48.

619 67 11
                                    

Nick había desaparecido por completo en cuanto Elizabeth logró que entrara en razón, el moreno no paraba de murmurar cosas acerca de su madre y las razones por las cuales había decidido no seguirle el paso nunca más. Si bien de entre los cuatro era quien más tenía experiencia ganada en el campo de los estupefacientes, parecía ser el más afectado por los efectos colaterales de los mismos. Estaba sudando a mares, sin su remera y con el cuerpo barnizado en sangre coagulada de no muerto.

Quien sea que se topara con Nick no tragaría la situación demasiado bien, tomaría medidas drásticas para echarlo del estadio y no podían permitirse aquello en las condiciones en las que se encontraban. Trevor, el más exhausto de entre todos ellos juntos, se ofreció para ir en busca del moreno antes de que Madison lo encuentre primero y caiga en cuenta de que había tenido un reencuentro con sus amigas las drogas.

El cuarto que les habían asignado lejos de Madison y los demás no era de por si tan grande pero contaba con una pared de maderas alineadas en medio del lugar que funcionaba como una pared divisoria entre el espacio de los Nolan y el de Nick y Troy. En una esquina, como si se tratara de una pequeña celda de prisión, se encontraba un pequeño retrete y un grotesco caño que se desprendía de la pared haciendo de ducha.

En cuando la pelirroja arribó al pequeño espacio seguida de Troy, anunció que sería la primera en bañarse, dándole a entender al muchacho que debía permanecer del otro lado de la pared de madera. El agua se encontraba helada, pero dado a que la muchacha aún se encontraba medio ebria y los efectos colaterales de las sustancias que había consumido seguían en su organismo, la pequeña ducha que se dio había sido oro comparado a los últimos días sin asearse como debía. En su bolso contaba con todos los elementos de higiene que necesitaba, incluido un pequeño acondicionador que le permitió a la irlandesa desenredar su larga cabellera presa de días largos de maltrato y suciedad. 

- ¿Ya puedo?

La voz del castaño al otro lado de la habitación la hizo sonreír como idiota, el hecho de que se mantuviera escondido como si jamás la hubiera visto en ropas menores le había parecido inocente e inclusive dulce, ya que seguía siendo un caballero a pesar de encontrarse bajo los efectos de las drogas. 

- Aguarda.- sentenció, pasando por entre sus brazos las finas mangas de un suéter limpio de hilo. Las prendas más oscuras como aquella gris resaltaban el rojizo de su cabellera aunque la hacían parecer más pálida de lo que ya era. De todas formas, no era como si tuviera la oportunidad de elegir que ponerse. Ese lujo lo había perdido tiempo atrás. 

Aún contaba con varios conjuntos de ropa interior limpios, así que se permitió el pequeño detalle de cambiar por uno más cómodo que solía utilizar en el rancho cuando hacía sus prácticas en la enfermería. Antes, las mujeres solían usar hermosos corpiños de encaje y copa para casi cualquier actividad, todo lo que Elizabeth tenía en su bolso ahora eran prendas interiores deportivas que no la molestaban a la hora de sobrevivir.

- Voy a salir.- la ojimiel secó su rostro y cabello con una toalla antes de colgar la misma en el compacto espacio. Aún no conseguía la respuesta de Troy.- ¿Está bien?

Al ver que el muchacho no mostraba señales de vida, supuso que quizá había tardado mucho en el improvisado baño y Troy había decidido ir a por Trevor y Nick. Sabiendo que ahora no debía apresurarse demasiado ya que estaba sola, juntó todas sus pertenencias dentro de su bolso y se alejó de la habitación para darle la oportunidad de asearse a Troy cuando volviera. Ahí continuaba el muchacho detrás de la pared, sin embargo, intentando deshacerse de su remera mientras no despegaba la mirada de un mapa tendido sobre el pequeño futón en donde dormiría. El muchacho estaba tan concentrado en aquello que casi ni se inmutó en cuanto Elizabeth llegó.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora