15. Salir del armario

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-          ¿Y de qué quieres hablar? – pregunta mirándome intrigada.

-          Prefiero que nos sentemos a hablar tranquilamente.

-          Ai hija, estoy haciendo la cena pero yo te escucho – dice nerviosa.

-          No mamá de verdad que prefiero esperar, cuando acabes nos sentamos y hablamos si quieres y luego cenamos. – digo ya que me empiezo a arrepentir. Sé que una vez hablemos no cenaremos ni ella ni yo pero debo hacerlo, ya he soltado la anilla de la granada, ahora solo tengo que lanzarla y esperar que explote. Porque sé que lo hará.

-          Bueno, está bien. Pues ahora en diez minutos si quieres hablamos.

-          Claro. – empiezo a ponerme nerviosa, y mi cabeza empieza a preparar un dialogo pero sé que cuando llegue el momento, cuando tenga que decirlo se me olvidará y me pondré nerviosa, diré cosas que no debo...

-          ¿Juli estas bien? – dice mi madre sacándome de mis pensamientos.

-          ¿Eh? – digo nerviosa.

-          Hija que te has quedado ahí parada mirando a la nada. ¿Estás bien?

-          Si, voy al baño y ahora hablamos.

-          Te espero.

Me moje la cara y me intenté relajar, solo tenía que ser sincera con mi madre. Decirle la verdad, como me siento y hacerle entender que soy totalmente feliz. Intento convencerme, le repito a la mujer del espejo una y otra vez que saldrá bien, saldrá bien y saldrá bien. Salgo del baño y voy directa al comedor, mi madre ya está sentada en el sofá esperándome con un té en la mano.

-          Venga hija, ven y siéntate que me tienes en ascuas. – dice intrigada. Yo cojo aire y me siento a su lado. - ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme que no me lo podías decir mientras cocinaba? – yo la cojo de las manos y veo como ella me mira extrañada, sabe que estoy preocupada – Juliana me estas asustando – me advierte.

-          A ver mamá, es que no se ni como decírtelo ni por dónde empezar.

-          Pues hija empieza por el principio y de la mejor manera que sepas.

-          A ver... hace muchos años que tengo una duda circulando por mi cabeza pero esa duda se ha vuelto año tras año más clara y más clara y ahora estoy completamente segura.

-          Pues venga dímelo. – esta ya desesperada.

-          Mamá, lo que te tengo que decir no es fácil y sé que no lo vas a entender y que te va a costar. Entiendo bien la situación y lo que puedas llegar a pensar pero... quiero que sepas que aunque lo que te diga no sea de tu agrado, yo sigo siendo tu hija, la misma que has educado y criado. La niña que corría por aquí y reía sin ninguna preocupación, solo que más grande y con otras ideas pero... Sigo siendo tu Juli. – digo a punto de llorar. Mi madre me mira callada y sin pestañear, con semblante preocupado. – Sé que quizá no debería decírtelo. He tenido mis dudas porque tenía dos opciones callarme y ser una cobarde el resto de mi vida o ser valiente y luchar por lo que creo y siento, que es esto. Mi decisión se ha decantado porque creo que lo más importante es ser sincero con uno mismo y saber que el día de mañana no me avergonzaré de mis decisiones y ocultarlo me hubiera hecho infeliz.

-          Juli por dios me estas poniendo histérica y no entiendo nada – dice mi madre casi sin respirar – dilo de una vez.

-          Mamá me he enamorado. – digo por fin.

Cuando te vuelva a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora