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Habia dormido con una sudadera de su novio, le quedaba algo floja pero no le importó. Se encargó de poner comida y agua para los gatos y volvió al hospital.

No había comido. No tenía hambre. ¿Como tenerla en situaciones como esas?

Volvió a conducir hacia el hospital, a las seis de la mañana, con un irritante hombre hablando en la radio del auto. No prestó atención a lo que dijo, a excepción de una frase que parecía burlarse cruelmente de él: "¡Que espléndido día!"

- Que espléndido día mis huevos... - había susurrado en voz baja.

* * *

Habló con un par de enfermeras, y con otro par de doctores hasta que encontró uno que pudo decirle dónde estaba Samuel.

- Está... estable, lo transferimos a una habitación privada. - dijo con tono lúgubre. - ¿Qué eres tú para él?

- Su... pareja... - murmuró Rubén, algo apenado, el doctor le sonrió inmensamente.

- Eres Rubén. - dedujo. - Sam no para de hablar de ti, y de lo orgulloso que está. Dice que rescatas animales callejeros.

- Yo... sí, lo hago. - susurró, asintiendo quedamente.

- No debería hacer esto, pero... sígueme. - el doctor había empezado a caminar a través de un pasillo, y Rubén tuvo que acelerar el paso para alcanzarlo. - Samuel está en aquella habitación, puedes pasar a verlo, pero no se lo digas a nadie.

- No lo haré, muchas gracias. - exclama, sonriéndole.

- No sé cuánto demore en despertar, pero seguramente no sea pronto, tuvimos que medicarlo y... - se encoge de hombros y el chico tiene que volver a asentir.

Estaba postrado en la cama, su uniforme manchado de sangre había sido cambiado por una bata de color verde claro, y tenía intravenosas conectadas en los brazos. La cama estaba rodeada de máquinas, que mostraban pantallas o mantenían un sonido constante. Rubén presionó las mangas de la sudadera contra sus palmas, mirándolo.

Lucía algo más pálido de lo normal, y más vulnerable... frágil. El menor tiró de una silla y la puso junto a los pies de la cama, mayormente porque tenía miedo de arruinar alguna de las máquinas, y miró a su novio.

De alguna manera, tenerlo cerca y saber que estaba junto a él lo tranquilizaba, su mera presencia hacia que Rubén pudiera respirar tranquilo.

Se preguntó como había sido capaz de vivir sin Samuel antes, y se preguntó como sería capaz de vivir sin Samuel después.

Mientras lo observaba, volvió a quedarse dormido, con la cabeza reposando junto a los pies del mayor.

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora