ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟠

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Maratón 1/4


Juliana

Había terminado de desayunar, no quise estar en mi habitación así que salí, había un pequeño pasillo de madera techado en patio exterior de la casa, donde había plantas colgando, dos sillas al lado derecho y plantas altas con sus macetas al lado izquierdo, me senté en una de las sillas, tenían la apariencia de ser incómodas, pero cuando me senté eran bastante cómodas, me quedé ahí sentada mirando al exterior, niños jugando en la calle, ya que transitaban muchos vehículos, y cuando pasaban los niños se alejaban de la calle; otros niños usaban su scooter, otras niñas jugaban entre ellas, algunas saltaban la cuerda, en eso veo a mis tíos llegar, estaban bien vestidos.

-¿Como estuvo la misa? —pregunté.

—Estuvo bien, como todos los Domingos —contestó mi tío.

—Debiste venir con nosotros —dijo mi tía.

—La verdad, yo paso —le dije, ella me sonrió. —¿Y Javier?

—No lo he visto, debe de seguir durmiendo —conteste, los dos entraron a la casa.

Pasaron unos 10 minutos, estaba apuntó de levantarme para entrar a casa, cuando de reojo vi que venía Valentina, caminaba hacia mi insegura y nerviosa, baje los tres peldaños de la escalera y me acerque a ella, note que tenia la mejilla algo roja y el labio hinchado y roto.

—Hola, Juliana.

—Hola —la salude dándole una sonrisa.

—¿Como estas? —me pregunto.

—Muy bien —conteste. —¿Y tú?

—Bien.

—¿Segura? —pregunté.

—No entiendo.

—¿Que te paso ahí? —pregunté indicándole su labio roto.

—Nada —contestó, la mire con seriedad —. Solo hice algo que molesto a mi papá y recibí lo que merecía.

—Nadie debe golpearte, ni si quiera tu padre —le dije en un tono molesto —. Por ningún motivo, nada justifica eso —le dije, toque su mejilla suavemente, luego mis dedos rozaron sus labios hasta llegar a su herida —¿Aún te duele?

—Un poco —contestó —. Ayer dolía y ardía más —me dijo dándome una media sonrisa, volví acariciar su mejilla, no dejábamos de mirarnos, me acerque un poco más a ella, sus ojos me tenían en un trance, me sentía como en una burbuja donde solo estábamos ella y yo, lo demás no existía, pero la burbuja se rompió cuando escuche a mi tía.

—¡Valentina! —dijo feliz, saqué la mano de su mejilla y retrocedí un poco —. Que gusto verte.

—A mi también me da gusto verla —sonrió Valentina.

—¿Almorzaste?

—Aún no —contestó.

—Entonces almuerza con nosotros —le sugirió mi tía.

—No se si debería —dijo, luego me miró.

—No hay problema, si es por tu padre, mi tía hablara con él, para que no se moleste, ¿verdad? —mire a mi tía.

—Claro.

—Está bien —aceptó Valentina —. Además fue mi padre que me envió para hablar con ustedes.

—Cuálquier cosa que quieras decirnos, lo dices en la mesa, vamos —dijo mi tía y entramos las tres a la casa.

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La hija del Pastor [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora