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Elizabeth poco entendió la gravedad de lo que se había decidido por hacer. Solo había bastado con despertar en la camioneta luego de desmayarse y escuchar los gruñidos, los disparos y los gritos de aquellos que eran inocentes en medio de una disputa que no habían pedido.

En medio de aquel caos, se imaginó a su amiga Alicia. La castaña siempre había sido la más fuerte y valiente de entre las dos, ella era quien solía defender a la Irlandesa ante los comentarios racistas sobre ella que corrían entre los pasillos de la escuela.

Siendo sincera con ella misma, todo lo que Elizabeth hiciera por ella jamás sería suficiente para agradecerle por haberla salvado. Alicia la había convertido en una chica valiente, en alguien quien no se dejaba pasar por alto jamás y había acabado la secundaria sabiendo como darle un buen golpe a quien se atreviera a decir algo sobre ella fuera de tono.

Así que aquello, ir sola en busca de ella, lo valía. Valía cada segundo de vida saber que estaba dando todo de ella por la vida de su mejor amiga, quien la había rescatado en un país ajeno lleno de desconocidos con una sincera sonrisa y un abrazo cargado de buenas intenciones.

- ¡Elizabeth!

Los gritos de Troy Otto eran desgarradores, tanto como los de su hermano. Verla partir hacia el epicentro del caos les había propinado un buen golpe en la boca del estómago y el dolor aún no se iba. Troy ahora no podía parar las lágrimas por más que lo intentara, como cuando era pequeño y sus padres lo obligaban a ser fuerte si no quería a cambio una buena golpiza. 

Pero sus padres ya no estaban ahí con él, y tampoco su hermano. Podría llorar todo lo que quisiera, más si la pelirroja que se había robado su corazón había huido con él hacia un destino mucho peor que la muerte y todo por su maldita culpa.

- ¡Súbanse al auto, ahora!- grito desenfrenadamente, sus corridas ya lo habían llevado hasta el vehículo y se adentró en él sin esperar respuesta de sus compañeros. 

El cuerpo de Jake sería abandonado a su suerte en la pequeña colina que antes llamaba hogar, pudriéndose al sol y dándole una última mirada reprobatoria a su hermano pequeño con aquellos hundidos ojos blancos. Merecía mucho más que eso, merecía un entierro y unas palabras de aliento y coraje para encontrarse con el viejo Otto allá arriba.

Pero no había tiempo para aquello.

La camioneta viró levantando las dos ruedas de la derecha, la tierra creó una estela detrás de ellos que desapareció en cuestión de segundos tal como Elizabeth había desparecido del mapa. Troy le daba golpes al volante de vez en cuando, intentando identificar entre la multitud de cadáveres alguna cabellera rojiza que diera destellos contra el ardiente sol de la tarde. La irlandesa de ojos rasgados debía haber sido lo suficientemente inteligente como para tomar un atajo por el que hubiera podido pasar con su motocicleta sin ser vista por los muertos, pero la suerte no corría tan bien para ellos ya que con la 4x4 difícilmente podrían crear algún tipo de distracción o hacerse camino por algún recoveco.

- Creamos una escena.- indicó el castaño de ojos claros, sin detenerse a buscar la aprobación de sus acompañantes.- Llegaremos al establo y cargaremos la reserva de combustible.

- ¿Qué hay de Elizabeth?- lo regañó el pelirrojo desde el asiento de atrás, quien tenía la mitad del torso fuera de la ventana para intentar divisar a su hermana menor en el rancho.

- La distracción los alejara de ella y del almacén, si vamos primero por ella la condenaremos.- susurró, aunque él también moría de ganas por priorizar a la pelirroja.- Ella sabe como defenderse, tenemos que ayudarla lo suficiente para que pueda moverse hasta el almacén. No esta cerca, lo que significa que podemos crearle un camino seguro.

[Como decir hasta luego] •Troy Otto•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora