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La camioneta viró levemente hacia la izquierda, llevando consigo una nube de tierra que inundó el interior del vehículo. Nick iba al volante, y cada cierto tiempo se permitía echar una pequeña mirada hacia la cajuela para corroborar que Troy y su hermano moribundo estuvieran bien.

A su lado, Trevor sostenía la cabeza de su hermana entre su pecho mientras no dejaba de acariciarle el pelo una y otra vez. Troy le había revisado cada centímetro de cuero cabelludo a la pelirroja en cuanto se dispusieron a dejar de discutir para dirigirse al rancho, descubriendo que el golpe no había sido el causante del desmayo sino que Elizabeth sufría una insolación.

La pelirroja había sido muy testaruda el día anterior, no habían parado a descansar bajo la sombra en ningún momento ya que quería encontrar a Troy antes de que este muriese en el medio del desierto. Ahora que lo habían encontrado, ni siquiera estaba consciente para disfrutar de su presencia.

- ¡Tienes que mantener presión en la herida, podemos tratarlo en el rancho!- el grito de Nick alertó al irlandés, quién también volteó la vista hacia la cajuela buscando la mirada de su amigo.

Troy le dedicó una mirada de terror, Jake estaba muriéndose en sus brazos y si bien había bromeado muchas veces acerca del odio que se tenían entre hermanos, en aquel momento solo deseaba que el Jake que conocía despertara y le dijera que todo aquello no era más que una broma.

Deseaba tenerlo con él, como cuando eran pequeños y Jake tenía que protegerlo de sus padres alcohólicos, como cuando se escondían los dos debajo de la misma cama aún cuando no cabían del todo y se susurraban canciones de sus dibujos animados favoritos para alivianar la tensión de algún mal momento.

- ¡No hay rancho al que volver!- sollozó el ojiazul, con la poca voz que le quedaba. Jamás rompió el abrazo contra su hermano desde que se habían subido a la camioneta, aún cuando a veces alguna de las motocicletas amenazaba con venírsele encima.

Los muertos se hallaban a solo unos metros de ellos, la multitud de gemidos deseosos de carne era tan ensordecedora que las voces de los vivos no eran oídas aún con las ventanas cerradas y en un tono extremadamente alto. 

Parecía una carrera, aunque a pesar de que el pie de Nick bajara contra el acelerador cada vez que viraban no iban a ganar. Troy debió haber guiado miles de muertos vivos, noches sin descansar y días sin comer, solo para que La Nación por fin recibiera el merecido que él creía justo.

Las compuertas del rancho se hicieron visibles a lo lejos, espantosamente derribadas como si les advirtieran que lo mejor era observar desde la seguridad de un punto a la distancia. Aparcaron a un lado de la casa de los Otto, pero no se adentraron a ella por más que desearan asearse o tomar algo de agua del fregadero. La estancia se encontraba lejos del rancho y era un punto seguro, imponente sobre una gran colina que los mantenía completamente alejados del terreno de abajo pero a la vez les daba una vista espectacular.

- ¿Qué ves?- le susurró Trevor al moreno, quien en aquel momento se había proclamado dueño de los binoculares. 

- Nada bueno, amigo.

Luego de sentir la respiración entrecortada del irlandés contra su espalda sabiendo que este buscaba colmar su paciencia y provocarlo, se decidió por prestarle los binoculares para que él mismo pudiera echarle un vistazo. El cuerpo del ojioscuro se tensó en sobremanera, había divisado una suerte de barricada que los habitantes del rancho habían construido a base de caravanas, pero esta se tambaleaba de un lado al otro mientras los muertos se hacían paso por debajo de los vehículos.

- No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. Si Elizabeth descubre que estamos aquí oliéndonos los huevos en lugar de ir por Alicia, se encargara de enterrarme con sus propias manos.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora