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t i e m p o - d e s p u é s

- Es gigantesco. - dice asombrado el peliblanco, abriendo los ojos de par en par.

- No es tan grande, Rub. - susurra, algo avergonzado.

- Es más grande que el mío, casi el doble. - insiste, dando una vuelta en mitad del salón.

(Atrapados, marranos)

- Yo tengo que pagar arriendo, tú no. - continúa, mirando como el menor se inclina para sujetar a Kira entre sus brazos.

- Hola, cosita, mira lo preciosa que estás. - susurra, acariciándola. - ¿Este tipejo te ha estado tratando bien?

- ¿Qué le dices a mi niña, asqueroso? - pregunta Samuel, pasando a su lado.

- Nada, - responde con sencillez. - puedes venirte a vivir conmigo cuando quieras.

- Voy a terminar de preparar algunas cosas que me faltan. - dice el ojimorado, encaminándose a la cocina, con Rubén siguiendo sus pasos.

- Quiero ayudar. - pide, dejando a la pequeña gatita a sus pies.

- Claro, puedes picar el tomate mientras termino con esto. - el peliblanco obedece, tomando el cuchillo.

En realidad detestaba cocinar, pero lo estaba haciendo por quedar bien con su novio, quien ahora mismo le estaba dando la espalda. Su mirada baja un poco más de lo debido, prestando atención en su trasero mientras mueve el cuchillo con la mano derecha.

- ¡Puta madre! - exclama, cuando siente un ardor en el dedo, Samuel se gira, dispuesta a regañarlo, hasta que ve como se lleva el dedo a la boca.

- Pero si serás cabezón. - regaña, abre un cajón y saca un pequeño botiquín, se acerca hasta el peliblanco, quien le extiende la mano.


- ¿Voy a morir? Siento que me muero, no siento las piernas. - murmura con rapidez el peliblanco, mientras su novio trata de mantener su mano quieta. - Sam, bebé, siento que me voy a desmayar, me desmayo.

- No te vas a desmayar, subnormal. - farfulla el enfermero, terminando de colocar la bandita sobre el dedo del menor. - ¿Ves ya está listo?

- ¿En serio? - mira su dedo, y luego la sonrisa burlona en los labios del mayor. - Claro, no sé porqué te pones tan nervioso al ver sangre.

Samuel toma el cuchillo que Rubén había estado usando y lo limpia, antes de terminar de picar el tomate.

- Yo voy a acabar con esto, puedes ir a jugar con Kira. - el menor mira a la gatita durmiendo sobre el sofá, así que decide saltar sobre la encimera junto a la cocina.

- ¿Puedo ayudar en algo más?

- No, eres un desastre. - responde, dejando el cuchillo a un lado, Rubén frunce el ceño en su dirección. - Pero un desastre muy guapo.

- Que hijo de~

Pero el mayor se extiende, besándolo, se acomoda entre sus piernas antes de apartarse.

- Esa boca... - susurra, las manos de Rubén se deslizan hasta envolverse tras el cuello del mayor.

El peliblanco termina estirándose para poder besar a su novio, el ojimorado corresponde el beso, sujetándolo por las caderas.

Habían estado compartiendo esa clase de besos últimamente, en los se separaban solamente cuando el aire escaseaba, esos en los que Rubén tenía que sujetarse con fuerza del mayor, porque sentía que se volvía gelatina entre sus brazos.

Terminaron separándose, con la respiración errática, y las frentes unidas; pero Samuel retomo el beso, necesitando más del peliblanco. Siempre necesitaba más de él.

Le tomó el rostro entre ambas manos, separando los labios, Rubén se sujetó de las muñecas del mayor, dejándose besar.

Okay... esto sí que era nuevo, Samuel nunca era así de... dominante; las manos del menor bajaron por su pecho, presionando la camiseta blanca en sus puños. Todo su sistema estaba colapsando, apenas podía pensar con claridad, las manos del mayor sobre su trasero ardían como fuego. Pero había algo que no pertenecía a ese momento, era como un... ¿pitido?

- Joder con el timbre... - murmura Samuel, separándose de él, las manos de Rubén sueltan su camiseta, riendo entre dientes. - ya llegaron los parguelitas esos...

- Déjame... - susurra el peliblanco, pasando el pulgar alrededor de sus labios, sube las manos hasta su cabello para acomodarlo un poco con los dedos.

- Tú también estás... - Samuel le desordena el cabello con una mano, y le limpia los labios con el pulgar, también.

- ¡Abrid ya y dejad de follar, calenturientos! - esa era la voz de Fargan, la carcajada del peliblanco no se hace de esperar, y se baja de un salto de la encimera, emprendiendo su camino hacia la puerta, seguido del mayor.

- Ole ole loh caracoleh, al fin llegan. - saluda Rubén, mirando entrar a todo el mundo.

- ¿Pero qué dices? ¿Si llevamos casi 15 minutos tocando? - se queja Alex, Samuel ríe, saludando a todo el mundo que va entrando.

- Que no estábamos haciendo nada. - se queja Rubén, de pie entre Mangel y Alex, que comparten una risita.

- Ya, por eso tienes los labios como si te los hubieses pintado de rojo. - murmura Mangel, el peliblanco lo empuja, mientras trata de no sonrojarse.

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¡Volví!

He estado muy triste estos días y sino fuera por mi bestie y un grupo de subnormales que conozco, no habría hablado con nadie en estos días.

Solo quería decirles que posible este libro se acabe dentro de un par de caps y el próximo será muy... diferente

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora