La cueva II

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- No, ese fue el problema. Nosotros pensábamos que ellos eran los culpables, pero ellos seguían echando la culpa a la gran bestia. Por esa razón fueron en su busca, lo intentaron cazar y por eso cada luna llena se volvía más y más peligrosa. Había más y más muertes y nosotros éramos los culpables. Ahí entendimos que no solo nos despojábamos de la vergüenza de ser humanos, sino de sus sentimientos, de su comprensión... nos volvíamos bestias salvajes. Intentamos reprimir a los que nacían e intentábamos que se volvieran más humanos, pero a los 15 años los lobos que estaban en potencia se volvían lobos en luna llena.

- A mí me pasó eso, pero a mí siempre me contaron lo que era.

- ¿Aspirabas a ser un depredador desde tan temprana edad?- contesté tras mirarle con odio.

- Cállate.- respondió molesto.

- Eso es porque tu familia es la continuación de mi linaje, por eso seguís en este lugar. En ese momento pensábamos que éramos los únicos que teníamos que cambiar, pero nos dimos cuenta de que todos debíamos hacerlo. Sobre todo cuando ellos mataron a uno de los nuestros. En ese momento nuestro gran secreto se había desvelado, lo llevaron hasta el centro del pueblo como un lobo, pero al amanecer ese lobo se convirtió en hombre. Un hombre al que conocían del pueblo.

- El miedo y la desconfianza se extendieron, ¿Verdad?- pregunté aunque más bien era una afirmación.

- Así es.- respondió tras mirarme, se movió a la otra pared y continuó con la historia.

- Tenían miedo hasta de que su hijo fuera uno de ellos, desconfiaban de todo y de todos. En ese momento era el momento de la retirada, sobre todo porque algunos nos habían comenzado a señalar, nosotros envejecíamos más lento que el resto de ellos, vimos más de una generación morir, mientras que nosotros seguíamos siendo jóvenes. Por esa razón lo mejor era marcharse lo más lejos posible hubo miembros de la manada que se negaban y querían que ellos se marcharán. Por eso hice un trato con tu familia, al principio no hacía falta que ellos tuvieran poderes, podían controlarnos, porque no éramos tan fuertes. Sin embargo al alejarnos acabamos volviendo a nuestros orígenes.

- Licántropos puros.- contestó Jimin.

- Tranquilo que tú no tienes nada de puro.- respondí tras mirarle por un segundo. 

Sus ojos me miraron como si fueran asesinarme, pero esta vez el miedo que había percibido años atrás ya no estaba presente, lo que me hizo preguntarme qué es lo que había pasado desde mi partida.

- Una día quien iba a ser mi predecesor dijo que no debían de huir, que si alguien debía de hacerlo, eso debían ser lo seres humanos. Juntaron a un montón de guerreros y fueron hacia los humanos. Ese día sin duda cayeron muchos humanos y aunque tu familia intentó pararles, no pudieron. En ese momento vi toda la destrucción que éramos capaces de crear, me di cuenta de que él no podía ser el jefe de nuestra manada, porque traería destrucción. Elegí a mí otro hijo, él que estaba enamorado de una humana. Sin duda sabía que él entendía la importancia de la tregua y a la vez debíamos conseguir que los humanos aceptaran. Por esa razón mi hijo y yo fuimos hablar con tus antepasados. Cuando mi hijo se marchó decidí entregar parte de lo que éramos... porque sabía que si le intentaban desobedecer o le mataban. Nadie y nada podría pararles.

- ¿Cómo volvimos a incorporarnos a la sociedad?- preguntó Jimin.

- Verás el trato era que ellos como cazadores supieran quienes eran los lobos para poder proteger a los suyos y así lo hicimos, pero hace unos años todos los papeles fueron quemados, justo cuando murió tu abuelo... por esa razón tus padres no sabían quién eran los enemigos.

- ¿Y cómo comenzamos a poseer tu poder?- pregunté sin encajar esa parte de la historia.

- Los lobos solo nacemos a raíz de otros lobos, pero había un ritual en el que podías dar poderes a alguien que lo necesitaba. Mi vida aquí estaba terminando y por esa razón preparé un elixir. Ellos lo tomaron y cada persona que nacía llevaba consigo una señal, una rama llena de flores de ciruelo. No obstante en todos tus antepasados era pequeña. Presiento que en ti están todos mis poderes, desde luego tu tatuaje debe ser bastante grande.- expresó tras mirarme.

- Lo es, pero no la tenía cuando nos conocimos la primera vez.- respondí.

- Pero tus poderes si estaban floreciendo, lo único era que no podías usarlos. Pero... fue suficientemente fuertes como para despertarme. Después de dar ese poder a tu familia, volví a aquí escribí la historia y esperé a que mi cuerpo se apagará. El resto era cosa de mi hijo y cómo ves no salió demasiado bien, por eso... ellos piensan que el gran jefe regresará algún día. No obstante no puedo regresar.- expresó tras caminar más adentro de la cueva, se paró al lado de un cadáver y después nos miro.

- Así no soy tan atractivo. ¿Verdad?- preguntó tras mirarnos.

- Lo siento.- respondí tras mirarle.

El linaje del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora