(Por: Clarissa)
—¿Estás loca? —Pregunté como por novena vez mientras Isa le daba su número a Adrian y le agradecía por su ayuda.
Él parecía divertido por mi indignación y me lanzó una mirada curiosa.
—Son libres de decirme que no —repitió—, solo me ofrecí porque tu amiga sonaba realmente desesperada.
—¡Y has llegado como caído del cielo! Gracias, gracias, gracias...
—Ni siquiera lo conoces —la regañé entre dientes.
—Pero dice que sabe tocar, y tampoco es un completo extraño, es cliente de la cafetería.
—Ha sido cliente por algunos días —aunque mi tono disminuyó con cada segundo, ya que era la tercera vez que usaba ese argumento y no había surtido efecto en ninguna de las veces anteriores.
—Es un lugar público, no hará daño —respondió ella alegremente—. Y si haces daño, que sepas que los chicos llevan más de un año tocando en ese bar, el dueño es amigo nuestro y conocemos a todos los chicos de seguridad.
—Sí, mamá —dijo él alzando las manos en una pretensión de inocencia—. Pero en serio no miento, sé tocar batería y he estado en un grupo que se dedicaba a ensayar un montón de canciones de Coldplay. ¿Qué opinas, Aurora?
La forma en la que pronunció mi nombre hizo que pusiera mucho esfuerzo en no sonrojarme. Sí, vale, había averiguado que no me llamaba así y le había estado mintiendo, tampoco era para tanto.
Nos quedamos en un silencio extraño por varios segundos y él rompió la tensión dado una vuelta para mirar los cuadros y la tienda en general.
—Tienes una tienda muy bonita, no-Aurora —comentó.
—Ahora que lo pienso, ¿qué haces aquí? —lancé, ante esta nueva posibilidad de acorralarlo.
—Ya te lo dije: la verdadera Aurora, tu amiga de la cafetería, me dio la tarjeta.
—¿Y visitas todos los lugares de los que te dan una tarjeta?
—Necesito comprar material para un cuadro, ella habló muy bien de la tienda, insistió muchísimo en que tenía que conocerla. Pensé que podía satisfacer mi curiosidad y de paso comprar los materiales, ¿me vas a denunciar a la policía por eso?
Sabía que se estaba burlando pero su tono de voz era de una paciencia infinita, como si en serio le preocupara que yo entendiera. Me frustró al máximo, porque estaba en el límite para que no consiguiera ofenderme sin que pareciera una rabieta.
Ah, pero dos podían jugar ese juego...
—No, tienes razón —le dediqué una gran sonrisa—. Entonces, ¿qué materiales necesitas?
Abrió y cerró la boca unas cinco veces antes de darse cuenta de que lo había atrapado.
—Primero, quizás un par de lienzos —murmuró—. Voy a juntar todo en una de estas prácticas canastas que tienes...
—Oh, pero puedo ayudarte, ve nombrando qué necesitas y lo encontraremos para ti. Te han hablado tan bien de la tienda que quisiera que tengas una gran experiencia con nuestro servicio personalizado.
Me di cuenta en seguida que era una mentira, porque él no tenía idea de qué comprar. Se llevó un poco de todo y pagó en efectivo sin siquiera reclamar por los precios o hacer preguntas más específicas sobre ningún material.
—Tienes que admitir que eso ha sido raro —le lancé a Isa cuando la puerta se cerró tras él y lo perdimos de vista.
—Hace tiempo no te veía coquetear con alguien así —respondió ella—. Me parece que es saludable para ti.
—¿Coquetear? ¡Lo estaba poniendo a prueba!
—Te has perdido completamente la tensión sexual que flotaba en el ambiente —señaló Isa—. De todos modos, no creo que tenga nada de malo que haya aparecido así, por algo se inventó la palabra "coincidencia", ¿no?
—Por algo se inventó el término "asesino en serie".
—Quizás solo le gustas, Aurora le dio tu tarjeta y vino a invitarte un café pero no tuvo suficiente valor.
—¿Me estás diciendo que gastó casi doscientos dólares solo porque no pudo invitarme a salir?
—No es ningún crimen —me recordó Isa.
Lo siguiente que hizo fue intentar buscarlo en redes sociales y yo me quedé pensando por qué todo el mundo parecía tan empeñado en emparejarme. Es verdad que ya habían pasado siete meses desde lo de Tom pero tampoco era necesario intentarlo con cualquier desconocido que cruzara por la calle.
—¿Segura que dijo Adrian Summers, no? — Murmuró Isa con frustración mientras daba clic a otro perfil.
Quince Adrian Summers incorrectos después, se dio por vencida mientras maldecía a la gente que tenía bloqueada la opción de que los buscaran en Facebook.
—Seguramente es un espía de bandas que quiere robar el talento de nuestros chicos —sugerí en broma mientras ella lo buscaba en Instagram.
—Eso significaría que realmente estamos llegando lejos, nadie intenta sabotear lo que no considera una amenaza. ¡Ajá, aquí está!
La cuenta estaba llena de fotos muy bonitas de varios espacios de la ciudad y aunque solo tenía dos fotos suyas en las que no se veía su cara, en una tenía la misma chaqueta que había traído hoy. Tenía menos de cien seguidores, pero no ser popular tampoco podía ser considerado un crimen.
—¿Debería decirle a Oliver?
—Tienes que decirle, acabas de invitar a un chico a su grupo sin consultarle siquiera.
—Oh mierda, esto va a golpearme de vuelta en mi divorcio, ¿cierto?
—Deja de bromear con eso, hace que me duela el corazón.
—Ayúdame a fingir que todavía no se lo he ofrecido y solo es una propuesta que haré bajo su aprobación.
Al final terminó diciéndole la verdad y se alegró de que Oliver no estuviera molesto, sino agradecido. Yo rodé los ojos porque eran tan ridículos, y adorables al mismo tiempo.
Mientras tanto, me preocupaba la situación. Que este chico apareciera de la nada, perfecto para solucionar todos los problemas de mis amigos hacía que me dieran escalofríos. Por favor díganme que alguien más vio un documental de asesinos en serie y era así como siempre empezaban. Mientras el narrador relata la historia te preguntas: ¿cómo pudieron ser tan confiados y dejarlo entrar a su vida tan fácilmente? Bueno, pues justamente así.
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¿Dónde está Adrian Wilcox?
Teen FictionAdrian Wilcox, el famoso cantante, ha desaparecido misteriosamente y sus fans hacen vigilias para que lo encuentren pronto. Se rumorea que se trata de un secuestro. Mientras tanto, Clarissa conoce a Adrian Summers, un chico que se hace cliente de la...