Capítulo 31.
Mamá se aseguraba de que yo pudiese caminar correctamente, y finalmente, corrió a caja para pagar por el alojamiento. Salimos de allí. Mamá había traído su auto, y la llegada sería aún más rápida.
-Al llegar a casa quiero que te recuestes -ella me dijo, abriendo la puerta del auto, y permitiéndome entrar en él-. Quiero que descanses en verdad. Hablé con la policía. Sigue detrás de Etan. También quiero que cambies tu número telefónico, y no quiero que vuelvas a salir.
Me dijo todo ésto con una mirada preocupante, mientras yo me acomodaba dentro del auto, y me recostaba sobre el asiento, imaginando que era el pecho de Luhan. Me abracé a él, y me aguanté las ganas de llorar. Ya no quería ser tan débil. Me aferré a él en todo el camino. La verdad era que, yo no quería ir a casa.
Quería verlo a él. No sabía en dónde estaba. Si estaba con los chicos, o en el café, y el celular no lo respondería, porque estaba molesto consigo mismo. Además, sabía que le llenaría de mis palabras, palabras que él no creería jamás.
Para mí, él era la cosa más perfecta de éste mundo, y para él mismo, él era solamente un trozo de basura.
-Mamá, no quiero bajar -le dije-. Necesito ver a Luhan.
-¿Por qué, cariño? ¿No se despidió de ti?
Yo negué la cabeza muy fuertemente.
-No, mamá. Cuando tú entraste, él salió. Se fue, y no se despidió de mí. Él estaba mal, mamá -le dije, observándola por el auto, mientras ella yacía de pie frente a la casa-. Estaba muy mal. No sabes la forma en la cuál le humillaron en esa fiesta.
-Estoy segura de que vendrá a verte -dijo-. No soportará no saber cómo estás.
Era inútil.
-Mamá, tengo miedo... -le dije.
-Él estará bien. Necesita su tiempo. Baja del auto, y recuéstate un poco. Estará aquí en un par de horas -ella me aseguró.
El miedo no disminuyó. Bajé del auto muy rápidamente, y caminé muy despacio hacia casa. En realidad, solamente quería darme vuelta y buscarlo por todo el mundo. Pero lo único que pude hacer, fue tumbarme sobre el sofá, y tomar el teléfono entre mis manos.
Marqué su número telefónico con mis temblorosos dedos, y esperé.
Y esperé, y esperé... y nadie atendió. Y recordé entonces que en la memoria telefónica de mi celular, también se encontraban los teléfonos de Sehun, de Lay, de Xiumin y de Chen. Presioné el primero que logré observar; el de Sehun. Era también con el que más confianza tenía.
Lo posé sobre mi mejilla, y aguardé un par de segundos. Finalmente, pude escuchar algo.
-¿Hola?
-¿Sehun?
-¡_____! Dios mío, ¿estás fuera del hospital?
-Sí. He salido hace un par de minutos.
-¡Eso es grandioso! Me alegra que no haya sido nada grave. ¡A Luham le gustará escuchar ésto!
-Hablando de eso... ¿por qué se fue de esa manera? Ni siquiera se detuvo a despedirse de mí.
-Dijo no sentirse bien, y le llevamos al café.
-No responde su celular -le dije, un tanto temblorosa.
-Quizá esté dormido... llamaré una vez más.
-¿Por qué le dejaron solo?
-Es que, él insistió... -me dijo Sehun al otro lado de la bocina.
-Sehun, tengo miedo. De verdad, necesito verlo.
-Calma, calma... -dijo-. Ahora mismo llamaré, y si no responde, paso por ti en el auto en unos minutos. Conozco la dirección, Luham me le ha dicho.
Yo asentí. Asentí aliviada, y finalmente, colgué la llamada. Aguardé, y aguardé. El dolor se detuvo por unos minutos, y finalmente, tenía un problema menos. Mamá insistió en hacerme de comer, pero yo le dije que estaría bien. Le dije que subiera, y descansara un poco. Notaba en sus ojos falta de energía.
Con los dedos tambaleantes sobre el sofá, aguardé por quince minutos cerrados. Y de pronto, una luz de un auto, el cuál conocía perfectamente, iluminaron la parte principal de mi casa. Caminé hacia la puerta, y salí de allí lo más rápido que pude. Olvidé mi dolor físico, e intenté correr.
-No responde su celular, y tampoco al resto de los chicos. Están llamando al café a preguntar por él, y también a su casa.
-Él nunca está en su casa.
-Quién sabe, quizá solamente quiere escapar -dijo, y el auto se puso en marcha rápidamente.
El trayecto no era nada largo. Sehun recibió una llamada de parte de Chen diciendo que no estaba en casa, y que su madre apenas había contestado el teléfono, y que colgó de inmediato. Ahora solo faltaba esperar que estuviese en el café. Sabía que estaría allí. De verdad, lo sabía.
Mi estómago dio vueltas en el momento en que Harry detuvo el auto frente al café, y vi al resto de los chicos llegar al mismo tiempo que nosotros, como si estuviésemos sincronizados. Sehun se me adelantó, y abrió la puerta por mí. Se aferró a mi cintura, y me aferré a su hombro, y finalmente, recuperé el equilibrio. Lay abrió la puerta por mí, y los cinco entramos al café.
No había nadie allí adentro. Estaban a punto de cerrar. El tío de Luham nos observó con una enorme sonrisa, y de inmediato decidí cuestionarle:
-¿Ha visto a Luhan?
-Seguro, querida. Le vi entrar a la habitación hace unas horas. Parecía muy agotado, pero se molestó cuando le pregunté qué sucedía. ¡Adolescentes! -exclamó. Yo le agradecí, y todos caminamos hacia la parte de atrás de el café.
El tío de Luham limpiaba una de las mesas a la perfección, y ahora yacíamos frente a aquella cerrada puerta. Posé una de mis manos sobre ésta, y la deslicé en forma de puño. Toqué suavemente, una, y después, otra vez.
-Luhan, cariño... -le murmuré desde el otro lado-. Déjame verte.
Los chicos se miraron entre sí, pero yo mantuve mis manos sobre la puerta, y con la mirada gacha.
-Luhan, amor... -le dije a voz quebrada-. Por favor, abre la puerta.
Insistí una vez más, y finalmente, Xiumin dio un paso hacia el frente.
-Viejo, está bien. Ella está aquí. Estamos aquí. Te dejaremos a solas con ella, si eso es lo que quieres, pero sabemos que quieres verla, y queremos verte. Abre la puerta, por favor, o tendré que derribarla.
Los chicos se miraron una vez más, y yo apegué mi oído hacia la puerta. No había ni un ruido proveniente.
-Quizá esté dormido -dijo Chen.
-Pero Luhan ronca -soltó Lay.
Sehun miró a Ciumin rápidamente, y Xiumin corrió hacia la puerta. Tocó dos veces más, pero de la manera más brusca. Aguardó tres segundos, y después, pateó la puerta con muchísima fuerza. Mi corazón se detenía, y en el momento en que la puerta se abrió, corrimos al interior de la habitación. Pero el trayecto era de nuevo infinito.
Al correr, lo primero que vi fue la cama, no estaba allí. Mi vista la giré rápidamente hacia la parte derecha de la habitación, en donde pude distinguir mi propia muerte en vida. El grito que especulé por la habitación es algo que jamás olvidaré, y el sentimiento que me atacó, al mismo tiempo que hacía a mis rodillas temblar, y caer al suelo, tampoco le olvidaré. Pero lo que sentí al observar el cuerpo de Luham sobre el suelo, con un pequeño bote de medicamento sobre la mano, y siete píldoras para dormir extraviadas por el suelo, es algo que nunca, nunca voy a olvidar.