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Elizabeth no apartó la mano del acelerador ni por una milésima de segundo, aun cuando Trevor le había reprochado ya tres veces que estaba tomando demasiada velocidad. Habían seguido un rastro durante un día entero, pero no había señales de Troy Otto por ningún rincón del desierto.

- ¡Bethie, maldita sea!- le gritó una vez más su hermano.- ¡Para ya!

La pelirroja aminoró la marcha y dejó que poco a poco la motocicleta se detuviera a un costado de la carretera que seguían. El extenso cabello se le vino a la cara y lo apartó una vez más de forma brusca, el calor intenso del desierto hacía que la nuca le transpirara y se le pegara la ropa al cuerpo.

Habían decidido no comer la noche anterior, ya que habían desayunado abundantemente en el rancho antes de partir. Habían tomado también tres galones de agua de la despensa, era poco para sobrevivir al menos una semana y tendrían que dividirlo entre tres, pero tampoco podían dejar al rancho sin provisiones teniendo en cuenta la situación de sequía por la que estaban pasando.

- Comamos algo y larguémonos de aquí.

- Tiene que haber sido astuto, seguir la carretera.

- Eso no es ser astuto, lo habrías hecho tu porque tienes una maldita moto.- Trevor se restregó los ojos, la tierra se le pegaba al sudoroso rostro pero no le importo.- Troy no tenía agua, no tenía comida y mucho menos pudo haber recorrido esta distancia a pie. Habría muerto antes de llegar a la carretera.

- ¿Qué otra maldita opción se te ocurre entonces?- Elizabeth no quería llorar, pero desde que habían escapado del rancho no habían conseguido ni una pista del paradero de Troy.

- Quería volver, tu dijiste que lo escuchaste una noche y te creo. Para eso, tuvo que haber encontrado un lugar lo suficientemente equipado como para sobrevivir al menos una semana. Un punto que conociera bien, uno del que podría ir y volver hasta el rancho sabiendo que la distancia no era mucha. 

- El barranco de Phil.

- Deja de llamarle así, era un puesto de control de los de la Nación.

- Pues es un barranco y ahí encontraron a Phil, no se me ocurre un mejor nombre que ese.- la pelirroja causó una pequeña sonrisa de parte de su hermano, al menos a punto de morir carbonizados en el medio del desierto seguían teniendo aquel sentido del humor intacto.- Entonces hicimos bien en dejarle una carta, apuesto a que volvió por Nick.

- No lo matara...de alguna extraña manera se apegó a él. Quizá le advirtió que se vayan del rancho, justo como hizo contigo.

- ¿Con que celoso?- Elizabeth sonrió, codeando a su hermano mientras abría con desesperación una bolsa de carne deshidratada. Se había olvidado de lo que era vivir con el estómago vacío y que los constantes gruñidos que este producía se camuflaran con tu voz.- Esto es desagradable.

- Pero nutritivo, es el alimento que Troy traía de la base militar.- el mayor se acercó a su hermana no sin antes colocarle la traba a su ostentosa motocicleta plateada, no tardó en meter mano él mismo a la bolsa y tragar con dificultad un par de trozos de carne seca.- Te acostumbras, y si cierras los ojos hasta parece tocino.

Un par de gruñidos rebotaron entre las colinas desérticas. El viento hacía que los muertos que se aproximaban a ellos se mecieran intentando mantener el equilibrio, pero parte de sus extremidades habían entrado en un estado de putrefacción deplorable y habían comenzado a desintegrarse dificultándoles la tarea de caminar. El par de muertos se encontraba a piel y hueso, debía ser una extrema suerte para ellos creer que habían por fin encontrado algo que comer entre aquel desierto desolado. 

- Yo me encargo.- susurró la ojimiel, tomando entre sus manos el rifle de Madison para poder acercarse la mirilla al ojo derecho.

- No gastes balas en ellos.

- Solo uno, para ver que tal mi puntería.- al ver que su hermano seguía negando, le imploró.- ¡Por favor, Trev!

- Que pesada eres.- balbuceó con exasperación, guardando la comida y encadenando sus pertenencias a la motocicleta una vez más para largarse de ahí.- Un solo intento, un solo muerto.

- Hecho.

Elizabeth suspiró con pesadez, intentando ignorar como el sudor le corría por la espalda mojando su holgada remera sin mangas negra con el logo de la que solía ser una de sus bandas favoritas, Led Zeppelin. Su cuello se tensó a causa de los nervios, el que su hermano tenga la mirada clavada en su perfil no le inspiraba tranquilidad y quería poder demostrarle que se confundía mucho al creer que no podría darle.

Entornó los ojos, recordando aquel día en el que Troy le ayudó a aprender a disparar. Había sido delicado con ella, acariciado sus brazos y robado su aliento aunque ella estaba enfadada en sobremanera con él. Troy había cometido atrocidades, pero por alguna razón Elizabeth no podía separarse de la idea de permanecer junto a él durante lo que restara del fin del mundo. 

El rostro cuadrado de Troy se hizo presente en su mente. Creía que al pasar los días lo olvidaría, que llegaría el momento en el que no tuviera recuerdo alguno de la apariencia de Troy y eso la volvería loca. Pero sabía que no podía olvidarse de él, de su mandíbula marcada, sus labios suaves al roce de los suyos y aquella sonrisa simétrica tan perlada que lanzaba destellos. Sus brazos fuertes sujetándola de la cintura marcando territorio en el rancho, sus brillantes ojos azules que lo inspeccionaban todo acerca de su rostro como si fuera una obra maestra.

Recordaba a la perfección cada pequeño detalle acerca del rostro de Troy Otto. 

Disparó.

El primer muerto cayó de bruces, sus dos piernas repiquetearon contra el suelo hasta desprenderse del torso y levantar una pequeña nube de tierra.

- ¡Estás jugando conmigo!- exclamó el pelirrojo, dedicándole una mirada orgullosa a su acompañante. 

Elizabeth giró en su eje con una mirada socarrona decorando su rostro, al menos tenía que probarle a su hermano que no sería una carga allá afuera si las cosas se ponían difíciles. Trevor no había estado presente cuando le dio a todos los blancos en la práctica de tiro, pero todos los que la habían visto disparar habían tenido exactamente la misma reacción que el pelirrojo poseía ahora.

 Trevor no había estado presente cuando le dio a todos los blancos en la práctica de tiro, pero todos los que la habían visto disparar habían tenido exactamente la misma reacción que el pelirrojo poseía ahora

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- Debería haberte apostado.

- Bueno...tres rocas a que no le das al segundo.- Su hermano se cazó una gorra negra que evitaba que se insolara con el sol, Ellie también tenía la suya propia pero la usaba con la visera hacia atrás evitando que esta le molestara contra la mirilla.- Fue suerte de principiante.

- ¿Por qué no mejor cinco rocas?- soltó la pelirroja, antes de darle de lleno con la segunda bala al último muerto presente de un solo intento.- A que encontramos a Troy esta misma noche.

- ¿Sexto sentido?

- No, si no está en el barranco de Phil...deberemos acercarnos a los límites del rancho.

Pensaban en frío, no con furia.









[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora