Con la yema de mis dedos.

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Capítulo 14.

Los chicos aún se carcajeaban sobre la mesa. En realidad, todo lo que decían de pronto se volvía gracioso, y lo era cada vez más, hasta el punto en que la risa era inevitable.

-______, ven, quiero mostrarte algo -Luhan me murmuró por lo bajo, mientras los chicos estaban ocupados carcajeándose. Tomó mi mano por encima de mi regazo, y me hizo correr hacia él.

Me introdujo dentro de su casa, y yo, aún con las cejas fruncidas de tanto misterio, reía suavemente. Ambos corrimos escaleras arriba, y él, sin soltar de mi mano, me guió hacia un pasillo bastante largo. El final de éste contenía una puerta de color blanco, en la cual me posó frente a frente.

Le abrió para mí con la mano que no utilizaba, revelando así un hermoso balcón a la luz de la luna que nos cubría de pies a cabeza. El Cielo allí era aún más cerca, y yo sentía poder tocarle con la yema de los dedos.

Sin percatarme, mi boca se abrió de lo asombrada que me encontraba.

-Es precioso, ¿no?

-Bastante -le dije, mientras él aún sostenía mi mano. La utilizó para aproximarme aún más hacia él, a tal punto que nada, ni siquiera el aire tenía lugar entre los dos. Con nuestros cuerpos uno a uno, y su sonrisa a centímetros de la mía, nuestras frentes se unieron.

-Éste es un lugar especial.

-¿Por qué lo es?

-Aquí solía venir cada noche. Le hablaba a la luna porque era la única que me escuchaba -rió.

-¿Venías aquí cuando tenías problemas?

Él me asintió.

-Muy seguido lo hacía.

-¿De verdad creías que nadie te escuchaba? -le cuestioné.

-No lo creía... lo sabía. Y era verdad. Podía gritar, y aún así, nadie me escucharía. Era por eso que me refugiaba aquí. Era como... mi espacio privado. Aquí podía sentir que tocaba el cielo con la yema de los dedos.

«Dejavú».

Sonreí inevitablemente.

-Lu, aquí me tienes.

-Lo sé... y tú también me tienes.

-¿Qué sentías al venir aquí?

-Sentía que todo lo abandonaba. Que por un momento podría alejarme de la realidad.

-¿Alguien más sabía cómo te sentías al venir aquí?

-No. Era un niño solamente. Un chico que se sentía incomprendido.

-¿Y qué eres ahora?

-Feliz.

Mis ojos se cerraron en una pequeña sonrisa. Pero él permanecía mirándome. Cada palabra suya destilaba su aroma, y su aliento rozaba mi rostro con una perfección única. Estábamos a tan sólo dos centímetros de distancia, y su vista no se alejaba de mí.

-Me gustas mucho -me susurró muy, pero muy bajo.

Alcé mi vista, y le miré directamente a los ojos.

-Tú también me gustas mucho.

-¿Qué tanto?

-Mucho es poco.

Sonrió una vez más. Hacerle sonreír de pronto se tornó en mi actividad preferida. Sus manos sobre mi cintura aún me tenían temblando. Su nariz rozó a la mía con una suavidad inhumana.

-Cerdeam -me dijo, con la más mínima pizca de aliento que poseía.

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