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En el Apocalipsis, siempre hacía calor. A veces, se trataba del clima, pero otras, era porque tu corazón latía tan fuerte que hasta la sangre te hervía. Las manos te sudan, las piernas tiemblan, y tu respiración se entrecorta; parece que hace días no bebes ni un sorbo de agua.

Elizabeth Nolan conocía aquel malestar demasiado bien, se le había grabado en cada célula de su cuerpo. Pensaba, en el anterior mundo, que encontrarse en estado de supervivencia era algo que solo los animales frecuentaban, pero ya no era así.

Eso pensaba mientras dejaba atrás el Rosarito Beach Hotel, ubicado en Baja California, mientras veía con furor los nudillos ensangrentados de Travis Manawa tomar el volante de una vieja y acartonada van. El hombre había asesinado a dos gringos con sus propias manos, sin necesidad de arma alguna, mientras que Alicia, la más fiel amiga de Elizabeth, con su pequeña daga sin condescendencia, arremetía contra uno de los hombres que los había acogido desde un principio en el hotel. ¿La causa? habían amenazado de muerte a Travis, o así es como a ella le gustaba justificarse.

Elizabeth, por el contrario, sabía que debía sentirse como una alimaña. En su memoria, todo había sido más que confuso, diciendo reaccionar a tiempo, matando a Hector, el sobrino de la mujer que había decidido poner el hotel en manos de Madison Clark. La muchacha sabía que no había razón lo suficientemente buena como para justificar un homicidio, pero para ella, cualquiera que amenazara a su mejor amiga de muerte era una amenaza que debía ser exterminada. Madison continua repitiéndole, una y otra vez, que no es su culpa, y tampoco la de Alicia, pero ambas dos no le creen.

Elizabeth decide comenzar a llorar, pero sin emitir ni el más mínimo ruido, no quería alterar a Travis al volante después de todo. Nunca había asesinado a alguien que continuara con vida (o esa vida), y en un mundo apocalíptico como lo era aquel, matar a un humano era matar a uno de los tuyos...uno de los pocos que quedaban vivos.

Alicia notó las lágrimas en el rostro de su amiga casi de inmediato y, sin mediar palabra, arrastró la mano por el asiento trasero hasta llegar a la de ella, tomándola con fuerza entre sus dedos sangrientos. Los anillos de su amiga se clavaron en su piel, pero no le importó, era una de las únicas que podía tranquilizarla, siempre lo había sido, inclusive tiempo antes de que el mundo se acabara.

Victor Strand no había querido ir con ellos, y eso a Elizabeth le partía el alma. Eran cercanos, o al menos eso creía ella, pero ni siquiera se había atrevido el hombre a mirarla a los ojos cuando les dio la espalda de regreso al hotel. Victor siempre iba en busca de la opción más segura, y no le importaba estar solo o acompañado en el trayecto de su camino si eso significaba un beneficio para él.

La van que Travis había escogido para huir iba bastante bien, pero no era la camioneta con la que se habían manejado hasta el momento. Eso se debía a algo muy simple, y aquello era que Ofelia la había robado cuando decidió huir lejos de ellos. Elizabeth también se angustió cuando pensó en ella y en que su camino jamás volvería a cruzarse con el suyo, pero en el momento en el que Alicia le había dicho que la consideraban familia, la muchacha había decidido simplemente desaparecer. Quizá le asustaba la dependencia sentimental luego de la muerte de su amado padre, Daniel Salazar.

Para Elizabeth, no había nada como la dependencia sentimental, y aquella gente que iba dentro de la van junto a ella, a la que consideraba su familia, se la había dado desde mucho antes de que el Apocalipsis azotara el mundo como lo conocían. De igual forma, no podía evitar pensar cada día, a cada hora y en cada momento en su verdadera familia.

Todavía lo recordaba como si fuera ayer. Elizabeth Nolan había corrido por la calle como loca junto a su amiga, esquivando personas que parecían estar fuera de si hasta la casa vecina, donde los Clark vivían. Ambas habían encontrado al padre de Elizabeth muerto por la fiebre, postrado contra las escaleras, en una posición casi irreal, gargajeando sangre oscura y lanzando dentelladas contra su hija, sin siquiera reconocerla como tal. No había señales de su hermano mayor, Trevor, quien estudiaba en una Universidad muy lejos de la ciudad; Eso le rompía el corazón, porque siempre habían hecho todo juntos, pasado por mil infiernos, teniendo un lazo de hermandad mucho más fuerte que cualquier par de hermanos del sexo opuesto.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora