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Salieron del auto, y Rubén esperó al mayor solamente para tomar su mano, caminando a hasta la puerta de su casa.

No quería separarse de él, pero ambos tenían que despertarse temprano, y no quería ser el responsable de que Samuel rompiera su récord perfecto de puntualidad.

Se detuvieron frente a la puerta, justo como la última vez, y se sonrieron mutuamente. Sus manos aún estaban unidas.

- Admito que esa fue la peor película que he visto. - murmura el mayor, Rubén deja escapar una risita, asintiendo.

- No puedo discutirlo. - susurra de vuelta, entonces el ojimorado se acerca un poco más hasta él.

- Y admito que hace mucho no me divertía tanto en el cine.

- Yo sé que fueron las personas que nos gritaban lo que te encantó.

Samuel ríe, bajando la mirada hasta sus pies, luego miró su mano unida a la del menor.

Ese chico le arrebataba el aliento, de una forma nueva y extraña, su actitud era refrescante e incluso mejor... era increíblemente atractivo.

Entonces volvió a mirarlo, descubriendo que quería... no, necesitaba besarlo. ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Molestaría eso al más alto? ¿Se sentiría tal como imaginaba?

Mientras las preguntas continuaban rondado su mente, el ojimorado se estiró lentamente, encontrando que el menor se estiraba en su dirección, también.

Al fin... al fin iba a besarlo...

Sentía su respiración fundirse con la del contrario, y la calidez de su aliento en aquella noche tan fría. Y entonces sintió la presión sobre los labios.

- No, no... - susurra Rubén, con un tono entre nervioso y divertido. - yo no beso hasta la tercera cita.

Le había puesto la palma de la mano libre sobre la boca, mientras sonreía de lado, con las mejillas rojas.

- ¿Ah, sí? - murmura el mayor tras apartar la mano con delicadeza. - ¿Crees que tengamos una tercera cita?

- Mañana, a las siete en punto, guapo.

Vet // RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora