O35

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— Olvidé que tenía algo importante que hacer, quizás otro día podríamos vernos otra vez y...no sé, hacer otra cosa. — comentó Baekhyun sin dejar de mirar su celular, manteniendo su vista en la pantalla que iluminaba su rostro a pesar de que su madre el hacía ruidos para que le mirara.

— Es una lástima. — agregó su madre, bajando sus brazos en seña de desánimo, golpeando delicadamente sus propios muslos.


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— ¡Hey! — gritó el empleado de la tienda de conveniencia, haciendo que Chanyeol y Kai se girarán, mirándolo.

— ¡Tú!.— regresó Chanyeol, apuntándole. — ¡Me devolverás mis veinte dólares!. —

El empleado sacudió su cabeza. — ¿Por qué debería de hacerlo?.—

Chanyeol soltó por fin a esa pobre máquina, después optó por su única solución, o al menos la única que tenía en mente; agarrar al empleado por la mala, arrugado la bata de su uniforme con fuerza. — Porque tu maldita máquina piensa que puede verme la cara de idiota. —

— Chanyeol. — interrumpió Kai. — Las máquinas expendedoras no piensan...—

— Shh. — agregó Chanyeol con un tono agresivo. — Me vas a dar mis veinte dólares. —

— ¿Y si no quiero qué?. — retó el empleado.

— ¿Ves eso de ahí?. — preguntó Chanyeol, señalando una barra de chocolate de más o menos quince centímetros que se encontraba en uno de los mostradores.

El empleado miró hacia donde Chanyeol le había señalado, después sólo asintió.

— Jongin. — Llamó Chanyeol, atrayendo la atención de Kai, quien distraídamente miraba hacia la pobre y muy golpeada máquina expendedora.

— hm. —

— ¿Cuánto tiempo tarda en derretirse una barra de chocolate?. —

— ¿Eh?...pues...no sé...—

— Depende de la temperatura del lugar en donde esté. — agregó el empleado, Chanyeol lo acercó aún más.

— bueno...¿qué tan caliente tienes el culo?.— dijo Chanyeol, haciendo que el pobre empleado quisiera separarse.

— Oye, oye.— tartamudeó. — te daré tus veinte dólares. —

— No, quiero mis galletas. —

— ¡Me dijo que quería su dinero! —

— ¡Pues ahora quiero mis galletas!. —

Kai suspiró llevando las manos al aire, dejándolas caer en su rostro.

— ¡Esto es un abuso!.—

Chanyeol volvió a dirigir sus manos al empleado pero esta vez dejándolas en su rostro. — Escúchame, trocito de cartón. — inhaló y exhaló para permitirse hablar. — me mato aproximadamente ocho horas trabajando dentro de una maldita oficina, delante de un diminuto escritorio en donde ni siquiera mis pies caben, bebiendo agua y desayunando estúpidas galletas saladas. Salí feliz para comer un maldito paquete de galletas y ¡adivinan que!, un pequeño idiota de no más de uno cincuenta me dice que no me puede dar mis malditas galletas. —

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Después de una ligera charla y unos cuantos vasos más de jugo, Baekhyun se decidió finalmente por irse, a pesar de tener mucha más tranquilidad respecto a su madre y el asunto con su padre, seguía con una mínima angustia; Chanyeol.

Miel y galletas - Chanbaek. (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora