—¿Cuántos hermanos más tienes?— le pregunté.
Ella volteó los ojos.
—Este más y ya, lo prometo.
El doctor era un tipo bastante joven, de unos treinta y tantos, moreno como Andrea, pero ahí terminaba el parecido. Tenía el cabello castaño claro y algo rizado y ojos miel. Era una combinación... diferente. Pero lo que llamó mi atención fue una pequeña cicatriz que cruzaba sus labios en el lado derecho. Parecía tener algún tiempo y ya era sólo una línea blanquecina, pero fue lo primero que noté.
Se aclaró ruidosamente la garganta.
Rayos. Se dio cuenta que lo miraba. Eso debió ser extraño.
—Y bien, ¿Quién es este joven?— Se dirigía a Mónica, no a mí. Pero me miraba severamente.
Su hermana se removió inquieta.
—Él es Jos— contestó Ella. Se rascó la sien izquierda.
—¿Dónde lo conociste? ¿Qué sucedió?— Hizo las preguntas tan rápido que no nos dio tiempo de contestar.
—Lo conocí hoy. En la calle. En realidas, antes en el parque, pero... bueno... tuvo un... ¿accidente?
El la miró levantando una ceja.
Ella se puso a la defensiva.
—¿Qué?- La mirada de su hermano no cambió— ¡Está bien! Tal vez... mi bici lo empujó un poco...
—¡Mónica! ¿Otra vez? ¡Tienes que fijarte por dónde vas!
—¡No fue mi culpa! ¿Por qué siempre dicen eso?— Se cruzó de brazos y una arruguita se formó en su entrecejo. Lo cual le dio un aspecto adorable.
Sebastián suspiró y luego se volvió hacía mí.
—Supongo que tendré que revisarte— dijo Sebastián.
—Eso creo...
Comenzó a hacer cosas de médicos. Revisó mis ojos y mis oídos. Me preguntó si me dolía algo y otras cosas.
Toqueteo mis costillas y mi respiración se cortó. Otra mueca.
Cuando terminó soltó un suspiro.
—La buena noticia es que no tienes ninguna costilla rota. Parecen ser algunos moretones, que sanaran en poco tiempo. Necesitas hielo en esa cabeza, y un analgésico para el dolor.
Instintivamente me la toqué y encontré un enorme bulto en el lado izquierdo. No lo había notado.
Sebastián se acercó a su escritorio, se sentó, y comenzó a garabatear en una hoja.
Luego me la tendió.
Mónica, que se quedó callada en toda la revisión, por fin habló:
—Bueeeno... Si eso es todo, nosotros nos vamos...— Comenzó a decir mientras abría la puerta.
Me levanté, di las gracias y me dispuse a salir. Sebastián nos siguió hasta la puerta. Entonces puso una mano sobre el hombro de su hermana.
—No tan rápido, jovencita...— dijo, pero había un tono burlón en su voz.
—Si, papá...— contestó Ella torciendo de nuevo los ojos.
Se despidieron y caminamos por el pasillo hacia el elevador. Parecía que ambos ibamos lo más lento posible.
En parte por el dolor de mis costillas.
Se formó un silencio incómodo. Qué yo rompí.
—Tú hermano es muy protector ¿No es así?
Ella sonrió.
—Es muy mandón— miró hacia adelante. Parecía que estaba recordando algo—. No... él siempre es así, desde...
Se quedó callada, como si estuviera a punto de echarse a llorar. Luego su rostro cambio y me miró con ojos de detective.
La duda anidó en mí.
—Olvídalo. No quiero aburrirte con mi vida...— dijo al final.
Llegamos al ascensor y esperamos a que llegara abajo.
Yo no estaba para nada aburrido. Quería escuchar todo lo que ella tuviera que decir. Pero ese recuerdo parecía disgustarla, casi molestarla.
—Así que... ¿CD9?— dijo de la nada.
Sonreí.
—Si.
—Dime, ¿Cómo sucedió?
Entonces vi la oportunidad.
—Olvidalo. No quiero aburrirte con mi vida.
Abrió la boca sorprendida, como si fuera a decir algo, luego la cerró y comenzó a reírse y yo supe que era el sonido más hermoso del mundo.
—Juegas bien, ...¿Jos?... — sus ojos se llenaron de curiosidad.
No supe que sucedió, pero algo entre nosotros cambió. O al menos en mí. Yo ya no tenía miedo de decir tonterías frente a Ella. Lo iba a hacer, estaba seguro. Pero ya no me importaba.
—... Canela.— le aclaré.
Me miró como si estuviera bromeando. Mientras tanto, el ascensor se abrió y entramos.
—¿Ese es tu apellido?
Solté una carcajada y asentí.
Comenzamos a descender y Ella se recargó en la pared frente a mi.
Las puertas se abrieron en la recepción y vi a mis amigos sentados en las sillas de espera. Se levantaron cuando nos vieron.
—¿Qué pasó?— preguntó Andrea.
—Todo está bien, sólo algunos moretones sin importancia— contestó Mónica.
Habla por ti misma.
Todos parecían aliviados, así que no dije nada.
Pasamos a la zona de famacia para comprar el medicamento de la receta que me había dado Sebastián.
Unos minutos después, salimos al estacionamiento hacia el automóvil.
Me ofrecí a pagarle a Mónica, pero Ella se negó poniendo los ojos en blanco.
Nos detuvimos de nuevo en la acera, escuchando el tráfico proveniente de las calles continúas.
—Creo que eso fue todo— dijo Andrea—Si quieren podemos llevarlos a su hotel...
—No queremos abusar, muchas gracias. Podemos caminar— contestó Alan. Parecía impaciente por irse.
Freddy, Bryan, Alonso y yo, lo miramos extrañados. Mónica estaba junto a su hermana observándome de reojo.
—Muy bien— continuó Andrea—. Entonces... adiós.
Rápidamente, Mónica abrió la puerta del copiloto y entró.
Eso me dolió un poco. Parecía que ella quería alejarse lo más pronto posible.
Los chicos se despidieron con la mano y de nuevo les pedí que se adelantaran.
Me acerqué a la puerta de Mónica, que seguía abierta.
—Mmmm... Yo...
Me dio un susto cuando estiró la mano. Como si fuera a golpearme. Pero me tendió un pequeño papel doblado.
—Hasta luego, Jos Orégano.
Tomé el papel y sonreí.
—¿Orégano?
Antes de que pudiera decir otra cosa, cerró la puerta y el coche comenzó a moverse.
Yo me quedé ahí parado, con un papel en mi mano y un montón de preguntas en la cabeza.
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Ella | JC | #1 [EDITANDO]
Romantizm«La fama no lo es todo. Ella lo es.» La historia está inspirada en la banda mexicana, CD9. Los demás personajes los inventé yo. Podrán darse cuenta de que las personalidades no son exactamente como son las de ellos, pero tuve que cambiarlas un poco...