38. La familia Carvajal

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- ¿Por dónde íbamos? - dice cuando Chivis se va.

- Valentina... - digo recordando donde nos habíamos quedado.

- ¿Que? - dice algo molesta - No quiero seguir peleando. - remarca

- No lo hacemos - digo suave.

- Pues... - se acerca a mí y me empuja de las piernas hacia ella. - dame un beso.

- ¿Y si entra alguien?

- No va a entrar nadie.

- No creo que sea el mejor lugar.

- Voy a empezar a pensar que no quieres besarme. - dice haciendo morritos cual niña pequeña y me mira, yo trato de resistirme, pero ella todavía pone más cara de niña pequeña y termino cediendo, nadie en su sano juicio podría resistirse a esa cara.

Me encanta ella y me muero por besarla así que lo hago, me inclino encima de ella y agarro su mejilla empujándola hacia mí y la beso. Deseo tenerla así, justo como ahora, ella mía, dulce y agradable. Nuestro beso se alarga más de lo que yo esperaba, nuestro juego de lenguas, bocas abiertas y ganas de más, pero mi temor no cesa y me aterra que pueda entrar alguien, interrumpirnos y sobre todo vernos así que tras unos segundos más que suficientes para que quede claro que la pelea ha terminado, segundos que me hacen preguntarme como es que puedo siquiera dudar un poco cuando estoy con Macarena... Valentina me vuelve loca y estoy completamente enamorada de ella.

- Me encanta- dice nada más separarnos.

- ¿El que?

- Salirme con la mía.

- ¿En eso va a consistir nuestra relación ahora? - digo separándome de ella para mirarla desde más alto.

- ¿En qué? - pregunta sin entender y con una sonrisa traviesa.

- En que tú siempre te salgas con la tuya. - me pongo de morros tratando de imitarla.

- Por supuesto, soy una señorita. - dice ya en tono de broma.

- Pero bueno... - digo enfurruñándome - ¿Y yo que soy?

- Usted ya es una señora, consumada y bien crecidita. - sigue bromeando.

- Pues le voy a decir una cosa señorita - le señalo con el dedo - Usted quizá está acostumbrada a que le digan a todo que sí, pero conmigo eso no va a funcionar así - digo haciendo ver que quiero ser más autoritaria.

- ¿Y cómo va a funcionar entonces? - dice apoyando sus manos en la silla e inclinándose encima de mí.

- Pues...- digo inclinándome y apoyando el peso en el respaldo para apartar nuestras caras. Me pongo nerviosa porque se lo que está intentando y ella sabe que no soy capaz de resistirme. - yo solo... yo...

- Tu solo... - repite.

- Eres una tortura - digo cuando la tengo encima.

- Lo sé - dice para justo después romper nuestra distancia y besarme.

Se tumba encima de mí y aplica presión, aunque yo sigo inclinada hacia atrás ninguna de las dos somos conscientes del riesgo de la postura, nos besamos y la abrazo para apretarla más a mí, el beso empieza a ser intenso y peligroso, pero de repente ambas caemos de espaldas al suelo y silla incluida. Nos separamos de golpe del beso y nos quedamos mirando, seguidamente empezamos a reír sin control, Valentina apoya su cabeza en mi pecho y yo golpeo la mía contra el suelo y seguimos riendo. No me puedo creer la torpeza que acabamos de tener. Vuelvo a levantar la cabeza para mirar a Valentina y ella hace lo mismo para mirarme a mí, se inclina un poco hacia arriba y me deja un beso suave en los labios. Nos quedamos un rato ahí tumbadas hasta que se nos pasa el ataque de risa, incluso después empiezo a acariciarle el pelo a Valentina y las dos nos quedamos relajadas, respirando la una al compás de la otra, disfrutando el momento de intimidad y tranquilidad.

Cuando te vuelva a verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora