Capítulo 15.
Cerdeam. Me había dicho la palabra clave. Mi corazón se detuvo en ese momento, y lo recuerdo a la perfección. Fue una sensación única... fue tan hermosa que por un par de segundos me creí inexistente. Cerdeam... ¿Cuál será el significado de esa tan valiosa palabra para nosotros?
Regresé a casa aquella noche, y lo hice por la fuerza. En realidad, si por mí hubiese sido, hubiese pasado la noche entera contando estrellas junto a él. Los chicos habían sido muy amables conmigo. Habían sido en verdad adorables. Un par de chicos excepcionales.
-Hija, ya despierta -escuché a mi madre decirme rápidamente, mientras jalaba de mi brazo con un poco de fuerza. Hundí mi rostro sobre la almohada, y negué sobre ella.
-Mamá, no quiero.
-Vamos, hija. ¿Pretendes permanecer allí todo el día?
-Solo la mitad de él.
Me llamó entonces por mi nombre completo, y temí. Abrí los ojos como platos.
-¡Ya voy, mamá, ya voy!
Ella, aún a mi lado, me observó levantar, y acomodar mi blusa a la perfección. Mis pies descalzos tocaban el frío suelo con una delicadeza extrema, y mi delicada piel estaba siendo tocada por los primeros rayos de sol de la mañana. Perdón, tarde.
-¿Qué hora es?
-Tarde, hija. Debo salir y dejarte allí dormida no sería una opción.
-¿Por qué?
-¿Y si alguien entrara por la ventana?
-Muero, mamá. No me sé siquiera las calles.
-¿Y el número telefónico?
Negué.
-Le cambiamos hace poco.
-¡Tres meses!
Yo reí suavemente. Le observé con los ojos hinchados, y el cabello alborotado. Ella sonreía un poco.
-Te escuché murmurar un nombre en el momento en que entré en la habitación -dijo, alzando una ceja repetidamente. Yo le observé, y me introducí en el baño. Cubrí mi rostro ante el espejo, y le miré desde un lado de la puerta.
-¿Sí?
-Sí.
-¿Luhan?
-Luhan.
Solté una pequeña carcajada.
-Mamá, tienes qué conocerlo -dije, de pronto corriendo hacia mi cama, y arrojándome sobre ella. Ahora miraba hacia el techo. Parecía una chica enamorada... pero eso era una locura, ¿cierto? Cierto. Lo era.
Una total y completa locura que no podría suceder. No ahora.
-Mírate, hija. Luces tan diferente. Luces feliz -dijo mi madre.
-Me hace feliz, mamá... -le confesé. Su sonrisa me provocó una sobre los labios. Ella se levantó de allí, y caminó hacia la puerta de mi habitación.
-Si te hace feliz, entonces debe ser bueno -dijo, mientras salía de allí sin prisa-. Te veré a la noche.
Mamá salió de allí con una sonrisa distinta. Estaba feliz por mí. Estaba feliz. Por un momento, se preocupó por mí y por mi bienestar. El haberle dicho que él me hacía feliz sé que le agradó, porque por un momento en mi vida, yo sería parcialmente feliz.
Me duché y logré aclarar un poco mis ideas. Salí de la regadera con un nuevo plan de vida, y pensando en cómo solucionar mis problemas. Incluso tenía un plan de conquista para el mundo. Todo eso en una simple ducha.
Leí un poco. Mi libro ya iba a la mitad, y sabía que extrañaría ese pequeño y hermoso mundo dentro de aquellas portadas de color marrón oscuro. Pasaron un par de horas. El trabajo de mamá era un tanto extenso, y por consecuencia, muy duro para mamá. Pero ella querría sacarme adelante sola.
Mi celular comenzó a vibrar. Pretendí ignorarle... estaba tan entusiasmada con mi lectura, que no tenía el suficiente tiempo para la vida real. Le dejé pasar, y al minuto, comenzó a volver a vibrar. Ésta vez respondí:
-¿Hola? -dije, mientras daba vuelta a una de las páginas de mi libro.
-¿En dónde demonios estás?
Mi corazón se detuvo por unos minutos. Cerré mi libro de par en par, y me abracé rápidamente al almohadón más cercano que encontré al alcance.
-¿Etan? -le cuestioné, mientras mi mano derecha temblaba ante el tacto con el móvil.
-¿En dónde demonios estás? ¿En dónde has estado?
-¿Qué quieres?
-Te hice una pregunta -me dijo, con ese tono que me erizaba la piel. Negué para mí misma. Pensé en colgar. Lo pensé, lo consideré un millón de veces. Escuché su respiración por la bocina de éste, y decidí colgar. Colgué, y arrojé el móvil muy lejos.
Fueron siete los segundos que transcurrieron antes de que volviese a vibrar. Vibró tanto que el móvil cayó de mi cama, y me atemoricé tanto que corrí fuera de mi habitación.
Escuchaba al móvil vibrar, y vibrar aún más. Corrí hacia el sofá. Tenía tanto miedo que creí no poder llegar. Cogí el teléfono de casa entre ambas manos, y presioné ese número telefónico. El único que había memorizado.
El de Luhan.
-¿Hola? -me atendió, mientras yo temblaba a tal punto que creí que algo llegaría a sucederme.
-Luhan, por favor, ayúdame... -le dije con un poco de aire.
Su voz se alteró.
-¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¡Dime ya qué es lo que sucede! -dijo tan atemorizado como yo. Nerviosa, y con muy poco aire, le respondí:
-Etan ha vuelto a mantener contacto conmigo.
Me colgó. Colgó justamente cuando terminé de decir esa última palabra. Coloqué ambas manos sobre mi cabeza, y pude escuchar, a lo lejos, como desde mi habitación mi celular pretendía recibir una llamada. Esa llamada, y ese celular que vibraba y me hacía querer estallar.
Me levanté, e intenté correr escaleras arriba para apagarle de una buena vez... pero cuando lo hice, un par de luces de auto iluminaron por completo el interior de mi casa.