Besos que prometen.

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Capítulo 12.


-¿Nos vemos entonces a las seis en punto? -Luhan me interrogó a través del teléfono. Yo sonreía como una tonta. Mira que, responder a una llamada telefónica suya era todo lo que podría desear para mí. Asentí, y asentí una vez más.
-Me parece perfecto.
Decidí contestar en el momento en que su número telefónico había aparecido en la pantalla de mi celular, y ahora ...habíamos planeado una pequeña cita en compañía de sus cuatro amigos, en una parrillada en su casa. Me hizo sonreír: se había acordado de mí en un momento.
Corrí escaleras abajo en busca de la opinión de mi madre, ya que tendría que solicitar su permiso. No sabía siquiera por qué lo hacía, si mi madre no me comprendía. Tambaleé mis dedos sobre el margen de la barda de las escaleras de madera, y salté del último escalón.
-¡Mamá! -exclamé en una pequeña sonrisita nerviosa. Ella me miró de reojo desde el sofá.
-Dime, hija.
Tomé un poco de aire.
-¿Recuerdas a Luhan?
-Sí.
-Me invitó ésta tarde a asistir a una parrillada en su casa... ¿qué dices, mamá? ¿Puedo ir?
Ella se tomó un par de segundos para observarme. Me miró pensativa, y pude jurar que un millón de pensamientos transcurrían por su mente.
«Vamos, mamá. No soy la mejor hija, y lo sé... pero sé que algún día te haré sentir orgullosa. Dame una oportunidad» pensé.
-Está bien -ella soltó.
Segundos después corrí sobre el sofá y le besé el rostro entero. Solamente repetía lo agradecida que estaba, y lo hacía una y otra vez. Después subí escaleras arriba a mi habitación. Implicaba arreglarme. Implicaba prepararme para el contacto con la gente... agh.
Ojalá todo fuese tan sencillo como en las películas que pasan por televisión. "Un poco de maquillaje y listo". Sí, claro... como si un poco de maquillaje fuese capaz de cubrir mi horrible rostro.
Finalmente me coloqué algo que no me hacía sentir tan fea. En realidad, pocos segundos después ya corría escaleras abajo. Apenas el tiempo me alcanzaba. Eran las seis en punto cuando escuché el claxon de un auto ensordecer mis oídos, y los de mi madre.
Corrí hacia ella, y le besé la mejilla.
-Ten mucho cuidado -me rogó.
-Lo tendré, madre.
-Ese chico aún no me agrada del todo.
-Eso es porque no lo conoces.
-Debería hacerlo uno de éstos días... -susurró.
Mis ojos se exaltaron como platos. Mi madre finalmente tenía intenciones de saber un poco más de mi vida. Le sonreí suavemente, y le besé la mejilla aún más fuerte.
-Lo harás, mamá, lo prometo.
-Prometes muchas cosas.
-Pero lo hago con el corazón.
Salí corriendo de allí con bolso en mano, y cerré la puerta tras de mí. Mamá sonreía desde el sofá. Las cosas iban mejorando... eso me aterrorizaba. Cerré la puerta con cerradura, y finalmente, me encaminé hacia el auto de Luhan.
Miré hacia el suelo todo el tiempo; sabía que si lo observaba, probablemente mis piernas temblarían y yo caería hacia el suelo. Justo cuando pretendía subir al auto, la puerta se abrió en manos de un chico rubio que ahora yacía a mi lado derecho.
-Adelante, señorita -él susurró en una sonrisa.
-Qué gentil.
Subí al auto, y él, con una sonrisa, sabía que llevaba un punto más. Corrió hacia su asiento, y posó ambas manos sobre el volante.
-¿Llegué temprano?
-Llegaste a tiempo -reí-. Eres muy puntual.
-Lo sé... me gusta ser puntual.
El auto se puso en marcha. Dediqué un par de segundos de mi tiempo a observar su perfecto, y refinado rostro. Era como si un par de ángeles le hubiesen colocado en un pedestal durante toda su vida. Su cabello dorado brillaba como la ausencia del sol que nos abandonó por un rato. Sus ojos marrones eran perfectos.
-¿Estás bien? -me cuestionó, observándome en una risita, y de pronto.
Me di cuenta de lo tonta que lucía observándole todo el rato. Agité mi rostro y asentí suavemente.
-Sí, lo lamento.
-Parecías perdida.
«Sí, en ti».
-¿De verdad?
Él asintió.
-¿Qué tal te caen los chicos? ¿Te agradan? -me cuestionó mientras aclaraba su garganta. Yo asentí rápidamente:
-Por supuesto que sí. Parecen muy divertidos y agradables. Las veces que he tenido oportunidad de cruzar palabra con ellos han sido adorables.
Él rió.
-¿Adorables? todo para ti resulta adorable... y todo en ti me resulta adorable -murmuró aquello último, queriendo que yo no escuchase. Así que pretendí no haberle escuchado, y solamente sonreír para mí misma.
-Lo son... uno en especial -murmuré, imitando su acción.
Le miré de reojo: sonreía como yo lo hacía.
-Dime, _______. ¿Cómo es tu madre?
-¿Mi madre?
«Qué ironía».
-Sí.
-Es... es una buena madre. Me comprende la mayoría del tiempo, aunque otras veces solo intente hacer de mi vida un infierno, la amo.
Él sonrió.
-¿Qué hay de tus padres? No estás mucho tiempo en casa...
-En realidad, casi jamás. Nos distanciamos mucho... ellos no aceptan mis decisiones y creen que todo lo que hago está mal. A veces eso es lo que me hacen creer... sin él a veces... eso sucede todo el tiempo.
-Sabes que no es así. Tú no lo haces todo mal. Somos jóvenes, y eso es lo que creemos -le susurré.
-Sí, pero... no del todo. Papá y yo siempre peleamos. Discutimos todo el tiempo, y a mamá eso no le agrada. Pero mamá jamás está de mi lado.
-¿A qué te refieres?
-Tuvimos una pelea fuerte la última vez que dormí en casa. Mi padre descubrió un par de cicatrices en mí, y me golpeó. Me golpeó muy fuerte, y terminé inconsciente. Mamá se preocupó mucho, y llamó a la ambulancia. Pero cuando mis tías le preguntaron qué había sucedido, ella dijo que había tenido una pelea en el colegio. Cubrió a mi padre, mientras yo convalecía en el hospital. Es un borracho idiota que no merece a mi madre... -dijo, suavemente.
Mis ojos brillaron hacia los suyos, y posé una de mis manos sobre la suya. La entrelacé junto a la de él, y le dije:
- Luhan ... lamento haberte hecho hablar de ésto.
-No lo lamentes... me gusta hablar contigo -dijo, de pronto mirándome-. No le cuento a nadie jamás éstas cosas, pero hay algo que encuentro en ti muy distinto a los demás.
-Puedes hablarme de lo que quieras -le dije muy suavemente.
El auto se detuvo por unos minutos frente a un semáforo, y Luhan se giró lentamente hacia mí. Ahora escuchaba atentamente a mis palabras.
-Estoy aquí para ti -murmuré.
Él me observaba sin decir nada. Posé ambas manos sobre sus mejillas, y me incliné para besar sus labios muy delicadamente. Mis ojos se cerraron ante nuestro contacto, y en ese beso le prometí que todo estaría bien de ahora en delante.

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