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Todo fue un sueño...

Mentira, no me maten


Samuel extiende la mano para tomar la de su prometido. ¿Por qué esa palabra sonaba tan bien?

- Tú ya sabes como cuidarte, Sam. - dice el doctor, dedicándole una sonrisa a la pareja. - Nada de esfuerzo físico ni~

- Ni sexo. - esa era la voz de la enfermera que los había encontrado besándose, de pie tras el hombre de bata blanca, Rubén entorna los ojos, esa mujer había estado lanzando ese tipo de indirectas durante la semana que habían estado ahí. - Digo, no sé si puedan controlarse por es~

- Deme un respiro, señora, habían disparado al amor de mi vida y pensé que había muerto. - se queja, en voz baja, la susodicha abre la boca, luciendo ofendida.

- Esto es un hospital no un motel, as~

- Ok, boomer. - suelta el menor, Samuel le da un apretón a su mano, y le dedica una mirada de advertencia, que Rubén decide ignorar.

- Deberíamos irnos. - se apresura a decir Samuel, el doctor frente a él asiente quedamente, mirando como la enfermera a su lado y el chico de ojos mieles se retan entre sí.

* * *

Samuel despierta dando un salto en la cama, y el brusco movimiento le manda punzadas de dolor desde el abdomen por todo el cuerpo.

Se lleva las manos temblorosas al pecho, con el sudor resbalando por su frente, respira erráticamente, tratando de pasar saliva, pero descubriendo que tiene la boca seca.

Mira alrededor, el reloj en su mesita de noche le decía que apenas eran las dos de la mañana, miró al menor durmiendo bocabajo en su lado de la cama.

El ojimorado saca ambos pies de la cama, aún con la respiración desigual. Wilson que está sobre la cama, levanta la cabeza un segundo antes de volver a dormir.

El piso del departamento estaba helado, pero al ojimorado poco le importa, camina arrastrando los pies en dirección a la cocina, mientras su mente continúa repitiendo el sonido de un disparo, la sirena de la ambulancia y voces que llaman su nombre; siente el temor volviendo a su cuerpo, acelerando su pulso, y manteniéndolo alerta aún cuando sabe que está en la seguridad de su departamento, con las dos gatitas durmiendo en el sofá, y los ronquidos de su prometido sonando desde la habitación.

Toma un vaso y lo llena de agua, respira profundamente antes de beberlo. Se queda de pie en mitad de la cocina un momento, antes de devolverse a la habitación, con los pies helados y un poco más calmado.

Apaga la luz de la cocina, arrastra los pies hasta la habitación y se mete bajo las mantas, con toda la delicadeza del mundo, para no despertar al menor.

- Hola, bebé. - saluda Rubén en voz bajita.

- Hola, bebé. - murmura en respuesta el ojimorado.

- ¿Tuviste una pesadilla? - susurra Rubén, acomodándose sobre la almohada, el mayor lo mira en la oscuridad, y asiente quedamente.

- Sí, pero ya estoy mejor... - responde, los pies del menor tocan los suyos y arruga la nariz.

- Estás helado, joder. - murmura, pero se estira más hacia él, lo suficientemente cerca para divisar sus facciones en medio de la oscuridad, Samuel estira la mano buscando la del menor.

- No tengo frío. - se excusa en voz baja, juguetean entre sí con sus pies,  en silencio durante un rato hasta que el ojimorado vuelve a hablar. - Estaba asustado...

- ¿Qué? - pregunta el menor, sintiendo como su mano recibe un apretón. - ¿La pesadilla fu~?

- Cuando me dispararon. - interrumpe. - Estaba muy asustado. Porque pensé que te ibas a enojar si no llegaba a la cita; estaba asustado de que no te iba a poder medir que te casaras conmigo. - farfulla en un susurro. - Estaba asustado porque te quedarías aquí solo, y no tendrías nadie con quien ver las estrellas, nadie que te pusiera banditas cuando te cortas. - continúa, una solitaria lágrima rueda hasta caer en la almohada. - Estaba asustado porque iba a perderte.

- Samu... - murmura el contrario, el ojimorado se lleva la mano del menor para besarle el anillo en su dedo anular, el que él le regaló.

- Y yo adoro estar contigo aquí, adoro tu risa y adoro cuando dices tacos. - susurra. - Joder, Rub, te adoro a ti, a como te pones celoso, adoro cada puto detalle de lo que eres, y estaba asustado de perderlo todo.

Hay un silencio, apenas se podían reconocer sus respiraciones silbantes, entonces Rubén tomó la mano del mayor entre las suyas, sonriendo.

- Esa boca... - susurra, antes de inclinarse para besarlo, porque él también lo adoraba. Adoraba como se reía, y adoraba como era tan perfeccionista, adoraba el brillo en sus ojos morados, y adoraba sus mañanas en la cama.

Samuel le devuelve el beso, subiendo su mano libre hasta el rostro del menor, y sintiendo el rastro de una lágrima también, pensó que porque él también había estado asustado.

Pero ya no tenían porque estar asustados, porque ahora estaban juntos, y porque se habían vuelto uno solo.

Y sería así para siempre...

-       f   i   n      -

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora