Hannah Montana

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(Por: Adrian)

Mi primera sensación al despertar fue no poder respirar con facilidad. Pensé que quizás estaba teniendo un ataque de pánico pero escuché una respiración junto a mí y la noche anterior volvió a mi cabeza.

Estaba en el cuarto de Clary y mi reloj interno sabía que era muy muy tarde.

Sin embargo, no logré comprobarlo en mi celular porque había muerto la batería. El de Clary me informó que ya había pasado el mediodía pero no la desperté todavía, sino que me tendí junto a ella y la escuché mientras dormía. No sentí la más mínima culpa al respirar ese aroma que llevaba en toda la piel y que ayer me volvía loco.

Caí en la cuenta de que nos quedamos dormidos y no recuperamos la ropa, que estaba regada en la habitación sin ninguna clase de orden.

No la despiertes, Adrian, no te atrevas.

Justo cuando estaba a punto de sucumbir, unos cinco minutos después, ella despertó haciendo ruiditos de lo más adorables y me hizo difícil contenerme para besarla.

—Buenos días, bella durmiente.

Se sonrojó, giró la cabeza y la enterró en la almohada.

—Detente, ya sabes que no soy...bueno, no soy bonita realmente.

Mi respiración se aceleró con las ansias de no poderle resumir en cinco minutos lo que significaba para mí.

—¿Me estás llamando mentiroso? —Pregunté juguetonamente—. Porque yo creo que necesitas nuevos lentes, o nuevos espejos.

Intentó replicar pero empecé a darle besos en toda la espalda desnuda y se retorció bajo mi boca, lo cual fue malditamente excitante. Ya conocía dónde tenía sus lunares y qué lugares presionar para que disfrutara, lo que me generó una ola de ternura inexplicable.

Clary volteó para jalarme a un beso y no necesité más señales, aunque el miedo de ayer me distrajo unos segundos. Cada beso se sentía cargado de algo más que pasión, y no podía evitar buscar sus ojos cada pocos segundos. Ayer parecía tener una pregunta en los ojos, y no quería creer que pudiera ser la misma que yo tenía en los míos. Me sonrió y tuve miedo de estar leyendo mal, pero por la forma en que me besaba, pensé que había logrado descifrarlo. La posibilidad me hizo terminar más rápido de lo que esperaba pero tenía tanta energía dentro, que dediqué lo que pareció una hora entera a que ella también se viniera.

—Tienes esa cara de satisfacción que usualmente me fastidiaría pero...diablos, Adrian, eso fue increíble.

Incluso antes de que terminara su frase, desde que pronunció mi nombre, estaba totalmente listo para empezar de nuevo. Sin embargo, ella se veía cansada, así que me conformé con reír y abrazarla. Y allí, mientras estaba acurrucada junto a mí, supe que había llegado el momento que más había temido. Porque tenía que decírselo, enfrentar su reacción y rogar que todo saliera bien. Tenía algo más que decirle y no sería justo hacerlo sin que ella supiera sobre mi problema Hanna Montana.

—Clarissa —una sonrisa le jaló las comisuras de los labios cuando pronuncié su nombre completo—. Hay algo que necesito decirte, es muy importante y necesito decírselo antes de que avancemos más con esto.

Su sonrisa cayó al instante y su cuerpo se separó de mí. Me inundó la culpa pero me armé de valor para eso, tenía que hacerlo antes de que lo arruine.

Extendí una mano para arreglarle el cabello y compartimos una mirada que hizo que me dieran ganas de besarla.

—¿Entonces?

—Mira, no soy un asesino en serie, ¿vale? Pero sí tengo algunos secretos que necesitas saber...

Su sonrisa se evaporó con una rapidez escalofriante.

—Adrian...no, por los dioses, lo siento tanto. Por supuesto que ya no creo que seas un asesino en serie. No tienes que contarme todos tus secretos solo porque te sientas culpable por eso.

—De todos modos es importante, ¿vale? Hazme caso en esto, tienes que saberlo en...

Nos alcanzó un grito ahogado desde una de las habitaciones y aunque lo intentamos, no pudimos contener la risa. Terminamos rodando en su cama, sosteniéndonos el estómago cuando a alguien más (debía ser Oliver porque Aurora casi nunca traía a nadie) se le escapó un gemido.

—Vamos por un café —dijo ella finalmente cuando pudimos dejar de reír. Supe que estaba intentando alargar el momento en el que todo se arruinaría, y yo no me sentía con ánimos de privarme unos minutos más en ese oasis, así que nos vestimos para ir a la cocina—. ¿Qué pasa?

—¿Me prestas tu cargador? Mi batería ha muerto.

Me señaló su mesa de noche y se fue a la cocina, así que lo conecté lo antes posible para seguirla.

Me contuve lo suficiente para verla encender la cafetera antes de empezar a besarla y supe que estábamos dando un espectáculo no apto para los espacios públicos de esta sala. Esperaba que nadie saliera de su habitación porque la forma en que se empezó a restregar contra mí estaba logrando que me arrepintiera de no haber traído más condones y calculando cuánto me tomaría ir hasta la tienda más cercana.

¿Creo que vi que tenía algunos en la mesa de noche? ¿Debería preguntar?

Finalmente ella se separó de mí con una risita al verme sufriendo y fue por la cafetera.

El momento fue preciso porque la puerta de la habitación de Aurora se abrió y un chico alto que no conocíamos se quedó mirándonos. Detrás suyo, Aurora soltó una risita y lo empujó hacia la puerta.

—Yo no vi nada si ustedes no vieron nada —gritó antes de encerrarse de vuelta en su habitación.

Intentamos contener la risa sin éxito y me sentí en un momento pleno.

Cuando la vi sirviendo el café sentí como si ya lo hubiera tomado, con la sensación que corría por todo mi cuerpo. Aquí, y ahora, tenía que admitirlo: realmente me había enamorado de Clarissa como nunca había estado enamorado de nadie en mi vida.

Estaba recién levantada, con el pelo hecho un desastre, con un pijama nada favorecedor, y una sonrisa que me despertaba mejor que el café. Era tan hermosa...quería pasar el resto del día haciéndola sonreír. Su mirada se enganchó con la mía y la reacción de mi cuerpo fue casi un reflejo.

La jalé lentamente por la cintura y empecé a besarla con todas las ganas que tenía de llevármela de vuelta al cuarto.

—Paciencia —murmuró ella un minuto más tarde—, todavía necesitamos desayunar.

—Tú puedes terminar esa taza de café y yo te puedo desayunar a ti.

Su sonrisa fue traviesa pero no logré saber si decidiría a mi favor porque el timbre de la casa sonando tres veces seguidas nos hizo saltar a ambos.

—¿Qué diablos? —Murmuró dejando su taza y yendo a la sala.

—Quizás es el chico de Aurora que se olvidó algo.

El timbre volvió a sonar y Clarissa se adelantó para abrir. Incluso Isa abrió su puerta antes que Aurora y creo que también quería ser parte del chisme para interrogar al chico.

Agradecí haberme puesto el suéter en lugar de salir con el torso desnudo como pretendía y luego me deleité en lo ridículo que era por intentar ocultarle a Isa de entre todas las personas que pasé la noche aquí con Clary. Quería gritarle al mundo que la adoraba y estaba a punto de ir a besarla, pero me detuvieron unos ruidos extraños.

Cualquier otro pensamiento se borró de mi cabeza cuando fui cegado por una infinidad de flashes en el segundo en que Clary abrió la puerta.

No, no, NO POR FAVOR. 

¿Dónde está Adrian Wilcox?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora