Capítulo 8.
Estaba en busca de algo. Podría jurar que eran mis pensamientos. Todo se había fugado desde aquel día. Pensar que algo podría cambiar tanto tu forma de ver la vida. Y es que yo había estado solamente sobreviviendo. Ni siquiera procuraba llamar "vivir" a lo que hacía.
Ahora lo hago.
¿Qué sucedió aquel día? ¿Habrá sido la forma en la cual aquel beso lo cambió todo? ¿H...abrán sido sus ojos marrones clavados sobre los míos? ¿Lo indefensa que me sentí, como hacía tiempo que no me sentía de esa forma?
-Lo siento, pero en ti encontré algo que había estado buscando durante muchísimo tiempo.
O habrán sido tus palabras. El suave tacto de tus manos sobre mi cuello, y esa corriente eléctrica que me recorrió por completo. O esa sonrisa tímida que se escapó después de aquel beso que me robaste.
Despreocúpate por ese beso robado; planeo robarte uno de vuelta.
Pero fui una inútil.
-Disculpa, no quería molestarte... quería... -Hice una pauta demasiado dolorosa a través del teléfono. Coloqué el teléfono sobre mi mano, y cubrí la bocina por dos segundos. De nuevo la coloqué sobre mi oído derecho: -Quería escucharte. No debí salir corriendo aquella vez. Luhan... lo siento mucho. Ese beso tuyo fue algo que... -Reí un poco. -Fue lo mejor que he sentido lejos de haberte conocido.
Colgué en el momento en que abrí los ojos, y me retracté por un par de segundos. Al menos él sabría lo que yo había sentido, y dejaría de sentirme así de inservible. Al menos sabría que para mí, él es especial. Y que hay algo que crece dentro de mi corazón en el momento en que escucho su nombre.
-Necesito amigos. -Bufé para mí misma mientras observaba hacia la nada en medio de mi habitación. Me había levantado de la cama y me había vestido como si tuviese un propósito en ésta vida. Pero no lo tenía.
Y como quería hacerlas de muy liberal, corrí hacia mi ventana y posé un pie sobre el marco. Me aferré a ésta, y lentamente comencé a bajar hacia el pasto. No servía de mucho que mi habitación estuviese en el segundo piso, pero lo hacía mi habilidad para escalar por las paredes. Era solo alguien que quería libertad de vez en cuando.
Posé ambos pies sobre el suelo, y de inmediato caminé hacia la calle principal. Estaba tan acostumbrada a caminar sola por las calles que me encantaba hacerlo. Pero no dejaba de pensar en él.
Era gracioso, porque desde que lo conocí no hago más que pensar en él. Enamoradiza de mí.
Pero eso último no es verdad. Yo no estaba enamorada. O eso me hacía creer. ¿Por qué le tengo tanto miedo al amor?
-Discúlpame. -Exclamó suavemente una chica de un parecer bastante adorable en el momento en que mi pie chocó contra el suyo, y casi resbalé sin precaución sobre el suelo. Alcé la vista hacia un rostro sonriente y a la vez temeroso. -Debí fijarme bien.
-No te disculpes, todo ha sido culpa mía. -Le sonreí suavemente.
-¿Estás bien? -Me cuestionó.
Fruncí las cejas.
-Seguro que lo estoy. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque estás llorando.
Mi expresión de temor se figuró aún más, y rápidamente froté mis ojos con ambas manos, para darme cuenta así de lo húmedas que ahora yacían. Supongo que tantos pensamientos me habían lastimado, y lloré sin percatarme.
Estaba acostumbrada a llorar en silencio.
-Estoy bien. Gracias. -Le mentí.
Ella asintió suavemente, y palmeó mi hombro con delicadeza.
-¿Y no necesitas nada? Compré éste café en la esquina. Tal vez quieras probar un poco. Un tanto de azúcar te sentiría bien.
«No recibas nada de parte de extraños». Mamá habló en mi mente.
Muy tarde, porque ya había roto la primera regla. "No charles con extraños".
Le sonreí, y tomé el vaso de café entre ambas manos. Le observé entre las mangas largas de mi blusa, y divisé el nombre de aquel familiar café. Sonreí para mí misma. Di un suave sorbo, y le entregué el vaso.
-Todo me sigue recordando a él. -Pensé.
-¿A quién?
Y al parecer, pensé en voz alta.
Negué en una sonrisa, y oculté mis penas al observar al suelo.
-¿Es un chico? Desgraciado, ¡por eso llorabas! Oh, qué digo. Si soy una extraña. No debería meterme en tu vida. Lo siento, lo lamento, lo siento, lo lamento. -Ella comenzó a murmurar mientras retrocedía, y salía de mi vista. Caminó por mi lado derecho, y se alejó de mí.
Reí suavemente.
-No soy la única chica loca.
Mis manos se ocultaron sobre los bolsillos de mis pantalones, y seguí mi recorrido matutino y diario. Y ahora solamente brincaba las líneas sobre el pavimento, y pretendía ser una niña de nuevo. Aquella niña que se había perdido entre los comentarios, y los insultos. Sin olvidar las críticas.
-¡______! -Una voz bastante familiar me exclamó desde uno de los negocios de al lado. Para mi suerte, el café. Y para mi suerte, me conocía. Pero no para tanta suerte, porque no era Luhan.
Me giré rápidamente hacia el dueño de aquella voz, para encontrar a un chico con un delantal sobre su cintura. Comenzó a quitárselo por encima de su cabeza, y caminó hacia mí rápidamente.
-¿Sehun?
-Recuerdas mi nombre. -Sonrió aliviado. -¿Has venido a visitar a tu novio?
- Sehun, yo no... -Me interrumpió. -¿Cubrirías mi turno? Estoy cubriendo el turno de uno de los chicos. Mamá está enferma y debo ir a verla. Por favor, por favor, _______, por favor.
-Lamento muchísimo que tu madre esté enferma. Me encantaría ayudarte, y lo haría como pudiera, pero, ¿cubrir un turno? -Alcé ambas cejas. -Puedo encontrar a alguien que tenga experiencia si así lo quieres.
-¡______, debes experimentar cosas nuevas! -Exclamó mientras colocaba sobre mi cabeza un delantal con el nombre del café en él, y rápidamente besaba mi mejilla. Corrió hacia uno de los autos detrás de mí, mientras yo me giraba hacia él en busca de palabras.
-¡ Sehun, aguarda!
-¡Sé que puedes, Luhan está allí! ¡Puede ayudarte! ¡Te debo una! Tal vez, alguna cita con Luhan. -Guiñó antes de acelerar su auto deportivo de color negro.
Alcé mi vista hacia el Cielo y negué.
-No me refería a esto como una señal.