar la calle. La silla cayó sobre mi pie izquierdo, provocándome un dolor inexplicable.
-Disculpe, señor. Le pediré que se vaya. Éste no es el lugar. -El gerente le susurró suavemente, mientras colocaba una mano sobre su pecho, y le impedía llegar hacia nuestras posiciones. No quería abrir mis ojos.
Al contrario, los apreté. Los apreté, y me apegué al pecho de Luhan. Estaba en paz. Era extraño... porque jamás había sentido ésta paz al estar con alguien. Mi corazón latía muy rápido. Pero, no era por la presión del momento. Era porque me abrazaba a él.
-Dijiste ser muy valiente, ¿cierto? -Él murmuró.
-¿Quién es éste idiota? - Luhan le murmuró al gerente, quien sólo continuaba haciéndole regresar.
-Sal de aquí, Etan. -Le murmuré, mientras yo, de una vez por todas decidía enfrentarle. Caminé hacia él, y le hice regresar. -Por favor. Ya, estoy cansada. Estoy muy cansada. Ya no quiero que me lastimes. -Le rogué.
Sentí como su mano se posaba una vez más sobre mi muñeca, y jalaba suavemente de mí. Ésta vez, con más precaución. No quería apartarse de mí ésta vez.
-Que la dejes en paz, idiota. - Luhan le exclamó desde su posición, mientras con su mano derecha golpeaba su brazo, y éste dejaba de hacerme daño. Etan le observó a ojos ciegos, y negó con suavidad.
-¿Quién lo dice?
-Sólo haz lo que te digo.
Él rió.
Retrocedió un par de pasos, a paso lento, y a la vez, sin querer hacerlo. Terminó por salir rápidamente del lugar, dejando allí solamente el sonido de la campanilla de encima de la puerta.
Caminé hacia la puerta, negando y aún con la presión del momento. Comencé a llorar, y me tumbé sobre el suelo, apegada hacia la puerta, y con las rodillas abrazadas a mis brazos. Mi tobillo latía y dolía a un punto ciego que me afectaba más de lo que creí.
Escuché como un par de pasos se alejaban, y otros se dirigían hacia mí. Sentí un cuerpo dejarse caer sobre mi lado, y sin decir nada, posar su mano por encima de la mía.
-Déjame ayudarte. -Le escuché murmurar, mientras con ambas manos me hacía levantar, y me hacía apoyar sobre sus brazos. Sosteniéndome firmemente por la cintura, me hizo caminar hacia uno de los sofás del lugar.
Me hizo sentar sobre uno de ellos, y se sentó justo a mi lado. Tomó mi pierna izquierda con ambas manos, y le hizo elevar, colocando así mi tobillo en lo alto.
-No llores. -Me susurró, mientras pasaba su dedo pulgar por debajo de mi ojo, y se llevaba así mis penas.
-Gracias. -Le dije, con una sonrisa de verdad. Él me sonrió de vuelta.
-¿Por qué?
-Por preocuparte por mí. Gracias. Y gracias, por alejarle de mí.
Sonrió una vez más.
-No hay de qué, _______. -Dijo, provocando una automática sonrisa sobre mí. Recordaba mi nombre. -Dime qué hacía ese patán persiguiéndote a éstas horas de la noche. -Murmuró suavemente.
-Es mi novio. -Le susurré.
Él alzó sus cejas, y me observó.
-Disculpa, pero... no parece que se quieran mucho.
-No nos queremos. Yo lo odio. Lo odio tanto, y lo detesto. No hace más que provocarme cicatrices y moretones, y nada más que lágrimas y malos dolores de cabeza.
-¿Ese inútil te ha tocado alguna vez? -Le miré a ojos aguados. Él miró hacia el suelo, y comenzó a juguetear con sus manos. -Me alegra haberle golpeado.
Yo reí sin querer.
- Luhan, fue algo muy lindo.
El gerente del lugar corrió hacia nosotros con un par de trapos sobre sus manos, y una botella de agua. Además de algodón, y de un kit de emergencia que me pareció adorable. Se lo extendió a Luhan, y caminó fuera del lugar. Me dirigió una sonrisa, al igual que yo a él.
-¿Creíste que volveríamos a vernos?
-Bueno, no pensé llegarías a ser mi héroe.
Rió suavemente, mientras removía mi zapato, y humedecía un algodón en agua fría.
-La vida puede dar vueltas.
-¿Qué haces tan noche en el café? -Solté de pronto, y sin saber por qué. -¿Aún no quieres pasar tiempo con tus padres?
Él comenzó a frotar el algodón sobre la herida, y comenzó a ejercer presión sobre ella.
-En lo absoluto... no hacen más que darme dolores de cabeza. Mi tío es el gerente del café. Él duerme aquí. Así que, es mejor para mí. Tengo grandes excusas. ¿Qué hay de ti? -Me preguntó. -¿Qué haces aquí?
-Una fiesta cruzando la calle.
-Ah.
Comenzó a colocar las vendas sobre mi tobillo, y la apretó con suavidad. Estando totalmente cubierto, le hizo permanecer allí. Ahora decidió tomar mi muñeca, y la colocó sobre sus piernas. Me permitió así ver yo sus muñecas. Le observé tomar un poco de pomada, y untarla por encima de los moretones con suavidad.
Cuando terminó, yo bajé mi pierna del lugar, y tomé mi muñeca entre ambas manos.
-Gracias. -Le sonreí, mientras él también lo hacía. Cerró el botiquín con delicadeza, pero yo le tomé entre mis manos. Él me miró extrañado, en verdad no sabía lo que yo hacía. Tomé aquello que había visualizado segundos atrás; un par de parches de colores. Tomé unos entre mis manos, y los abrí con suavidad.
Tomé su muñeca con suavidad, y la posé sobre mi pierna. No le miré a los ojos, porque sabía que si lo hacía, sería peor. Coloqué un parche sobre una de sus cicatrices, y lo hice igual uno a uno. Cuando terminé, alcé mi vista. Observé como él se encontraba mirando lo que había hecho con su muñeca.
Pensativo, y con la mirada baja, tan sólo repasó los parches con las yemas de sus dedos. Alzó su vista hacia la mía, y nuestras miradas se entrelazaron.
-Tú me sanaste. -Le susurré. -Déjame sanarte yo a ti.