27. Golpe de realidad

545 73 21
                                    

Un pequeño rayo de luz entra por la ventana y me pega directamente en la cara, me desperezo y lentamente me rasco los ojos tratando de abrirlos de alguna manera, estiro poco a poco el brazo en busca del móvil para saber la hora. Siento que es realmente pronto pero no tengo noción del tiempo. Abro como puedo un ojo y veo que son las 7 de la mañana, el sol ha empezado a salir y yo ya estoy despierta. No puedo decir que haya dormido demasiado, ha sido una noche llena de nervios, cosquilleos en el estómago y besos furtivos. De eso ultimo mucho. Entonces soy consciente que algo me pesa en el centro del pecho. Valentina tiene su cabeza apoyada en mí y me rodea entera con su brazo. Duerme profundamente porque su respiración es casi inexistente, y es que sabes eso que dicen que cuando duermes tan profundo parece que ni tu cuerpo necesita respirar, pues es real. No soy consciente de cómo o cuando hemos acabado así, pero para mí está bien. Rodeo su espalda con mi brazo libre y empiezo a acariciar su piel, a la altura de su hombro y siguiendo por su omóplato, coloco su camiseta como si de una de tirantes se tratara. Casi ni la rozo, no quiero despertarla. Su piel es suave, fría y muy tersa. Pienso, fantaseo y me ilusiono con vivir una vida así, a su lado. Valentina hace un suspiro muy profundo, pero sigue durmiendo, esta a gusto.
Se que podría acostumbrarme a despertar cada mañana así, a apartar su pelo para no enredarlo y a acariciar esa espalda semidesnuda que aparece donde empiezan las sabanas. A mirar desde otra altura su cabeza y a soñar, aunque no esté durmiendo. Y es que a veces uno puede acostumbrarse a esos pequeños detalles. Pero sé que ahora mismo las dos vamos a velocidades distintas, siempre ha sido así de hecho. Yo ya voy con la quinta y sin venda en los ojos y ella acaba de empezar a poner primera y aun lleva los ojos tapados.
Pero no puedo culparla, las cosas han salido así por algún motivo y yo no las puedo ni quiero cambiar. El amor siempre es difícil o por lo menos eso me ha enseñado la vida. Simplemente intento aprender y aceptar lo que es, aunque a veces me pueda costar. Quizá me equivoque, quizá deba apostarlo todo a un solo lugar, pero me da miedo, miedo a volver a quedarme sola. Se que tal vez suene egoísta, pero es lo que siento y eso no lo puedo cambiar.

Ahora solo puedo pensar que ojalá algún día me digas: "Me muero de ganas de estar contigo y solo contigo" Pero de momento, debo conformarme con esto.

Me despierto una hora más tarde y ambas seguimos en la misma posición, esto está bien, para mi está bien. Vuelo a empezar el baile de dedos, le acaricio la espalda y coloco mi otra mano alrededor de su brazo, ese que me aprisiona. Inspiro profundo, ojalá siempre, pienso para mí.

Poco a poco noto como su respiración se entrecorta y soy consciente de que se está despertando, aun así, yo sigo acariciándola.
Se mueve, pero no se separa, levanta un poco la cabeza e intenta abrir los ojos a la vez que suelta un gruñidito que me encanta. Vuelve a recostarse encima de mí y se rasca los ojos. Levanta de nuevo la cabeza, esta vez para mirarme y ahí estoy yo, sonriendo y disfrutando el momento.

- Buenos días - dice aun con voz de dormida y tumbándose nuevamente encima de mí.

- Buenos días - le contesto.

- ¿Cuánto rato llevas despierta?

- Un rato - contesto.

- Rarita - dice con voz casi imperceptible.

- ¿Por despertarme pronto? - digo sin entender.

- No, por despertarte con tan buena cara.

- Vaya, discúlpeme por hacerle sombra princesa. - bromeo y noto como ríe, pero no dice nada. Nos quedamos calladas un rato, yo sigo acariciándole el brazo y tengo la sensación que algo va mal. - ¿estás bien?

- Sí tranquila, solo que... ¿podemos quedarnos así un rato más? - dice a la vez que se aprieta contra mí.

- Todo el que necesites, pero... ¿seguro estas bien?

Cuando te vuelva a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora