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Acomodó el pote de aderezo en su dedos antes de levantar la mirada hasta los ojos morados que lo observaban.

- Así que... enfermero... - murmuró, quiso dejar de sonreír, en serio, pero cuando el contrario asintió, con una pequeña sonrisa ladeada, no pudo contenerse.

- En una sala de emergencias. - completó Samuel, tomando una papa frita entre los dedos.

Habían terminado comiendo en un sitio de comida rápida, tras hablar en el auto, ignorando increíblemente la voz del locutor en la radio. Ambos estaban demasiado nerviosos, así que la charla en el auto había iniciado con la voz temblorosa de Samuel diciendo: "Si... si que está helando últimamente, ¿no?"

Y habían seguido así, con temas banales, hasta que Rubén preguntó por su profesión, porque no tenía idea de a qué se dedicaría el mayor.

- Ostia, chaval. - murmura con asombro, extendiendo la mano hasta su refresco. - ¿Qué es lo más raro que has visto?

- Bueno... - responde el contrario, limpiándose la boca con una servilleta. - no hay casos muy raros como tal, la mayor parte del tiempo son personas hipocondríacas o padres nerviosos. - explica. - Pero es entretenido ver a algunas personas, una vez una mujer estaba tan drogada que ni siquiera sabía donde estaba, le estaba colocando el catéter y me golpeó con su teléfono en la cabeza porque decía que estaba tratando de abusar de ella.

Rubén deja escapar una risa, que se convierte en una carcajada, Samuel trata de contener la risa, pero termina acompañando al menor.

- ¿En serio te golpeó? - pregunta el de ojos avellana aún entre suaves risas.

- Te lo juro. - insiste el mayor. - Puedes ver la manzana del teléfono aquí.

Obviamente era mentira, pero Samuel solamente quería escuchar a su cita reír, y lo consiguió, porque la risa de Rubén no se detuvo.

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora