57: Hagamos un trato

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—Le pediremos al hombre que nos guíe. Después iremos los cuatro al punto A08-63 y buscaremos a Minerva.

—Oye... No puedes estar... —Don no pudo terminar su frase.

Las grandes puertas del comedor se abrieron de par en par. El señor apareció ante nosotros con una cara que denotaba total desprecio.

— ¡Oh, te estábamos esperando! —dijo Emma alegre, pero con intenciones ocultas— ¡Buenos días, señor...! Hagamos un trato.

Hubo un pequeño silencio en el que los pequeños corrieron despavoridos alejándose del señor y refugiándose detrás de nuestras espaldas.

—Empecemos de nuevo —sonrió Emma—. Me llamo Emma. ¿Cuál es tu nombre?

—Vete a la mierda —contestó él—. No quiero decirte mi nombre y no tengo porqué hacerlo.

Intenté no reírme... O por lo menos que no se notara tanto. La cara del hombre estaba muy enrojecida. Tal vez por el gran tiempo que pasó frotándose con agua en los lavabos para quitarse nuestras obras de arte de encima. Supe que estaba en lo correcto cuando me observó como si quisiera matarme. Desvié la mirada mordiéndome el labio ocultando mi risa, pero igual lo inspeccioné detenidamente intentando descifrar su identidad. Él es alto y delgado, con una mirada que intimida a cualquiera. A su vez, tiene dos triángulos bajo sus ojos. ¿Serán cicatrices? Pero, son negros... Igual que su pelo a excepción de varias mechas blancas indicando su tan vieja edad. ¿O estrés? Aunque debería tener unos pocos años menos que Mamá, parece que él vivió más que ella... Pero Mamá tiene más estilo. Este viejo solo lleva una camisa de cuello con botones mal abrochados, pantalones sucios, zapatos desgastados, chaleco viejo y toda la ropa arrugada. Debido a esto puedo afirmar que es un cochino que no se baña y un viejo con canas. Sí, se nota que este ser nunca tuvo pareja.

—Por favor, toma asiento —dijo Emma señalando una silla. Después cogió otra para ella—. Mira, me estoy sentando —dijo tranquilamente—. ¿Gilda?

—Ah, eh... ¡Sí! —y se fue corriendo a la cocina.

—Así que... ¿Cómo estás? —Emma volvió a entablar conversación con aquel individuo.

—De mal humor... —sonrió casi demente.

—Sentimos mucho haberte inmovilizado de esa forma —mentira, yo no lo siento—. También por las galletas... Y por lo que uno de nosotros hizo con su cuerpo indefenso.

—Lo lamento muchísimo —dije agachando levemente mi cabeza para ocultar la sonrisa que luchaba por mostrarse.

Además de esto... También crucé los dedos tras mi espalda. Alicia, que estaba atrás de mí, me pegó levemente en la mano.

—Deberías estar hambriento —dijo Emma a la vez que Gilda volvió con un plato de sopa—. Para compensarte, te hicimos sopa para comer. No está envenenada y tampoco sabe mal —comentó ella al tomar una cucharada de sopa. Luego le tendió el plato para que el hombre lo tomase.

Todos detuvimos nuestra respiración al esperar su próximo movimiento. Para mi asombro él solo dejó el plato en la mesa en vez de tirarlo al suelo.

— ¡Calentamos la sopa a la temperatura adecuada solo para ti! —replicó Emma— ¿Sabes? Esta sopa está hecha solo con ingredientes que nosotros trajimos. No tocamos en ningún momento tus provisiones. Desde que escapamos de Grace Field obtenemos y recolectamos nuestro alimento por nuestras propias manos. El agua, la electricidad, el espacio... Nos aseguraremos de mantenerlos al mínimo.

— ¿Y creéis que compartiré mi refugio con una panda de críos? De ninguna manera. Largaos —escupió él.

—Lo siento, pero no haremos eso.

Cambiemos el Mundo [Rayis x The Promised Neverland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora