Perfecto egoísta.

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Capítulo 21.

Luhan me había pedido quedarme junto a él. ¿Y cómo decir que no a esos ojos tan hermosos? ¿Cómo decir que no a esa sonrisa? ¿Cómo decir que no a Luhan?

-¿Cuánto tardará? -le cuestioné.

-Ya debe venir en camino.

-¿Cuanto tardará?

-Ya debe venir en camino -repitió en una sonrisa.

-¡Tengo hambre! -exclamé.

-Muy perfecta para mí.

Yo reí suavemente, y le golpeé el brazo con suavidad. Ahora yacíamos con las piernas cruzadas, sentados sobre el suelo frente a frente, aguardando por ese repartidor de pizzas que ya había demorado demasiado.

Comenzaba a oscurecer, y ya era imposible para mí divisarle a la perfección. Me estiré para encender la luz de una vez por todas, y regresé a mi posición original.

-¿Qué sucede? -me cuestionó.

-No podemos ser ermitaños por siempre -reí-. A penas te distingo.

Él sonrió muy débilmente, y bajó la mirada. Ocultó sus manos tras sus piernas, y me observó una vez más.

-¿Estás bien? -le cuestioné, notando cierta incomodidad en su parte.

-Sí.

-Veamos, yo te diré... mírame -le exigí.

Él alzó su vista hacia la mía, conectándonos una vez más. No, él no estaba bien. Decía que lo estaba. Decía que estaba bien, pero mentía. Mentía con esa sonrisa suya. Algo había mal, y ambos lo sabíamos.

-¿Qué sucede, cariño? -le cuestioné, aproximándome más hacia él.

-Te dije que estaba bien -sonrió un poco, mirando hacia el suelo.

-Te vi a los ojos, sé que no lo estás.

Estando a tan sólo dos centímetros de él, nuestros cuerpos ya se rozaban una vez más. Seguía igual. Algo había en su mirar. Algo que no existió minutos atrás. Le extendí una de mis manos para poder tomar la suya, y brindarle aún más apoyo, pero él la ignoró.

-Luhan, ¿me miras? -le rogué.

Me extendió su mano, y yo la tomé. Pero estaba lo suficientemente desviada como para que yo pudiese ver algo inusual. Le giré un poco, dejando sus muñecas al aire.

Mis ojos brillaron. Mi corazón se detuvo, y fue golpeado una y otra vez por mis sentimientos. Algo tibio recorrió mis mejillas, y golpearon contra el suelo.

-Luhan, volviste a cortarte.

-Perdóname... -me murmuró, sin querer mirarme a los ojos. Llevó ambas manos a su rostro, y le cubrió por completo. Lloraba. Lloraba muchísimo.

-¿Por qué lo hiciste? -le cuestioné, llorando junto a mi corazón.

-Estaba desesperado, no sabía qué hacer.

-¿No sabías qué hacer? ¿Respecto a qué, Luhan? ¿Por qué me mientes? Dijiste que todo estaba bien -dije, a penas pudiendo respirar, y aproximándome más hacia él. Tomé ambas de sus manos con suavidad, y me dediqué a observar sus muñecas.

La única razón por la cuál la luz había permanecido apagada, era para que yo no pudiese percatarme de aquello. Había tanto dolor en esas muñecas, tantos cortes nuevos. Tantas cicatrices que se volvían a abrir.

El rostro de Luhan estaba tan rojo como el mío. Ambos lo lamentábamos, pero yo... yo lo hacía más. A mí me dolía más.

-Perdóname, por favor. Te dije que no volvería hacerlo -dijo, sin nada de aire, mientras lloraba, y lo hacía muchísimo.

Gateé hacia él, y le abracé muy fuerte. Le abracé, y lo odiaba. Por un momento lo detesté. Lo detesté porque no pensaba en mí. No pensaba en cuánto me dolía saber que se lastimaba. Lo odiaba, y lo hacía muchísimo.

-¿Cómo puedes ser tan egoísta? -le exclamé, aún abrazándolo-. Solamente piensas en ti, y no piensas en mí. No piensas en cuánto me duele saber que te haces esto. No piensas en mí, no sabes cuánto me lastima. Me duele más que a ti. No te hagas ésto... no me hagas ésto. No nos hagas ésto -le lloré en el hombro, mientras él lo hacía conmigo.

Lloramos en silencio por quince minutos, y finalmente, me separé de él. Le observé a los ojos, y tomé ambas muñecas sobre mis manos. Le besé todos y cada uno de sus nuevos cortes.

-Me dijiste que lo intentarías, Luhan... -le dije.

-Fui un tonto. No sabes cuánto me arrepiento. Te fallé... te fallé al cortarme. Te dije que no lo haría, y lo hice. Lo siento, lo siento muchísimo.

-¿Por qué lo hiciste? -le cuestioné.

-Ya no... -dijo a voz entre cortada-. Ya no quiero hablarte de eso.

-¿Cómo puedo ayudarte?

-Ya lo haces. Lo haces con cada palabra, con cada beso... -dijo, aproximándose hacia mí, y acariciando mi cabello-. Esto no es culpa tuya.

-No te entiendo, Luhan. Dices que me quieres... pero, si me quisieras, no me lastimarías. Cada vez que te lastimas, tú me lastimas a mí.

-Yo no te quiero lastimar... -murmuró.

-¿Qué pretendes que haga, Luhan?

-Nada, tú haces ya mucho por mí... -lloró por última vez.

-Lu... -le dije, mientras gateaba hacia él.

Subí a sus piernas, y rodeé su torso con ellas. Me aferró con sus brazos a su cuerpo, y finalmente, le tenía solamente para mí.

-Perdóname, princesa.

-Dime qué sucedió.

-Ya no quiero regresar a casa.

-No lo hagas. Ya no regreses allí, bebé... -le dije, llorando aún más sobre su hombro.

Pasaron dos minutos de lágrimas, y finalmente, se decidió a hablar.

-Mi padre me golpeó la espalda muy fuertemente. Todo por un estúpido comentario mío de lo que había sucedido aquella noche. Le pregunté a mamá si él seguía siendo el mismo ebrio de siempre, y él escuchó. Se molestó muchísimo. Por un momento me sentí una basura, y cuando me di cuenta... ya era demasiado tarde. Pensé en ti, y después... quería morir. No sabía cómo iba a mirarte a los ojos... -dijo, mientras yo le acariciaba el cuello, y yacía sobre su hombro. No le miraba, sabía que si lo hacía, tal vez no me contaría toda la historia-. Por eso no te llamé. Iba a llamarte desde el momento en que me agredió, pero cometí una tontería. Después, ya no supe cómo llamarte. Ni cómo iba a verte el día de hoy -dijo, mientras yo le miraba de una vez por todas.

-Todo va a estar bien, cariño. Perdóname. Perdóname por... por haberme soltado de palabras, es solo que... yo, te quiero tanto que... -me interrumpió, y me tomó por el rostro.

-Cállate. Cállate, no digas nada. Tu perfección me tiene cansado. Eres tanto para mí, tanto, y yo soy un idiota. Un perfecto idiota.

Le besé. Le besé con tanto cariño, que solté una última lágrima en el proceso. Le abrazaba tan fuerte, tenía tanto miedo. Le miré por última vez, y le dije:

-Solo ya no seas tan egoísta. Yo no sé qué haría sin ti.

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