Capítulo 7.
El tiempo corre tan rápido como lo hace el viento. Se llevan de la mano mientras se burlan a carcajadas de mis recuerdos. Se podría decir que son grandes amigos; juntos harán que los dolores terminen.
O algo así leí por allí.
O tal vez algo así viví....
Hoy hace exactamente dos semanas que no he escuchado su nombre entre las voces de los demás; mucho menos he cruzado o topado accidentalmente con su presencia.
¿Desde cuándo a mí me interesa tanto hacerlo?
Y pensar que justo ahora es lo único que quiero. Hay algo que me inquieta. No sé qué es. Hay algo. Hay un dolor en el corazón que me preocupa, y que me alarma. Me estresa, y me mata. Hay algún dolor interno que me preocupa. Pero no es mío; es de alguien más.
-No puede ser de ese modo. -Ella comenzó con cierto tono que sabría me haría reír, pero no lo hizo. No podía reír ahora. -Te digo que no fue así.
-Yo lo vi. Lo viví. -Solté sin más, mientras me recostaba sobre mi cama, y el cabello caía hacia el suelo. La sangre ya corría hacia mi cabeza, y mi celular yacía entre mi hombro y mi oído. En cualquier momento caería, y a mi mala suerte, se rompería.
-Eres una chica bastante exagerada. -Dijo suavemente a través de la bocina. Un sonido constante e inmediato comenzó a cortar y a separar su voz de la mía. Había una llamada entrante.
-Tengo una llamada entrante. ¿Y si hablamos luego? -Le cuestioné. Escuché un "Mmmmhhh" de su parte, y accedimos a cortar la llamada. Presioné aquel botón de color verde con mi dedo índice, y sostuve el celular entre ambas manos. -¿Hola?
-¿________?
Reconocía esa voz. Mis ojos ya brillaban.
-Luhan. -Dije suavemente. -Creí te habías olvidado de mí. -Reí.
-¿Puedes venir un momento? -Me preguntó seriamente.
Comencé a preocupar.
-¿Estás bien?
-Sólo... ¿puedes? -Dijo. Había dolor en su voz.
Mi corazón se aceleró en el momento en que me levanté de allí con rapidez.
-Por supuesto que sí.
-Te espero en el parque a dos cuadras de tu casa. Estoy allí.
No me sorprendió que supiese de ese parque; el café, mi casa, y probablemente la suya también se encontrarían en esa área. Le escuché colgar el móvil, por lo que no hice más que preocuparme, y correr hacia la salida. Ni siquiera me preocupé por decirle a mi madre, y por recibir un "da igual a donde vayas, con tal de que no estés aquí" de parte de ella. Corrí literalmente hacia mi salida, y a paso rápido comencé a dirigirme hacia el parque.
Un millón de ideas comenzaron a correr por mi mente, y lo hacían a la velocidad del viento. De nuevo me jugaban un par de malas pasadas. Me perdí entre mis pensamientos, y convertí la realidad en una fantasía.
Mis zapatillas por fin lograron sentir el húmedo pasto del parque. Ahora todo era color, y sonrisas, excepto por aquella última banca del rincón. Y ese que esa banca, a pesar de ser de un color chillante, ahora era gris por la persona que llevaba allí. Alguien que derrochaba muchísima tristeza.
Era Luhan.
Pero él brillaba; él para mí era la estrella más enorme, y la última. La más hermosa. Pero no era como aparentaba. Él estaba triste, pero no lo diría jamás.
Caminé hacia él, y ni siquiera levantó la vista. Fue hasta que me tuvo frente a él cuando lo hizo.
-¿ Luhan? -Le cuestioné.
Alzó su vista a ojos hinchados.
-¿Qué sucedió? -Le pregunté tan preocupada que creí que no pude ser una gota más obvia. Me arrodillé frente a él, mientras él solo negaba, y sin más, me señalaba su muñeca.
-Me siento tan inútil. Tan esclavo de una miserable navaja.
Una pequeña lágrima se figuró entre mis ojos en el momento en que mis rodillas tocaron el suelo. Entre mis manos tomé sus muñecas, con lágrimas rojas aún frescas del momento.
- Luhan, no. -Tartamudeé. -No. -Le repetí. -No, no, no.
Me quité la chamarra, y rápidamente hice presión sobre sus heridas.
-Ya no puedo, _______. Te lo juro, ya no puedo. -Dijo suavemente, mientras echaba su cabeza hacia atrás. -¿De qué sirve que tú protejas mis heridas?
-Así cicatrizarán más rápido.
-¿Y las del corazón?
-De una manera diferente.
-¿Cómo?
-Con el tiempo.
Él negó. Negó muy rápido, y me tomó por el brazo. Me hizo sentar a su lado, y se dirigió hacia mí.
-¿Es que no me ves? Soy un desastre de pies a cabeza. Soy un inútil que busca desahogar sus penas con trozos de metal. Soy un idiota que no hace más que ser inservible.
-¡No digas eso! -Le exclamé. -Tú no eres nada de eso.
-¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que no lo soy?
-Porque eres especial.
-Lo soy. Un especial idiota.
-Basta de eso, Luhan. -Le ordené. Tomé su muñeca entre mis manos, y le elevé al aire. -¿Es ésto lo que quieres? Adelante.
-No es lo que yo quiero.
-¿Qué es lo que quieres entonces?
-No lo sé. Yo solo... no lo sé.
-¿Por qué lo haces, Luhan?
-Son cosas que no comprenderías. -Soltó.
-¿Soy muy inútil como para saberlo?
-¡No eres inútil! -Me exclamó.
-Y tú tampoco lo eres.
Él me observó por un par de minutos, y luego de recapacitarlo, bajó la mirada.
-Demasiados problemas.
-No dejes que éste sea otro más. -Le dije, señalando las cicatrices sobre sus muñecas.
-Es muy fácil para ti decirlo.
-No lo es. -Le dije. -En verdad no lo es. Por primera vez sentí una conexión con alguien. Conocí a alguien que me hacía sentir... bien. Por primera vez en mi vida. Y hoy descubro que esa persona desea morir. Que no quiere ser más un ángel. Que se rinde. -Le solté.
Tenía tanta rabia acumulada que decidí levantarme del lugar, esquivando una más de sus miradas, y caminé en dirección contraria.
-No es justo, Luhan. -Exclamaba. -¡No es justo!
Creí que no me escucharía. Que no lo sentiría.
Pero la única persona que sintió algo, fui yo; el posar de sus labios sobre los míos después de acorralar mi cintura entre sus brazos, y de abrazarme hacia él.