Capítulo 5.
Era de mañana. Lo supe porque comencé a escuchar un par de ruidos provenientes de mi alrededor, y eso comenzó a molestarme. Abrí mis ojos en un suave parpadeo, para sentir un aroma impregnado en mí. Un aroma bastante familiar, y un par de brazos que rodeaban mi cintura con muchísima facilidad.
Abrí mis ojos un poco más, tan sólo para encontrarme con una multitud de... personas bebiendo café, riendo, y abarcando cada centímetro del café. Me sobresalté rápidamente, ocasionando que Luhan, a mi lado, también lo hiciera.
Me enderecé rápidamente, para percatarme de que el café había abierto ya, y funcionaba correctamente mientras nosotros dormitábamos a altas horas. Me giré nerviosa para encontrarme a un sonriente, y dormilón amigo que frotaba sus ojos entre risas.
-¿Cuánto tiempo hemos dormido?
-¿A cuántos clientes habríamos espantado? - Luhan comenzó a reír, mientras yo intentaba no hacerlo. Pero fue un caso perdido, ya que yo lo hice, y muchísimo más fuerte.
-¡No es tan divertido! Debería estar en casa, o mamá me va a matar... literalmente. -Le susurré, mientras me ponía rápidamente de pie, y él lo hacía también.
-No te vayas. -Dijo en una sonrisa, mientras tomaba mi muñeca con delicadeza, y bromeaba conmigo. Le hice una mueca, y comencé a reír.
-Eres imposible. Pasé la noche aquí, ¿sabes el castigo que me espera?
-Hay que vivir la vida en algún momento. -Sonrió.
-No cuando mamá espera por mí. -Reí, mientras él soltaba mi muñeca con amabilidad, e ingresaba una de sus manos dentro del bolsillo de su pantalón.
-Déjame llevarte a casa. -Sonrió.
No me negué. Pero, después pensé. Tenía que trabajar. Bastantes horas había perdido ya durmiendo conmigo en aquel cómodo sofá, aún con el uniforme puesto, y yo... peor que un mapache atropellado.
-Haz perdido horas de trabajo.
Alzó sus hombros.
-No irás sola.
Yo le dediqué una pequeña sonrisa. Él se adelantó hacia mí, y ambos salimos del café esquivando las miradas de aquellos extraños que nos acosaban con ellas. Sí, no es normal que alguien dormite en las salas de un café, pero yo tampoco lo soy.
Y él tampoco lo es.
Hablo de él como si lo conociera de toda la vida. Supongo que la confianza me la había ganado la noche de ayer, mientras dormía entre sus brazos, y los latidos de su corazón era... todo lo que tenía.
Acepté que me llevase a casa. Tenía un auto muy lindo. Me dijo que era un regalo de parte de su padre, pero que no le utilizaba mucho, ya que el único lugar al que asistía, era el café. De igual manera, era un gran conductor.
Le di mi dirección, y nos vimos de pronto frente a mi destino.
-Tienes una casa muy bonita.
-Gracias. -Le sonreí. -Reza por que mi madre no me asesine.
-¿Quieres que le explique?
-Dime tu excusa. -Reí.
-Su hija a tenido una riña con su novio y ha dormido en el café de la calle en brazos de un ya no -hizo énfasis en la palabra -desconocido.
-Terminaría durmiendo en la calle.
-O en el café, conmigo. -Sonrió suavemente, mientras ambos reíamos. Dejé de apoyarme sobre su ventana, mientras le dedicaba una pequeña sonrisa. No sabía qué hacer, pero quería verlo cada día de mi vida.
Estando junto a él mis problemas se desvanecían.
-Creo que debería irme ya.
-Sí, eso... eso creo. -Murmuró con una delicadeza extrema, que yo le agradecí con otra de mis famosas sonrisas. Me alejé suavemente, y retrocedí con lentitud.
Justo cuando colocó ambas manos sobre su volante, corrí hacia el auto, y le hice detener. Rodeé el auto, y alcancé su ventanilla. Ésta vez le tenía frente a mí. Bajó la ventana, y me miró con una sonrisa confundida.
Me aproximé hacia él, y le besé la mejilla. Él posó una mano sobre ella, y me miró feliz. Había un brillo en sus ojos, al igual que lo existía en los míos.
-Gracias por lo de anoche. -Dije.
-Gracias por ayudarme a sanar. -Me murmuró, mientras su auto comenzaba a acelerar suavemente.
Cubrí mi rostro con ambas manos, y caminé hacia mi casa con las piernas temblando. Tenía miedo, y lo tenía muchísimo. Mamá reaccionaría fatal, y no sabría qué responder. Además, las chicas que me acompañaron seguro habían salpicado sus rumores por todos los lugares.
Mamá, solo escúchame, por favor.
Abrí la puerta con lentitud, y actué con normalidad. No esperé encontrar a nadie, así que decidí pasar de largo; fue un gran error. Una voz proveniente de la cocina me hizo detener en seco.
-¿_______? -Me llamaron desde la cocina.
-Mamá, te tengo que explicar lo que sucedió. -Comencé a balbucear como la verdadera tonta que era, mientras negaba con lentitud, y caminaba hacia ella con mi carita de cachorro en el peor intento de la historia.
-Comienza. -Dijo sin siquiera mirarme, ya que todo lo demás parecía ser más importante para ella.
-Bueno, mamá... las cosas se complicaron, y no se me facilitó el llegar a casa anoche -Ella me interrumpió. Detestaba que lo hiciese, para ser sincera. Que cualquiera lo hiciera.
-Eso no te excusa para pasar la noche entera en la calle. ¿Qué crees o quién crees que eres? ¿Exhibirte así? ¿En casa de alguno de los muchos chicos? ¡Reacciona, y coloca en los pies en la tierra! Vergüenza es lo que deberías sentir. Deberías estar avergonzada. ¿Con quién ha sido ahora? ¿Con qué chico haz pasado la noche? -Dijo a gritos, pero para ese punto, le gritaba a alguien que corría escaleras arriba, y se encerraba en su habitación.
Como si al cerrar la puerta sus exclamaciones se detendrían, y las lágrimas... también lo harían.