La tengo entre mis brazos, mi nombre sale de entre sus labios sin cesar.
Lo odio.
No digas mi nombre, no es tu voz la que quiero escuchar.
Tus jadeos son como basura para mis oídos, tus imparables gemidos son desagradables y tú figura me asquea.
Hace algunos años tu hubieras sido la mujer perfecta, pechos exuberantes, un enorme trasero, una figura hermosa, un cabello largo y sedoso, todo tu cabe en la palma de mi mano y después de esta noche no pensarás en nadie más que en mi.
Me seguirás a donde sea, estarás desesperada por mi compañía y atención pero yo no volteare a mirarte, no te buscaré, después de hoy ni siquiera podré reconocer tu rostro en la calle y no me interesa para nada.
Todas las mujeres son iguales, después de una buena noche de sexo y no dejan de seguirte por más, todas, todas, excepto tú.
Por qué no puedes entender cuánto te deseo.
¡Mírame! ¡Voltea hacia mi! ¡No te atrevas a ignorame! Si lo haces...¡Lastimare a todos los que amas!
¡Elizabeth!
Sus ojos saltones, casi se salen de sus cuencos, su cuerpo tiembla ante mi cercanía, sus labios partidos, su piel seca, su cabello alguna vez lleno de brillo marchito y sin color, sus ojos no han dejado de llorar desde que la traje aquí y se dió cuenta de lo que iba a pasar, le quite la soga de la boca.
- Por favor...por favor déjame ir...por favor - sus palabras entrecortadas - ¡Te lo suplico déjame ir!
Me rei ante su patética súplica, mi Elizabeth jamás sería así, ella me miraría con ojos extrañados y me mostraría el dedo de en medio para enseñarme que no la mando.
Puedo leer su mente, ella piensa que ha estado bajo mi control todo este tiempo pero la verdad es que no es así, ni siquiera ha podido reconocerme cuando la veo en el campus, ya no siente mi prescencia, soy invisible ante sus ojos y lo odio.
Volví a poner la soga en la boca de esta mujer de la que ya no recuerdo su nombre. Sus ojos no dejaban de llorar.
- Sabes - comencé - te elegí por tus ojos y tu cabello - acaricie su cabello con mi manos
Tembló ante mi tacto, trato de alejarse pero no podía moverse, había atado sus muñecas sobre su cabeza y sus tobillos a la cama.
Quite nuevamente la soga.
- ¿Por...por... qué...yo? - su rostro era horrible ahora, todo morado y sus ojos rojos, casi parecía rabiosa
- Tu cabello lucía como el de ella y tus ojos también...pardos como los de ella - pase su cabello por entre mis dedos
- Entonces...¿Por qué me tienes aquí? - pregunto, cierto
¿Por qué la tengo aquí? Si no es la mujer a la que deseo
- Tienes razón...- me levanté
- ¡Espera! ¿A dónde vas?
Fue la última vez la ví.
¿Dónde estás ahora Elizabeth?
Por qué te escondes si sabes que te encontraré.
La primera vez que nos vimos nunca me imaginé que terminaría yo detrás de ti, no era así, las mujeres corren tras de mí no al revés.
Extraño verte con tu ropa holgada, tu cabello enmarañado, tus ojos tristes, pero todo eso solo es prueba de cuánto me amas, en cuanto te deje quedaste marcada por mi, por eso verte deprimida de esa manera era una maravilla para mí, al principio me buscabas por todos lados, tu mirada se cruzaba con la mía pero no lo notabas, todo era perfecto, solo unos meses más y me habrías estado persiguiendo de nuevo pero tú estúpido orgullo no te dejo verme.
Admito que de las cosas que me gustaron de ti fue que tú orgullo te permitía cambiar y cambiaste por mi, solo por mi, cambiaste tus atuendos solo por mi, tus salidas por mi, tus amistades por mi, todo lo que eras y dejaste tu orgullo por estar a mi lado como la mujer que yo quería que fueras.
Y ahora.
Ahora estás ahí sonriendo con unos hombres que no conozco.
Odio esa maldita sonrisa, todo iba bien antes de que ellos aparecieran, tu cabello recobro su brillo, tus labios rojos y húmedos todo el tiempo, tus mejillas sonrojadas, todo lo que era mío y se los diste a ellos.
Tu cuerpo que solo yo conocía en profundidad, tu voz gimiendo, tus jadeos, todo lo que alguna vez marque e hice mío era de ellos.
Si hay algo que odio es que me quiten mis cosas, eres mía y solo mía.
Creiste que huyendo de la ciudad no te volvería a encontrar pero estoy cerca de ti a cada momento, casi siento tu respiración sobre mi rostro, cada noche mi mano aprieta mi pene solo de imaginar lo que te haré cuando estés nuevamente entre mis brazos.
La oposición, los gritos, tu llanto, tus inútiles intentos de quitarme de encima tuyo, todo inútilmente y te llevará a la nada, porque se que estás pensando en mi ahora mismo, se que sueñas conmigo a y mi recuerdo te hace temblar de miedo.
- ¡Detente! ¡Lo vas a matar! - me gritaba - ¡Robert por favor detente! - sus lágrimas brotaban sin parar de sus ojos
- ¿Tanto lo quieres? - tratas de disimular que este imbécil te interesa - destruiré su rostro ¡Así no lo miraras nunca más!
Su sangre en mis manos, su rostro deforme por los puñetazos, su respiración casi nula y el rostro de Elizabeth pálido y con una expresión de horror, cuánto miedo había en sus facciones, en ese momento súper que sería mía para siempre.
El miedo la había atado a mí por el resto de su vida.
En las noches te veo mi hermosa Elizabeth, te veo en ese antro asqueroso rodeada de gente que no merece verte, tu eres mi juguete, un valioso juguete, debería ponerte en una vitrina de vidrio a mil metro de profundidad para que nadie fuera capaz de verte nunca más, solo yo debo verte.
Trato de controlarme, trato de no ir a dónde estás y arrastrarte de vuelta a mi pero lo haces difícil, lo haces muy difícil cuando dejas que todos esos hombres te miren, cuando los tocas en el callejón, cuando vuelves a ese departamento y te escucho gemir, cuando oigo que dices sus nombres.
- ¡Ethan! - jadeo - ¡Evan! - gemido - ¡Si, si, oh sí! ¡Más! ¡Más!
Te has vuelta una perra con ellos pero no te preocupes mi dulce Elizabeth, te tráete de vuelta muy pronto, solo espera y estaremos juntos otra vez.
Está vez, nadie te apartará de mi, ni siquiera esos dos.
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Tres corazones una relación ❦ PRIMER LIBRO
RomanceCuando la chica callada y tímida de la clase conoce a un par de gemelos que la vuelven loca no hay más que hacer que sucumbir bajo los encantos de este par de irresistibles hombres.