36: Huida

1K 150 75
                                    

— ¡Emma, ______! ¿¡Qué hacemos ahora!? ¡Seguimos muy lejos del puente! —gritó Ray preocupado.

—Ya habrán dado la orden de matarnos a todos —suspiré con cansancio. Luego miré burlonamente a Ray—. ¿Te piensas que una simple alarma y unos cuantos demonios nos detendrán?

—No te preocupes, Ray —dijo Emma caminando de nuevo. Todos los niños la seguimos—. De todos modos, no íbamos al puente.

Ray se veía confundido. Emma y yo nos sonreímos mutuamente para después señalar hacia el punto de tierra más cercano al muro y gritamos a la vez.

— ¡Cruzaremos al otro lado desde aquí!

Ray miró hacia el fondo del precipicio con una expresión de: "¿Me estás tomando el pelo? ¡Es un acantilado!"

Si nos rodea un precipicio y tenemos que escapar todos... Tenemos que huir por el puente. Eso es lo que dije aquella vez. Cualquiera pensaría eso. Incluso Mamá y los demonios pensarán eso. Es por esto que no irán al puente. Escaparán por el acantilado.

Reí sin gracia. Este chico lo pensó todo.

Revisé la distancia y geografía entre ambos lados. Sé que es peligroso, pero hay un punto en el que podréis cruzar. Además, tenéis dos meses para prepararos.

— ¡Tú puedes, Don! —animé. Varios de mis hermanos hicieron lo mismo.

Don se preparó. En las manos tenía una cuerda hecha con sábanas. El final de la cuerda se dividía en tres y en cada extremo había una roca atada a ella.

Levantó el brazo por encima de su cabeza y las rocas empezaron a girar. En el momento justo, Don soltó la cuerda y las rocas salieron disparadas hacia el árbol más cercano al punto de escape.

Contuvimos la respiración ansiosos por los resultados. Y como Don lo practicó, las rocas se engancharon en un tronco, enroscándose en él y creando una buena sujeción.

— ¡Conseguido! —dijo Don.

Todos celebramos.

— ¡Nat! —grité.

— ¡Yo me encargo!

Desde uno de los árboles del bosque del orfanato, Nat se encargó de atar la cuerda al tronco en el que estaba. Poco a poco, la cuerda se iba tensando.

Mientras que Nat lo preparaba, Don comenzó a atarse la mano izquierda en una percha de ropa.

— ¡Listo! —exclamó Nat.

— ¡Allá voy!

Don colocó la percha encima de la cuerda y se sujetó fuertemente.

Solo necesitamos que una persona cruce el acantilado. Esa será nuestra victoria.

Sin ningún temor, Don sonrió y se deslizó por la cuerda como si fuera una tirolina.

Crucé los dedos y cerré un ojo. Pronto, el aullido de Don golpeándose contra el árbol contrario resonó por todas partes.

— ¡SHHHH! —chistaron Lannion y Thoma para que se callara.

Don tardó un poco en reincorporarse. Al final consiguió encender una lámpara y la elevó en signo de victoria.

Volvimos a celebrar.

— ¡Bien! ¡Es nuestro turno para brillar! —exclamó Lannion.

Thoma y Lannion sostenían en sus manos los cohetes de agua que hicieron hace tiempo.

Cambiemos el Mundo [Rayis x The Promised Neverland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora