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La risa de Rubén se escuchó por sobre la música que habían puesto, mientras Samuel seguía mascullando improperios entre dientes.

- ¿En serio no funciona, tío? - pregunta, entre risas el menor, tirado en medio de los cojines.

- Yo pensé que esto iba a quedar súper cuqui. - se queja en voz baja, mirando a través del telescopio, que no cumplía su función en absoluto. - Es una basura.

- ¿Dónde lo compraste? - pregunta el de ojos avellana, sentándose para tratar de ver por el telescopio también.

- En una juguetería. - responde en voz baja el ojimorado, los ojos avellana del contrario lo miran, antes de volver a reír.

Y entonces Samuel se echa a reír también, empujando suavemente al menor con el hombro.

- Cállate, asqueroso. - farfulla, y las carcajadas del contrario aumentan.

- Ay, el tontito. - murmura entre risas, ambos continúan riendo por lo inútil que ha sido el telescopio.

- Al menos te queda como recuerdo.

La botella de vino había quedado olvidada en algún lugar cerca la puerta, y había sido reemplazada por una cesta repleta de todo tipo de bocadillos. Ambos se dejaron caer sobre la manta, mirando al cielo, una estrella fugaz brilla entre las demás y Rubén golpea al otro en el pecho.

- ¡Pide un deseo! ¡Pide un deseo! - chilla, antes de cerrar los ojos con fuerza, haciendo un puchero.

Samuel ríe en voz baja, antes de hacer lo mismo, cerrando los ojos: "deseo... deseo..."

Se acomoda sobre los cojines, girando hasta recostarse sobre su costado, el menor lo imita, quedándose cara a cara, ambos sonriendo.

- ¿Qué deseaste? - pregunta el de ojos avellana, curioso.

- Eso no se dice. - responde el contrario, negando suavemente con la cabeza.

- Que cerdo... - susurra, y Samuel empieza a reír. - anda, dímelo...

Se estaban acercando, ni siquiera lo notaban, había algo en ellos que les pedía estar cerca. Una necesidad que ni siquiera notaban.

- Que no... - repite el ojimorado, su voz no es más que un susurro que se confunde con la música de fondo. - que si te lo digo no se cumple...

El menor está a punto de refunfuñar, pero entonces nota lo cerca que está del contrario, como puede ver cada detalle de su rostro, y como su aliento está chocando contra sus labios.

Es él quien termina por cortar la distancia entre ellos, besándolo por fin.

Siente en sus labios el sabor de las patatas fritas, y cierra los ojos, disfrutando de la sensación que la barba incipiente del mayor le causa en la barbilla y las mejillas. Aquel beso le revolvió todos los sentidos, y le aceleró el pulso hasta que el corazón parecía querer salir de su pecho.

Se separan tras un par de segundos, mirándose a los ojos, vuelven a reír en voz baja.

¿Era muy pronto para decir que estaban enamorados?

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Lirios amarillos: amarte me hace feliz

Este es el último cap que subo hoy, quizás...

Gracias a todas las personas que comentan y votan, los amo demasiado 🥺

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora