Detéstame un poco.

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Capítulo 35.

Y por unos momentos, ninguno de los dos dijo nada. Él negaba. Me prometió que jamás iba a dejarme. Yo ya no quería hablarle más sobre el tema. El pensar que pudo haberme dejado me hacía morir, y morir otro poco, y cada vez más.

Sostenía su rostro con ambas manos, y pensé. Pensé en decirle que lo amaba. Quizá era el momento. Quizá la palabra Cerdeam era verdaderamente poco. Quizá era el momento.

Mientras observaba sus ojos de color azúl, le vi abrir los labios con muchísima delicadeza.

-Quiero salir de aquí -me dijo-. Quiero salir de aquí y abrazarte muy fuerte.

-Lo harás -le dije-. Te lo aseguro.

-¿Me odias?

-No... pero por unos momentos, te detesté. No a ti, si no... a ésto. Y también a mí misma -yo le dije.

Él me observó confundido. Giró un poco su rostro, y se enderezó por completo hacia mí.

-¿A qué te refieres?

-Detestaba todo ésto. Cómo te sentías, cómo nos sentíamos, cómo me sentía...

-¿Sabes qué quiero?

-¿Qué?

-Regresar al tiempo.

Yo le miré tiernamente. Reí inocentemente.

-Eso es imposible.

-No mucho. Bésame, y el tiempo dejará de correr, e incluso, sentiré que retrocede.

Aún estando en la cama de hospital, sus ojos brillaban inmensos. Sus labios se curvearon un poco, y lo único que deseaba era poder estar a su lado. Que él saliese de allí, y viniese conmigo. Quedarme con él por el resto de la vida.

-Volví a nacer por ti -me murmuró, cuando me inclinaba para aproximarme a sus labios. Ahora se encontraban a dos centímetros de mí. El calor de su aliento inundaba a los míos, y sus manos se aferraron a mi cabello una vez más.

-Lu... -le dije, y supe que estaba decidida.

-Creo que los medicamentos ya se han regulado un tanto bien -dijo el médico, irrumpiendo de pronto, y por nuestra espalda, en compañía de cuatro chicos más, quienes ahora corrían hacia la cama de Luhan, y yo permanecía allí, inclinada hacia él.

Alcé la vista hacia el médico, y me separé de Luhan por unos minutos. Los chicos corrieron hacia él, y comenzaron a bromear, a reír, y a sacarle sonrisas. Le miré de reojo. Él estaba feliz. Feliz, mientras chocaba esos cinco con Sehun.

-Dios te dio una oportunidad más, amigo -le dijo Sehun, golpeando sus manos-. Y eso se da solamente a las personas especiales.

-Lo sé -dijo, lo bastante sonriente como para reemplazar al sol con su alegría.

Me aproximé hacia el médico, y le interrogué por Luhan. Le cuestioné cuándo podría salir de el hospital, y él lo consideró por unos momentos. Al observarnos a todos allí, apoyándole incondicionalmente, supo qué decir.

-Pasará aquí la noche, y quizá parte del día de mañana. Pero saldrá ese mismo día.

-¿Mañana? -le cuestioné, con la mirada de pronto iluminando su rostro.

Él asintió, y al girarme a los chicos, ellos celebraban. Luhan me observaba sonriente.

-¿Y puede ella quedarse conmigo? -le cuestionó al médico directamente, mientras yo tomaba su mano con fuerza, y le apretaba lo suficiente como para hacerle saber que estaba vivo.

-Por supuesto que puede. Llamaremos además a tus padres.

Los chicos se miraron entre sí. Lay negó hacia el doctor.

-Él no vive con ellos.

-Alguien debe hacerse responsable.

-Soy mayor de edad -Luhan respondió a voz ronca, mientras yo acariciaba su brazo con delicadeza.

El médico le brindó una mirada comprensiva. No sabía qué era lo que sucedía en casa, pero lo lamentaba. Asintió suavemente, y acomodó sus gafas.

-Ella puede quedarse. Los chicos pueden hacerlo, pero solo por un par de horas, luego de eso, el resto de los pacientes, y tú deben descansar.

Luhan asintió emocionado, y los chicos acordaron en ello. Luhan debería permanecer allí solamente para regular su sangre adecuadamente, y que los medicamentos siguiesen fluyendo y limpiando su sangre por completo.

El médico hizo un par más de anotaciones, y luego de ello, abandonó la habitación. Le hizo saber a los chicos que tendrían que abandonar el cuarto en un par de minutos, puesto que Luhan necesitaba reposar.

Luhannle cuestionó si podía sentarse, y él le dio la total libertad de hacer lo que quisiera, siempre y cuando, el medicamento regulase su sangre. Llamé a mi madre, quien creyó que la que estaba en el hospital era de nuevo yo. Después de tranquilizarla como la última vez, ella comprendió.

Dijo que vendría lo más pronto posible, pero le dije que todo estaría bien. Ella igual insistió en traerme ropa para dormir junto a Luhan, luego de que le dije que quería estar a solas con él. Ella decidió hacerse responsable además de los daños y los pagos de Luhan.

Al poco tiempo, la habitación estaba sola, a excepción de nosotros dos.

Luhan me observaba sonriente, mientras sobre la mesita de un lado yacía su cena. Pero ni siquiera la observaba. Me miraba a mí, que yacía a su lado, y aún tomando su mano.

-¿Por qué no comes? -le cuestioné-. Tienes qué comer.

-No tengo hambre. Además, tú también necesitas hacerlo.

-Yo no tengo hambre -reí.

-Vamos... ¿cuándo fue la última vez que comiste?

Yo me alcé de hombros, y después, recordé esos mareos.

-No me siento bien.

-Eso lo sé, y es por eso que quiero que comas.

Yo reí.

-¿Cómo sabes que no me siento bien?

-Tus ojos me vinieron con el rumor -rió, mientras colocaba una pajilla sobre un empaque de jugo de mango, y me le extendía con suavidad. Le tomé entre mis manos, y di un suave sorbo de éste-. El azúcar te hará bien.

-Sí. La presión se me bajó ésta tarde.

-¿De verdad?

-Sí.

-Lo siento -me dijo.

Yo dejé el jugo de lado, y froté mis ojos en una enorme sonrisa.

-Deja de lamentarte. Estás aquí, conmigo.

-Estamos juntos.

-Sí -yo asentí-. Estamos juntos.


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