Intrusa

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- Parece que tenemos a la intrusa. ¿Pensabas matar a Jimin?- preguntó tras pasar un cuchillo por mi garganta y comenzar andar hacia otro lugar.

- Llama a Jimin, encontré al animal que se coló en nuestros terrenos. Sin duda cavaste tu propia tumba y desde luego el querrá matarte con sus propias manos.

- Ya no soy esa niña.- le pise el pie, llevé mi mano hacia su brazo con el cuchillo y después se lo retorcí, la golpeé en la corva por lo que cayó al suelo de rodillas, agarré el cuchillo y lo lancé lejos.

- Estúpida niña.- pronunció antes de moverse rápidamente, por lo que retrocedí.

- Game over, Kendra.- saqué mi arma y la apunté a la cabeza.

- Allí está la intrusa.- contestó una de las chicas mientras que me señalaba. Debía de pensar en un plan rápidamente. Lo último que podía hacer era disparar y declarar la guerra.

- No tienes escapatoria. Cavaste tu propia tumba.- añadió Kendra con una mueca.

- No me subestimes.- Corrí hacia ella, pisé la barandilla y me dejé caer.

- Qué coño.- escuché decir a Jimin, rápidamente se movió y me agarró.- Sabes... la próxima vez que idees un plan que no incluya tu suicidio.

- ¿Qué significa esto?- preguntó Kendra tras ver aquella escena.

- Ya puedes bajarme.- contesté mientras que miraba hacia todos los lados. Sin duda era un suicidio, pero... podría haberme escapado.

- Parece que fui atrapado.- se llevó su mano hasta su nuca y después la frotó ligeramente.- Ella es mi amante.

- ¿Estás loco? Ella viene aquí a matarte.- expresó Kendra.

- Kendra... ella es mía y nadie puede hacerla daño. Más te vale no intentar nada contra ella.- pasó su mano izquierda por mi costado y me llevó hasta él. En ese momento solo podía disfrutar de la cara de Kendra.

- Será posible que tenga que salvarte como una doncella en apuros.- me llevó más hacia él y levantó su mano derecha hacia mi rostro.

- ¿Qué planeas?- pregunté entre dientes mientras que miraba sus ojos.

- Salvarte la vida.- me acarició ligeramente mi mejilla con su dedo gordo y después me besó. Al sentir sus labios junto a los míos no pude resistirme a él, subí mis brazos hacia él y rodeé su cuello. Sus manos rodearon mi cuerpo y sin darme ese rocé de labios, se había convertido en un beso real, en uno en que nuestra lengua entraba también en juego.

El linaje del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora